BELLA ANDRE

jueves, 17 de noviembre de 2016

CAPITULO 3 (TERCERA HISTORIA)








—¡Pedro! Justo aquí. Te ves bien, hombre. Aplastaste a los Jaguares el domingo pasado.


Pedro miró a los flashes. ¿Qué clase de loco era él, buscando una buena chica en el hotel y casino Wynn de Las Vegas? Pero había desperdiciado todo un día buscando en los lugares que había asumido que estaría, en la biblioteca, un refugio de animales, incluso una tienda de tejido, y salió con las manos vacías.


Las chicas de la biblioteca no lo dejaron hablar el tiempo suficiente para tratar de pedirles una cita.


El refugio de animales estuvo lleno de parejas asquerosamente felices y niños. Por no mencionar el hecho de que uno de los perros callejeros había desarrollado un extraño, y abrumador, cariño por él. El encargado del refugio
empujó quince libras, de algo retorciéndose, lamiendo, oliente pelaje negro y marrón en sus brazos. A Pedro no le gustaban las mascotas, demasiada responsabilidad, saber que algo lo esperaría todos los días en casa, dependiendo
de él. Aun así, esos grandes ojos marrones casi habían terminado con él, y apenas había salido de ahí libre.


Extrañamente, la tienda de tejer era donde se había sentido más cómodo.


Su abuela siempre tejía algo durante sus descansos en el casino cuando él era un niño y el chasquido de las agujas era el telón de fondo de su infancia. Razón por la cual no había recogido a una chica en la tienda de lanas. Se habría sentido como si estuviera traicionando a su abuela... a pesar de que ya era un mentiroso hijo de puta.


La luz del día se había ido y venido, y Pedro no estaba más cerca de llevar a su "amor verdadero" a la habitación de su abuela de lo que había estado esa mañana.


Fue hasta su suite en el Wynn para quitarse el mal olor del fracaso. Era bueno en dos cosas: el fútbol y paradas de una sola noche con las mujeres que no esperaban nada más. No sobre el "amor verdadero".


Si alguien en el mundo era manejado por un par de tetas grandes, un escote y faldas ilegalmente cortas, ese era Pedro. No es que alguna vez se quejara de ello, por supuesto. No hasta ahora.


No hasta que su abuela le dijo su deseo antes de morir. El deseo que le iría a conceder, incluso aunque eso lo matara.


Saliendo de la ducha, Pedro se puso una toalla alrededor de su cintura y caminó hacia las ventanas que iban desde el techo al suelo que adornaban toda la suite. Mirando los techos de los casinos, él no veía las luces y los turistas
caminando. Él veía su hogar.


Su abuela fue una de las mejores jugadoras de póker. Él aprendió mucho de ella. Cómo negociar directamente… y con trampa. Cómo trabajar duro. Y lo más importante: cómo perseverar.


Rendirse nunca era una opción. No para ella, ni incluso aunque su hijo y su nuera murieran en un accidente de avión, dejándola con un niño de cinco años que tenía más energía que sentidos. Tampoco para Pedro.


Obviamente, él era atlético, pero su abuela era la causa de que él estuviera con los profesionales cuando hubiera sido más fácil ir a la universidad y conseguir un verdadero trabajo.


Se sacó la toalla y fue a su armario. Era hora de que dejara de llorar como un niño. Se pondría un buen atuendo y encontraría a una buena chica, demonios.


Si alguien lo mirara desde arriba (y Pedro tenía más razones que el resto para pensar en ello, a causa de algunos incidentes de los que había salido del campo) estaba bastante seguro de que Él estaría riéndose ahora, diciéndole a alguien:
“¿Puedes creer que ese gran idiota encontrará a una buena mujer en menos de 24 horas para llevarla a su abuela? He salvado su trasero demasiadas veces. En esta ocasión, dejaré que fracase.”


Pero a Pedro no le importaba. Le había hecho una promesa a su abuela y ni Dios le impediría cumplirla.





CAPITULO 2 (TERCERA HISTORIA)





—La boda de Jazmin fue hermosa, ¿no?


Paula Chaves sonrió a su tía Elena.


—Fue hermosa. Obviamente están muy enamorados.


¿Cómo era que sus mejillas realmente dolían? Claro, todo el fin de semana había estado sonriendo, pero había pasado por esto tres veces ya, de haber planeado las cuatro bodas de sus hermanas en los últimos dos años.


—Sabes, querida, todos pensamos que serías la primera en casarte. ¿Recuerdas cómo solías vestirte como una novia cuando eras una niña?


No fue fácil mantener la sonrisa mientras apretaba los dientes, pero de alguna manera Paula lo consiguió.


—Ya sabes cómo son las niñas. Les encanta jugar a disfrazarse.


Como maestra de primer grado, Paula se acordaba de esto todos los días.


No había nada que a los niños les gustara más que usar su imaginación. ¿En qué momento se les enseña a dejar de hacer eso?


Pero la tía Elena sacudía la cabeza.


—En realidad, si no recuerdo mal, tus hermanas nunca jugaron a disfrazarse. Estaban demasiado ocupadas con el deporte y ganando premios académicos. Tú fuiste la única que se centró en vestirse de blanco y caminar por un pasillo. Qué raro que tú seas la única esperando su príncipe azul.


—Tal vez debería tomar al chico disponible más cercano e ir a uno de esos salones de bodas rápidos.


Paula no sabía quién estaba más sorprendida por su respuesta, si su tía o ella.


Por último, su tía dijo:
—Oh Paula, nunca harías algo como eso.


Paula estaba a punto de ponerse de acuerdo, cuando de pronto se dio cuenta de lo estaba detrás de la declaración, completamente verdadera, de su tía.


