BELLA ANDRE
martes, 15 de noviembre de 2016
CAPITULO 38 (SEGUNDA HISTORIA)
A la mañana siguiente, entró en la oficina de su padre a las ocho en punto. Estaba furioso.
—Me has traicionado y has traicionado a mi agencia con tus actos. Casi no consigo mirarte.
—Ya no soy una niña —ella mantuvo su posición— puedo enamorarme de quien quiera y puedo amar a quien quiera.
—Mis jugadores están fuera de los límites. Si Pedro deja mi agencia va a ser culpa tuya.
—Entiendo tu preocupación, es por eso por lo que he roto la relación.
—Nunca debías de haberte relacionado con él —se sorprendió, pero aún estaba furioso—. Nunca.
—Estás en lo cierto —dijo— no debía, pero no por la razón que piensas. Cometí el error de enamorarme de uno de los mejores hombres que he conocido, pero, infelizmente, no es el tipo apropiado para mí. Un día espero que puedas perdonarte por poner el dinero por encima de la felicidad de tu propia hija.
Su boca se abrió para cerrarse en seguida. Por su silencio supo lo profundamente que lo había herido por aquella acusación. Se giró para dejar el despacho y entonces se dio cuenta que había omitido una cosa muy importante.
—Dimito.
Salió y fue hacia el ascensor con la cabeza erguida. Toda su vida había querido la aprobación de su padre, una demostración externa de su amor. Ahora, aunque supiese que había hecho lo correcto, la división entre ellos era mucho más profunda. Sus esperanzas de tener una relación mejor con su padre nunca se realizarían.
Verificó el correo de voz y el sonido de la voz de Pedro le envió escalofríos por su columna. Había marcado una reunión de JP con el gerente general de los Outlaws.
Dios, como quería llamarlo y contarle todos sus miedos y dudas. Quería que la abrazase, y le dijese que la amaba, que todo iba a terminar bien.
También estaba preocupada por él. Probablemente estaba sentado ahora mismo con el reportero del San Francisco Chronicle, contándoselo todo. Sería una gran historia; no había manera de obviarlo. Quería desesperadamente estar allí por él, para él, cogiendo su mano y dejándole saber que le amaba y le adoraba, no importaban los errores que hubiese cometido cuando era adolescente.
Cuando encontró a JP frente a la sede de los Outlaws, tuvo un gran dolor de cabeza.
—¿Es cierto que las cosas no están bien entre tú y Pepe? —dijo cuando la vio.
¿Por qué negarlo? Pedro había sido lo suficientemente valiente para enfrentarse a sus trapos sucios y ella iba a enfrentarse a los suyos.
—No, no están bien.
—Esto es un montón de mierda —JP agitó la cabeza—. Tenía la seguridad de que te iba a decir que te amaba.
—Lo dijo —se mordió la parte interna del labio.
—Realmente no entiendo a las mujeres —la miró como si fuese una loca—. ¿Por lo menos has pensado en darle una oportunidad? Sé que está viejo y acabado, pero es un gran tipo por dentro.
—Olvídate de mi vida amorosa —respiró profundamente— es hora de concentrarse en el fútbol. Esto es lo que hay, ni siquiera debías tener esta oportunidad. Cualquier otro jugador llenaría los formularios para un empleo de verdad en este momento.
—Confía en mí —JP levantó las manos para defenderse—. Pedro ya me ha enseñado durante tres días y me ha dicho lo que tenía que hacer.
—No sé bajo que estrella de la suerte has nacido —su mirada era firme— pero tener a Pedro invirtiendo en ti, transformándote en un jugador decente además de marcharse para que puedas ocupar su lugar es la mayor suerte que he visto —hizo una pausa para comprobar que entendía lo que estaba diciendo—. No lo estropees hoy. Un descuido, un paso en falso y todo se estropea. ¿Has entendido?
—Alto y claro —asintió respetuosamente— ahora vamos a patear algunos traseros.
CAPITULO 37 (SEGUNDA HISTORIA)
Pedro odiaba verla irse. Quería con desesperación arreglarlo todo, quería llamar a su padre y decirle que era él quien la había seducido, no al contrario. Quería abrazarla y besarla hasta que entrase en razón. Quería estar con ella tanto emocional como profesionalmente y ayudarla en el agotador trabajo de representar a un jugador como JP.
