BELLA ANDRE

lunes, 7 de noviembre de 2016

CAPITULO 12 (SEGUNDA HISTORIA)





Aquella noche temprano, Paula pasó otra hora probándose ropa. Debería de haber gastado el tiempo profundizando en la situación de JP, pero el poco sueño de la noche pasada, combinado con la intensa anticipación por la cena de esta noche, hizo que su concentración fuese imposible. Hasta ahora todo lo que había hecho era buscar información sobre JP en Google e imprimir su larga lista de transgresiones. 


Verdaderamente a la prensa le gustaba escribir sobre los problemas en los que se metía. Mañana le esperaban una enorme cantidad de murmuraciones y un encuentro con su nuevo cliente en su casa alquilada en la orilla del mar a lo largo de la Pacific Coast Highway en el sur de San Francisco.


Necesitaba arreglar las cosas con Pedro esta noche, así estaría lúcida y concentrada por la mañana. El único problema era que no podía olvidar la manera en que la hacía sentir, el modo en que le marcaba cada centímetro de piel con su toque.


Una noche con él lo había cambiado todo. Nunca podría conformarse con menos que la pasión que había despertado en ella. Lo que hacía que la tarea fuese imposible: encontrar otro hombre que girase total y completamente su mundo.



****


El timbre sonó y su corazón se aceleró locamente mientras se dirigía al pasillo de la entrada y la sala de estar. Su apartamento era minúsculo comparado con la cara y masculina guarida de Pedro, pero era un sitio acogedor para volver a casa. Abrió la puerta y perdió el aliento.


Debería estar acostumbrada a su magnífica presencia, pero no lo estaba, nada más lejos de eso.


—Entra —dijo con la voz más fuerte que podía al no tener aire en los pulmones.


—Para ti —le entregó una única rosa. Una rosa roja.


Estaba simplemente siendo un caballero, y probablemente compraba docenas de rosas todas las semanas para docenas de mujeres. La consideración de Pedro era parte de su encanto innato, no tenía nada que ver con lo que él sentía —o no— por ella.


—Gracias. Es hermosa —feliz por tener algo que hacer con sus manos, buscó un vaso para la rosa.


Los ojos hambrientos de él viajaron por su cuerpo hasta que se preguntó si estaba imaginando la posesión que leía en sus ojos.


—Estás maravillosa.


El vértice entre sus piernas latía de necesidad, ahora que sabía cómo su toque podía transformarla por dentro, de la manera más placentera posible.


No, no continuaría haciéndose esto a ella misma. 


Retorciendo el envoltorio de la rosa en una bola y tirándolo a la basura se dijo a si misma que debía permanecer en la línea. De manera estrictamente profesional.


Mientras salían del coche ella empezó a hablar de negocios.


—¿Qué piensas de las perspectivas del equipo para el próximo año? ¿Hay nuevos jugadores que observar?


Él se apartó del freno y se giró para mirarla.


—Tengo muchas esperanzas de vencer en la Super Bowl —continuó—. Estás hermosa, Paula.


Ella se giró y fingió mirar por la ventana. Creía que tenían un acuerdo tácito para hablar solo de negocios a partir de este momento. ¿Qué es lo que estaba haciendo?


Después de unos minutos de silencio se pararon frente al Cravings, el restaurante de moda de la ciudad.


—Siempre he querido comer aquí —dijo ella, ahora tenía un tópico seguro y nada sensual a mano—. He oído decir que la lista de espera es eterna, que hay que reservar con meses de antelación.


El conserje abrió su puerta y la ayudó a salir del coche, pero Pedro estaba a su lado antes que el hombre para ayudarla. Ella se sorprendió al reconocer al guapo propietario de pie en la entrada, saludando a algunos clientes y dándoles las gracias a otros por venir. Mateo había ganado su fama como dueño de restaurantes en Napa y había abierto aquel local en San Francisco hacía apenas un año.


Una enorme sonrisa iluminó su rostro en cuanto los vio y él y Pedro se abrazaron antes de girarse para saludarla.


—Es un placer conocerla. Soy Mateo.


Ella se sorprendió por el hecho de que un hombre verdaderamente magnífico como aquel no hiciera que su corazón se acelerase.