Ella no creía que tuviera las agallas.


Tomando una copa de champán, de la bandeja de un camarero que circulaba, Paula se encogió de hombros.


—Nunca se sabe. Hay algo acerca de las bodas, después de todo. Y esto es Las Vegas. Cualquier cosa puede pasar aquí.


Pero ella consiguió una pequeña satisfacción al alejarse de la boca abierta de su tía. Porque al final del día, Paula seguía siendo, no sólo la única chica Chaves que no se había vestido de blanco y decir “sí, quiero”, ella era también la única sin alguien a quien amar.






CAPITULO 1 (TERCERA HISTORIA)




—Todo lo que siempre he querido para ti Pedro, es un amor verdadero. Y una familia. La familia que debiste haber tenido todo el tiempo. Pero sobre todo, deseo poder dejar esta tierra sabiendo que alguien especial te está cuidando.


La mano de Eugenia Alfonso era pequeña y fría, en la gran palma de Pedro Alfonso. La pálida, y frágil mujer acostada en la cama del hospital era mucho más que su abuela. Había sido su madre y su padre también, después de que sus padres murieran cuando tenía cinco años.


No podía creer que estuviera muriendo. Se negaba a creerlo, incluso después de una larga, y dolorosa conversación con su médico.


Cuarta etapa de melanoma. No había nada que pudieran hacer.


Maldita sea. Pedro le acarició suavemente la piel suave en el dorso de la mano de su abuela. Tenía que haber algo. Había pasado los últimos diez años como apoyador central en los Outlaws de San Francisco, luchando como el demonio para su equipo, tomando cada golpe que llegara. Ahora, quería luchar por su abuela, quería recibir los golpes que la arrastraban, quería protegerla como ella siempre lo había protegido. Habría cambiado de lugar con su abuela en un
santiamén.


Queriendo consolarla, dijo:
—No te preocupes por mí, abuela. Puedo cuidar de mí mismo.


—Eres un buen chico, Pedro. Siempre has sido un buen chico, aunque sé que no eres un santo.


Jesús, si su abuela sabía lo que hacía con las groupies cuando estaba de gira con el equipo....


—He estado esperando a que termines de echar cañas al aire. He estado esperando a que encuentres una mujer que dé verdadero sentido a tú vida. — Negó con la cabeza—. Prométeme que la encontrarás, cariño. Prométeme que la
encontrarás pronto.


El nudo en su garganta era tan grande que apenas podía tragar. Sin pensarlo bien, incluso sin saber realmente lo que estaba a punto de declarar, dijo:
—Ya la he encontrado, abuela.


El rostro de su abuela se iluminó y por un momento en realidad parecía como solía antes de que se enfermara. Si sólo hubiera tenido más tiempo para hacer frente a la enfermedad de su abuela, si ella hubiera estado en el médico antes de la semana pasada.


Si sólo hubiera pasado más tiempo con su abuela, y menos tiempo con la mujer que había estado follando, entonces tal vez, hubiera visto los signos antes.


Antes, cuando todavía había algo que los médicos podían hacer para curarla.


—Oh, cariño, eso es maravilloso. ¿Por qué no me hablaste de ella antes de ahora?


Oh mierda. Debería echarse atrás, admitir que bromeaba, decir que estaba volviéndose loco por perderla y que le había dicho una mentira, porque no quería que ella se fuera decepcionada de él.


En cambio, canalizando la última película de chicas que había estado obligado a ver, dijo:
—Ella quería tomar las cosas con calma, a pesar de que sabe lo mucho que la amo.


Esperó a que su abuela supiera que mentía. Siempre había visto a través de él. No había manera de que no pudiera ver a través de él ahora.


—Tráela aquí, Pedro. Quiero conocer a la mujer que ha robado el corazón de mi bebé.


Pedro mentía cuando lo necesitaba, pero no a su abuela. 


Nunca a ella. Todo lo que quería era hacerla sentir mejor. Claramente, ella quería tanto una esposa e hijos para él, que estaba dispuesta a creer cualquier cosa en este punto.


Ahora, ¿qué podía decir? Seguro que no iba a traer una de las mujeres con las que había dormido recientemente para reunirse con su abuela. No cuando ninguna de ellas calificaba como chicas “buenas”.


Aun así, de alguna manera las palabras, "Mañana, abuela, te la traeré mañana", salieron de su boca, aunque sólo fuera porque sabía lo feliz que la haría.


No podía dejar de sonreírle.


—No puedo esperar. —Cerró los ojos y se relajó contra las almohadas.


Se obligó a levantarse antes de que se diera cuenta de que no le había dado un nombre o cualquier otra información pertinente acerca de “la mujer que amaba”.


Pedro se inclinó para darle un beso en la mejilla, y luego salió al pasillo del hospital.


De alguna manera, en algún lugar, tenía que encontrar una buena chica.


¿Dónde diablos un tipo como él iba a encontrar a una chica buena en Las Vegas?




SINOPSIS (TERCERA HISTORIA)




En una relación basada en la mentira... la única verdad son los sentimientos que tienen el uno por el otro.


Para cumplir el último deseo de su abuela, el apoyador Pedro Alfonso debe encontrar y casarse con una chica buena. La maestra de primer grado Paula Chaves encaja a la perfección. Su trato es simple: Si ella va a ser su esposa temporal, le dará más placer de lo que nunca imaginó posible.


Pero el amor es el definitivo cambiador de juego.



CAMBIO DE PERSONAJES

PEDRO ALFONSO = DOMINIC DIMARCO
PAULA CHAVES = MELISA MACNIGHT