BELLA ANDRE
martes, 15 de noviembre de 2016
CAPITULO 36 (SEGUNDA HISTORIA)
La mañana siguiente transcurrió en una bruma de entrenamientos. Aunque Paula estaba impresionada por la intensidad con que JP estaba trabajando, aun así sería increíble que le consiguiera un nuevo contrato.
Especialmente con las sospechas que pendían sobre Pedro.
Por fin había aceptado que las cosas entre ella y Pedro nunca funcionarían. Lo había tenido en la cabeza durante tantos años, soñó durante tanto tiempo como sería él, que nunca fue capaz de verlo como era en realidad. No había sido justa con él, ahora tenía que poner todo eso en su corazón y desearle buena suerte, desearle todo el amor y la felicidad que quería para sí misma.
—Se está arrastrando —dijo a la hora del almuerzo cuando observaban a JP dar vueltas en las cercanías de la universidad. Ella y Pedro formaban un equipo sorprendentemente bueno cuando concentraban sus energías en JP.
Él asintió.
—Supongo que no hay necesidad de matar al chico.
Pedro silbó para atraer la atención de JP.
—Buen trabajo. Ve a comer algo. Nos veremos en una hora.
JP intentó sonreír, pero claramente no pudo reunir la energía suficiente.
—Ugh —dijo cojeando hacia el coche y regresando a la cabaña, seguramente para dormir durante esa hora en una bañera de agua caliente.
Paula fue con Pedro hacia su coche. Para ella el Viper guardaba muchos recuerdos. Cada vez que había estado en él, habían tenido sexo antes, durante y después de su viaje.
Paula se estremeció en respuesta a los recuerdos.
Aparcó en un restaurante a la orilla del lago, se mostró agradecida de que no fuera romántico en lo más mínimo. No había comido mucho los últimos días, la ropa ya le quedaba holgada. Sabiendo que la delgadez no le sentaba bien, pidió una hamburguesa con queso y beicon, patatas fritas y una Coca-Cola.
Encontraron una mesa en una esquina y se sentaron. Les trajeron la comida, pero ninguno de ellos comió.
Él habló primero.
—No quiero esconderme de mi pasado.
Ella abrió los ojos sorprendida.
—Nunca te pediría que lo hicieras.
—Lo sé. Otros agentes tal vez, pero tú no.
Paula respiró hondo.
—Estuve pensando en todo ello durante la noche. Estoy segura que podemos transformar tu historia en algo positivo, algo que haga que los adolescentes se lo piensen dos veces antes de robar un coche y chocar contra un árbol. Has hecho mucho donando el estadio de la universidad.
—Puedo hacer más.
—Y lo harás. Lo haremos. —ella asintió.
—Gracias por ayudarme. Por escucharme sin enojarte.
—Por supuesto —dijo ella, sin saber cómo poner sus sentimientos en palabras.
—Ahora déjame ayudarte. Por favor.
Paula sintió un nudo en la garganta. Había tenido tanto miedo de dejarlo asumir el control, había estado tan asustada porque Pedro quisiera ayudarla por las razones equivocadas. Pero ahora las cosas eran diferentes.
—Gracias, Pedro. Creo que trabajando con JP podría conseguirle un buen equipo, pero con tu ayuda, espero que podamos conseguir un gran equipo.
El cuerpo de él estaba tenso, la hamburguesa intacta.
—Me gustaría concertar una entrevista para JP con Agustin de los Outlaws.
Ella frunció el ceño confusa.
—Los Outlaws ya tienen suficientes receptores.
De repente, lo entendió. Pedro iba a retirarse. Sintió como si la hubiese golpeado en el estómago. No podía imaginar al equipo sin Pedro, los domingos sin él en el campo. Estaba mal. Era un error. Sin embargo, sabía que estaba lesionado porque lo había visto cojear, había sentido sus cicatrices en las puntas de sus dedos.
Él la observó procesar la noticia.
—Lo llevo pensando desde hace tiempo. Me niego a ser una carga para mi equipo, una decepción para los aficionados.
Era difícil hablar.
—¿Desde cuándo lo estás pensando?
—Lo llevo gestando desde hace un tiempo, pero trabajar con JP realmente me aclaró las cosas. He llegado a mi límite solo por ver si podía ir a su ritmo.
—Tú puedes —protestó poco dispuesta a aceptar su decisión. Sería una gran pérdida—. Todavía eres un gran jugador —dijo.
—No me recupero como solía hacerlo. Me despierto por la mañana y sé que la rigidez no va a irse hasta el día siguiente. Temo empezar a bloquearme, ese no es el tipo de juego que quiero hacer.
—Está bien —dijo lentamente— vamos a trazar un plan de salida.
Emocionalmente, odiaba la decisión que él estaba tomando.
Profesionalmente, sabía que tenía razón.
—Obviamente tienes un gran futuro por delante, dando conferencias, tal vez escribiendo artículos, o en el mundo de la moda si te interesa.
¿Qué diablos iban a hacer los Outlaws sin el mejor receptor del país? Odiaba tener que dar la noticia al equipo.
Él negó con la cabeza.
—Vamos a ver qué sucede cuando la gente se entere de mi pasado.
Eso la irritó.
—Pedro, eres un hombre increíble que cometió un error en su juventud. Bueno, tal vez deberías haberlo aclarado todo hace tiempo, pero tu amigo está bien ahora, ¿no?
Un poco a regañadientes, él asintió.
—Mejor que bien. Genial.
El teléfono sonó y ella miro la pequeña pantalla.
—Es mi padre —entonces descolgó para contestar.
—Debería haber sabido que te estás acostando con él.
El miedo dominó su corazón.
—¿Disculpa?
—No comprendía por qué Pedro quería trabajar contigo —dijo su padre— ahora lo sé.
—Nosotros no estamos… —comenzó a decir queriendo negar desesperadamente la acusación, aun siendo verdad.
—Te espero en mi despacho a las ocho de la mañana.
Tomas cortó la comunicación, ella cuidadosamente puso el teléfono en la mesa al lado de su hamburguesa.
—Se ha enterado de lo nuestro.
Pedro agarró su mano.
—Todo está bien.
Ella retiró la mano.
—No, no lo está. Ahora nunca me tomará en serio. Va a pensar que me acuesto con todos mis clientes y que así es como consigo que firmen conmigo, —una lágrima rodó por su rostro— por acostarme con ellos.
—Él sabe que tú nunca harías eso.
Ella parpadeó apartando las lágrimas.
— Tú lo creíste.
Una chispa de rabia iluminó los ojos de Pedro.
—Sabes que siento mucho haber pensado que tenías algo con JP. Estaba celoso y debería de haberte conocido mejor. Me voy a retirar porque llegó la hora, no porque quiera ayudarte desesperadamente y por eso te estoy ofreciendo a JP en mi lugar. El debería jugar en los Outlaws porque tiene talento y ellos son el mejor equipo para él. Punto final.
Paula no sabía qué decir o hacer. No quería que se enfadase con ella. ¿Acaso no sabía lo mucho que lo amaba? ¿Cuánto lo había amado siempre?
—Sé que lo estropeé todo muchas veces —continuó él con voz cruda—. No reconocí a mi verdadero amor incluso cuando estuvo ante mis narices durante tanto tiempo. No vi a la auténtica e increíble mujer que eres, pero ya no estoy ciego.
El cerebro de Paula gritó las palabras “te amo” pero no consiguió que su boca las dijera. Algo en su interior, una parte suya herida, que tenía más preguntas que respuestas, contenía las palabras.
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