—Paula Chaves —queriendo aclarar las cosas deprisa continuó—. Pedro y yo trabajamos juntos en la Agencia Chaves.


La expresión amigable de Pedro no se alteró.


—Él probablemente se ha olvidado de decirlo, pero yo conseguí que su trasero cayese en el campo más de una vez.


—Me gustaría que nos dieras una mesa —Pedro dejó pasar el comentario de Mateo.


—Cualquier cosa para un amigo —dijo Pedro mientras los llevaba por la sala hacia un comedor privado y extremadamente íntimo— espero que os guste la comida.


—Mateo parece realmente agradable. Especialmente considerando su buena apariencia y lo amable que es —dijo ella.


Algo parecido a los celos cruzó por el rostro de Pedro.


—Es un buen tipo. Hace poco se ha casado con su novia de la universidad.


Un camarero llamó y, en seguida, entró llenado dos copas de champagne cortesía de la casa.


—Quiero saber más sobre ti, Paula.


—¿Por qué? —rápidamente tragó el líquido que tenía en la boca.


La pequeña sonrisa de él hizo que se pusiese caliente.


—Te conozco desde hace quince años, pero realmente nunca hemos hablado.


Porque Pedro siempre había sido una superestrella y ella siempre había estado impresionada por él. Y aunque había memorizado cada entrevista que había dado en los últimos veinte años, realmente no sabía mucho sobre sí mismo. Su pasado antes del fútbol era vago y misterioso


Otro camarero vino para darles los detalles del menú de siete platos y ella asintió mirando en todas direcciones aunque no hubiese oído nada de lo que habían dicho. 


Cuando el camarero colocó una amuse bouche delante de ella, le dijo a Pedro:
—Mi vida es muy común, prefiero hablar sobre la tuya.


—No todo el mundo cree que el fútbol es excitante —tomando un trozo de escalope en la boca tragó antes de continuar— Mi madre quería que fuese médico.


—Recuerdo haber oído hablar sobre ello en el Sports Illustrated.


—¿Qué más sabes sobre mí?


—No mucho —continuó Paula con el rostro caliente mientras mentía.


—¿No? —la provocó.


—Es mi trabajo saber sobre los clientes de la Agencia Chaves —insistió.


Él apenas le sonrió.


—En todo caso —dijo ella intentando conseguir que la conversación volviese a su cauce— tu madre debe estar muy orgullosa de ti ahora. Eres uno de los mayores receptores de todos los tiempos.


Nuevamente, la sonrisa de él le dijo que había hablado demasiado.


—Sonreírme no es una forma de aceptar un elogio —dijo Paula, gustándole demasiado aquella conversación para su propio bien.


—Gracias —su mirada se dirigió a sus labios y después a sus ojos— y sí, ella está orgullosa. Pero nunca se recuperó de que no hubiese terminado la universidad y que no hubiese ido a la facultad de medicina.


Pedro había sido lanzado a la fama después de los premios Hail Mary en su segundo año de estudiante. Los profesionales habían insistido y Paula sabía lo difícil que era para los jugadores resistirse a los millones. Terminar la universidad era una gran meta, y los riesgos de herirse y perder los profesionales eran muy grandes.


—Habría sido una locura para ti jugar en la universidad. Hiciste lo correcto.


—Hay muchas locuras, pero eso no significa que no debamos hacerlas —los ojos de Pedro se fijaron en los de ella.


Sus pezones se endurecieron y ella tragó un gemido frustrado. Probablemente no quiso decir nada sexual con aquello; era solo su mente rogando.


El camarero llamó nuevamente y entró con el segundo plato.


—¿Siempre has querido ser agente? —le preguntó Pedro.


Mientras cortaba las espinacas con ravioli de queso, movió la cabeza.


—El trabajo de mi padre siempre me ha parecido excitante.


—¿Y?


—Me gusta trabajar con deportistas, es por eso por lo que conseguí mi MBA —sonrió—. Era eso o graduarme en derecho.


—Es una jugada inteligente. Creo que las otras agencias morirían por tenerte a bordo.


Ella se mordió el labio. Había pensado en todo eso aquella mañana, antes de que su padre le ofreciese a JP. Y después a Pedro.