Pero no podía hacer ninguna de aquellas cosas. No si quería tener una maldita oportunidad de que Paula se diera cuenta de que podía cambiar, que podía dar marcha atrás y dejar que ella tomara el mando.
Y que ella lo amara también.
****
Mientras conducía bajando la carretera sinuosa a San Francisco, Paulaa se sintió como si tuviese de nuevo trece años y estuviese aterrorizada por traer a casa una mala nota en su boletín, rezando para que su padre no descubriese nunca sobre la única clase de biología a la que había faltado, pero sabiendo que lo iba a descubrir, y que estaría un mes castigada por su transgresión.
Felizmente, el paseo de cuatro horas le había dado bastante tiempo para pensar. Tiempo para ver que no necesitaba de sus elogios para sentirse bien consigo misma.
En algún momento de la última semana había cambiado. En parte por causa de Pedro, pero principalmente porque finalmente se había valorado a sí misma y había mirado hacia arriba y había visto que era capaz de hacer cosas sorprendentes, tanto profesional como personalmente.
De ahora en adelante iba a vivir su vida en sus propios términos. Iba a descubrir lo que quería para salir y cogerlo.
La única pregunta que permanecía sin respuesta era qué hacer en relación a Pedro. Lo amaba, pero el abismo entre ellos era mayor que nunca.
CAPITULO 36 (SEGUNDA HISTORIA)
La mañana siguiente transcurrió en una bruma de entrenamientos. Aunque Paula estaba impresionada por la intensidad con que JP estaba trabajando, aun así sería increíble que le consiguiera un nuevo contrato.
Especialmente con las sospechas que pendían sobre Pedro.
Por fin había aceptado que las cosas entre ella y Pedro nunca funcionarían. Lo había tenido en la cabeza durante tantos años, soñó durante tanto tiempo como sería él, que nunca fue capaz de verlo como era en realidad. No había sido justa con él, ahora tenía que poner todo eso en su corazón y desearle buena suerte, desearle todo el amor y la felicidad que quería para sí misma.
—Se está arrastrando —dijo a la hora del almuerzo cuando observaban a JP dar vueltas en las cercanías de la universidad. Ella y Pedro formaban un equipo sorprendentemente bueno cuando concentraban sus energías en JP.
Él asintió.
—Supongo que no hay necesidad de matar al chico.
Pedro silbó para atraer la atención de JP.
—Buen trabajo. Ve a comer algo. Nos veremos en una hora.
JP intentó sonreír, pero claramente no pudo reunir la energía suficiente.
—Ugh —dijo cojeando hacia el coche y regresando a la cabaña, seguramente para dormir durante esa hora en una bañera de agua caliente.
Paula fue con Pedro hacia su coche. Para ella el Viper guardaba muchos recuerdos. Cada vez que había estado en él, habían tenido sexo antes, durante y después de su viaje.
Paula se estremeció en respuesta a los recuerdos.
Aparcó en un restaurante a la orilla del lago, se mostró agradecida de que no fuera romántico en lo más mínimo. No había comido mucho los últimos días, la ropa ya le quedaba holgada. Sabiendo que la delgadez no le sentaba bien, pidió una hamburguesa con queso y beicon, patatas fritas y una Coca-Cola.
Encontraron una mesa en una esquina y se sentaron. Les trajeron la comida, pero ninguno de ellos comió.
Él habló primero.
—No quiero esconderme de mi pasado.
Ella abrió los ojos sorprendida.
—Nunca te pediría que lo hicieras.
—Lo sé. Otros agentes tal vez, pero tú no.
Paula respiró hondo.
—Estuve pensando en todo ello durante la noche. Estoy segura que podemos transformar tu historia en algo positivo, algo que haga que los adolescentes se lo piensen dos veces antes de robar un coche y chocar contra un árbol. Has hecho mucho donando el estadio de la universidad.
—Puedo hacer más.
—Y lo harás. Lo haremos. —ella asintió.
—Gracias por ayudarme. Por escucharme sin enojarte.
—Por supuesto —dijo ella, sin saber cómo poner sus sentimientos en palabras.
—Ahora déjame ayudarte. Por favor.
Paula sintió un nudo en la garganta. Había tenido tanto miedo de dejarlo asumir el control, había estado tan asustada porque Pedro quisiera ayudarla por las razones equivocadas. Pero ahora las cosas eran diferentes.
—Gracias, Pedro. Creo que trabajando con JP podría conseguirle un buen equipo, pero con tu ayuda, espero que podamos conseguir un gran equipo.