—Todo lo que me importa ahora mismo es hacer un buen acuerdo para JP con un nuevo equipo.


—Tipo con suerte —sonrió con indulgencia.


Ella parpadeó, intentando que sus pies volviesen a tierra firme.


—A propósito, mi padre se volvió loco conmigo hoy. Gracias por eso.


Pedro se removió en la silla, su estructura muscular estaba mal contenida por la silla, y tomó un trago de agua con gas. Había notado a lo largo de los años que él raramente bebía y admiraba su contención, especialmente porque ella estaba bebiendo su vino tan deprisa como se lo servían en su copa.


—Quiero trabajar contigo y tu padre no tiene otra opción que aceptar mi decisión.


—Pero yo no —dejó su copa—. Quiero construir mi carrera por mí misma, no porque tú u otro cualquiera sienta pena por mí.


—Estoy escuchando lo que estás diciendo, pero aún creo que estás tomando la decisión equivocada.


—Equivocada o no es mi decisión, Pedro, no la tuya —le sostuvo la mirada.


—Entonces parece que esto significa que estoy buscando nuevo agente —una mirada de respeto apareció en los ojos de él.


—Espero que seas feliz en otra agencia.


—La única persona con la que quiero trabajar está sentada frente a mi —su voz era calurosa y suave.


—¿Por qué no aceptas un no por respuesta?


El modo en que la miró la volvió gelatina.


—Nunca he aceptado un no por respuesta.


La excitación inundó instantáneamente sus bragas. Si no lo conociese bien, habría pensado que estaba intentando meterse de nuevo en sus bragas. Era una absoluta locura. 


Había sido él la persona que la había echado a la calle y no al contrario.


Comieron en silencio durante varios minutos hasta que él habló.


—Te he comprado un regalo para sellar nuestro acuerdo.


—No existe ningún acuerdo —reiteró ella, pero él ya había sacado una pequeña bolsa de terciopelo y la colocó al lado de su copa de vino.


La deliciosa comida se transformó en cemento en su boca por lo que tomó un gran sorbo de vino para tragarla.


—No puedo, Pedro.


—Ábrelo —la persuadió con voz suave.


Ella intentó ser educada, no sabía por qué, simplemente no podía ser maleducada al recibir un regalo inesperado.


Además, se estaba muriendo por ver lo que le había comprado. Estar alrededor de Pedro era como seguir una dieta durante todo el día para después llenarse con un bollo entero de chocolate a medianoche.


Cogió la pequeña bolsa de terciopelo negro y desató el lazo de seda de arriba; en su mano cayó una cadena de platino con diamantes y zafiros entrelazados. Aguantó la respiración mientras él se levantaba de su silla.


—Déjame.


Suavemente apartó el pelo hacia un lado y le puso el collar. 


Colocando la cadena entre sus pechos, deslizó sus dedos por ella, a lo largo de la piel sensible de la clavícula y el cuello. Paula se estremeció en respuesta.


El collar combinaba perfectamente con el jersey de cachemir púrpura que había llevado más temprano ese día.





CAPITULO 11 (SEGUNDA HISTORIA)




—¿Qué demonios está pasando entre Pedro y tú?


Paula se giró al escuchar la voz de su padre. Nunca había maldecido. Nunca.


—Ven conmigo —exigió.


Ella salió disparada de su silla y lo siguió hasta la sala de conferencias que Pedro había ocupado cinco minutos antes. Su padre esperó a que ella entrara antes de cerrar la puerta de un portazo.


Pedro acaba de venir a mi despacho pidiéndome que te transfiriera sus archivos —La inmovilizó con una dura mirada— ¿Sabías algo de eso?


Paula no sabía qué hacer. ¿Debería mentir? No, era una mentirosa terrible. Solo empeoraría las cosas.


—Sí —dijo—. Quiere trabajar conmigo y le dije que no.


La mirada de su padre era inflexible.


—¿Rechazaste una oferta para trabajar con uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos?


Ella asintió.


—Quiero ser agente, pero no robarte los clientes.


Tomas pasó a su lado para contemplar la bahía a través de las ventanas.


—Hundirse o nadar.


—¿Perdona?


Su padre se volvió hacia ella con expresión ilegible.


—No tengo ni idea de por qué quiere trabajar contigo, pero adelante, acéptalo. Es tuyo. —Se fue a la puerta con pasos largos, deteniéndose en el umbral.


—Pero ten cuidado, Paula. Pedro puede parecer un tipo agradable, pero es como cualquier otro jugador, siempre está alerta ante cualquier cosa mejor que aparezca —Hizo una pausa—. Yo no confiaba en JP cuando lo descarté. Eres una chica bonita. No lo olvides.




CAPITULO 10 (SEGUNDA HISTORIA)




Pedro necesitó toda su fuerza mental para apartar la visión de Paula con aquel ceñido suéter púrpura. Había estado salivando como un perro de Pavlov, ante el pensamiento de lamer aquellos pezones, de introducir esa carne dulce en su boca. ¡Jesús! Tenía que tomárselo con calma.


Se había acercado a ella para hacer las paces, no para follarla hasta dejarla sin sentido en la sala de juntas de la Agencia Chaves. Todavía no podía creer lo tranquila que estaba esta mañana. Ni siquiera le permitió disculparse por su comportamiento inaceptable, pero su instinto le decía que lo había estropeado todo y tenía que arreglarlo. Aunque ella no quisiera.


Luego perdió el control de nuevo y la besó. Mierda, no había sido capaz de pensar con claridad, no había sido capaz de concentrarse más que en esas sensuales curvas y su dulce boca. Pero el breve beso no lo calmó. Al contrario, la deseaba más que nunca, quería continuar donde lo dejó.


Durante veinte años había perfeccionado su control dentro y fuera del campo, ahora no era momento para perderlo. Era hora de olvidar los errores y seguir adelante, como siempre había hecho.


Rodeando a Angie con un beso en la mejilla, golpeó una vez antes de entrar en el despacho de Tomas. Se saludaron dándose la mano, Pedro estudió al exitoso hombre de negocios. Se pondría como loco si descubriese que su hija se acostaba con el hombre en quien confiaba. Cualquier hombre lo haría.


Desde que la jodió bien en la escuela secundaria, se aseguró no volver a quedarse en la caseta del perro. Ningún hijo ilegitimo. Ni peleas en el bar. Ni discusiones por el juego. 


Hasta anoche, con Paula, cuando no fue capaz de dejar de tocarla, de mantener la polla fuera de su calor resbaladizo.


Sin perder tiempo con bromas, dijo:
—Oí decir que le has dado a JP a Paula.


Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Tomas.


—Las noticias viajan rápido en este negocio.


Pedro se sentó en un sofá de cuero frente a Tomas. Recordó cuando Tomas fue nombrado Agente del año en la cena del Sports Business Awards. Ese fue el año en que las ofertas para contratar a Pedro se dispararon hasta el cielo y Tomas negoció el infierno con ellas, haciéndole un hombre muy, muy rico.


—JP va a ser duro.


Tomas se encogió de hombros.


— Si ella se ahoga en la parte más profunda, será su maldita culpa por haber intentado nadar demasiado lejos.


Pedro no le gustó la actitud de Tomas, y fortaleció su intención de trabajar con Paula.


—Traspásame. Paula puede llevarnos a los dos.


Tomas hizo un gesto.


—¿Me tomas el pelo? ¿Por qué demonios voy a querer que ella te represente?


—Eres su jefe y estoy seguro de que has visto el potencial que tiene —dijo Pedro, aunque dudaba mucho que Tomas viera algo—. Alguien tiene que darle una oportunidad. Llevo mucho tiempo en este negocio y sé que puede ser un infierno para una mujer de negocios. Me gustaría ayudarla.


—¿Te pidió que lo hicieras? ¿Lloró?


—Claro que no —Pedro se levantó—. Dale mi expediente.


Se fue con la ira vibrando en sus venas. Necesitó la contención de un asesino entrenado para contenerse de quitarle los dientes de un golpe a su ex agente.


Esa noche durante la cena, hablarían de negocios y luego la dejaría en su casa. Con las puertas cerradas y bloqueadas, así estaría a salvo de él.


Como debía de haberlo estado desde el principio.