El cuerpo de él estaba tenso, la hamburguesa intacta.
—Me gustaría concertar una entrevista para JP con Agustin de los Outlaws.
Ella frunció el ceño confusa.
—Los Outlaws ya tienen suficientes receptores.
De repente, lo entendió. Pedro iba a retirarse. Sintió como si la hubiese golpeado en el estómago. No podía imaginar al equipo sin Pedro, los domingos sin él en el campo. Estaba mal. Era un error. Sin embargo, sabía que estaba lesionado porque lo había visto cojear, había sentido sus cicatrices en las puntas de sus dedos.
Él la observó procesar la noticia.
—Lo llevo pensando desde hace tiempo. Me niego a ser una carga para mi equipo, una decepción para los aficionados.
Era difícil hablar.
—¿Desde cuándo lo estás pensando?
—Lo llevo gestando desde hace un tiempo, pero trabajar con JP realmente me aclaró las cosas. He llegado a mi límite solo por ver si podía ir a su ritmo.
—Tú puedes —protestó poco dispuesta a aceptar su decisión. Sería una gran pérdida—. Todavía eres un gran jugador —dijo.
—No me recupero como solía hacerlo. Me despierto por la mañana y sé que la rigidez no va a irse hasta el día siguiente. Temo empezar a bloquearme, ese no es el tipo de juego que quiero hacer.
—Está bien —dijo lentamente— vamos a trazar un plan de salida.
Emocionalmente, odiaba la decisión que él estaba tomando.
Profesionalmente, sabía que tenía razón.
—Obviamente tienes un gran futuro por delante, dando conferencias, tal vez escribiendo artículos, o en el mundo de la moda si te interesa.
¿Qué diablos iban a hacer los Outlaws sin el mejor receptor del país? Odiaba tener que dar la noticia al equipo.
Él negó con la cabeza.
—Vamos a ver qué sucede cuando la gente se entere de mi pasado.
Eso la irritó.
—Pedro, eres un hombre increíble que cometió un error en su juventud. Bueno, tal vez deberías haberlo aclarado todo hace tiempo, pero tu amigo está bien ahora, ¿no?
Un poco a regañadientes, él asintió.
—Mejor que bien. Genial.
El teléfono sonó y ella miro la pequeña pantalla.
—Es mi padre —entonces descolgó para contestar.
—Debería haber sabido que te estás acostando con él.
El miedo dominó su corazón.
—¿Disculpa?
—No comprendía por qué Pedro quería trabajar contigo —dijo su padre— ahora lo sé.
—Nosotros no estamos… —comenzó a decir queriendo negar desesperadamente la acusación, aun siendo verdad.
—Te espero en mi despacho a las ocho de la mañana.
Tomas cortó la comunicación, ella cuidadosamente puso el teléfono en la mesa al lado de su hamburguesa.
—Se ha enterado de lo nuestro.
Pedro agarró su mano.
—Todo está bien.
Ella retiró la mano.
—No, no lo está. Ahora nunca me tomará en serio. Va a pensar que me acuesto con todos mis clientes y que así es como consigo que firmen conmigo, —una lágrima rodó por su rostro— por acostarme con ellos.
—Él sabe que tú nunca harías eso.
Ella parpadeó apartando las lágrimas.
— Tú lo creíste.
Una chispa de rabia iluminó los ojos de Pedro.
—Sabes que siento mucho haber pensado que tenías algo con JP. Estaba celoso y debería de haberte conocido mejor. Me voy a retirar porque llegó la hora, no porque quiera ayudarte desesperadamente y por eso te estoy ofreciendo a JP en mi lugar. El debería jugar en los Outlaws porque tiene talento y ellos son el mejor equipo para él. Punto final.
Paula no sabía qué decir o hacer. No quería que se enfadase con ella. ¿Acaso no sabía lo mucho que lo amaba? ¿Cuánto lo había amado siempre?
—Sé que lo estropeé todo muchas veces —continuó él con voz cruda—. No reconocí a mi verdadero amor incluso cuando estuvo ante mis narices durante tanto tiempo. No vi a la auténtica e increíble mujer que eres, pero ya no estoy ciego.
El cerebro de Paula gritó las palabras “te amo” pero no consiguió que su boca las dijera. Algo en su interior, una parte suya herida, que tenía más preguntas que respuestas, contenía las palabras.
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