BELLA ANDRE
viernes, 28 de octubre de 2016
CAPITULO 20 (PRIMERA HISTORIA)
Más tarde, durante el paseo de noventa minutos de San Francisco hasta Napa, Paula no pudo negar la sensación de que algo había cambiado. Por alguna razón Pedro estaba en su camino para ser agradable. Atento. Incluso dulce.
Sabía que la deseaba. Y cuanto más claro lo mostraba, estaba menos inmune.
Ya era preocupante tener que hacer esto en casa completamente vestida. Malamente conseguía mantener las bragas en su lugar durante un viaje en coche de noventa minutos, ¿Cómo podría en los próximos once días? Cada hora que pasaba, le dejaba más claro que quería estar con ella, acostarse con ella, darle placer y también tomarlo.
¡Si pudiese confiar que no cambiaría y rompería su corazón de nuevo!
Felizmente él interpretó mal su silencio.
—¿Tienes miedo a cómo voy a actuar en la fiesta? ¿Coger a todas las mujeres, arrancarles la ropa y saltar desnudo en la fuente?
Ella observó sus acentuados pómulos, la fuerte nariz, la boca llena. Aquellos ojos castaño oscuro, que tocaban directamente en sus entrañas.
Sorprendentemente lo que vio en ellos la tranquilizó, por alguna razón que no entendió, él iba a comportarse.
—¿Heriría tus sentimientos si dijera que no?
Mantuvo su mirada en ella.
—No te preocupes, las compensaré más tarde.
Instintivamente ella sonrió.
—No tengo duda de que lo harás.
Finalmente se pararon frente a la propiedad del viñedo y él extendió la mano para ayudarla a salir del coche y sintió su calor envolviéndola. Cuando la limusina se apartó continuaron juntos por el porche dorado, la mano de él estaba en la suya.
—¿Te he dicho lo bonita que estás?
—Gracias.
—No estoy hablando solo por esta noche.
No, no podía decir algo parecido cuando su resistencia estaba tan baja. No podía darse el lujo de que su admiración la hundiese.
—Tú también estás bien. Me gusta el traje.
—Se lo diré a ellos para culparte.
—¿Por qué? — ella inclinó la cabeza.
—Están pagando por esta ostentación. Normalmente uso mis dientes con incrustaciones de diamantes para eventos como éste.
Ella frunció el ceño.
—No es verdad. — entonces cuando el no dijo nada preguntó—¿Lo es?
Se rió.
—Eres muy fácil.
De repente apareció el anfitrión en la parte superior de las escaleras al lado de la fuente de estilo toscano.
—Aquí estás, el hombre del momento,Pedro Alfonso. Y claro, con una bella mujer en los brazos.
Cuando Gordon Montague bajó los escalones, ella intentó apartarse de Pedro. No era su novia; era su guardiana y se quedaría lo suficientemente cerca para mantener un ojo sobre él.
Pero no la dejó ir, al contrario, puso su mano en la parte inferior de su espalda. Exactamente donde su mano siempre había parecido estar.
—Gordon Montague a tu disposición —el anfitrión levantó la mano de ella a los labios en un gesto que debía haber parecido galante pero fue repugnante.
Paula luchó con el deseo de mover los ojos.
—Gracias por permitirme acompañar a Pedro a su fiesta.
Gordon giró hacia el hombre devastador a su lado.
—Hasta una estrella como tú empalidece en comparación a la belleza arrebatadora de tu acompañante.
—Ey, Monty — dijo Pedro pretendiendo darle la mano para evitar el control que ejercía sobre ella —¿cómo estás? ¿Qué hay en la agenda de esta noche?
Lo estaba haciendo nuevamente. Siempre socorriéndola.
—Buscamos fondos para la leucemia — giró hacia Paula— la amiga de la hermana de mi esposa se murió de esa enfermedad.
La preocupación fingida no encajaba con Gordon.
Pedro sonrió.
—Siempre estoy listo para una buena causa, ¿a quién te gustaría que conociese primero?
Era tan irreverente, no estaba ni un poco afectado por el dinero de Gordon, sus conexiones, su poder. Ella había crecido en aquel mundo, pero nunca había aprendido a no considerarlo serio. Podría aprender alguna cosa de él.
Gordon los llevó hacia adentro y, conforme la noche pasaba de cocteles y aperitivos a una gran cena con vinos caros, se vio claramente que nadie sabía exactamente quién era. ¿Era la novia de Pedro? ¿Su socia? ¿Una fan?
No quería dejarlo mal diciendo fui contratada para vigilarlo.
Pero no quería tampoco que la gente pensase que era la más reciente de una larga serie de conquistas de solo una noche. Se conformó con ser agradable pero distante, cuando contestaba preguntas curiosas. Se estaba divirtiendo, por lo menos. Y estaba próxima a Pedro, pero no muy cerca.
Inesperadamente, una mujer adorable que parecía fuera de lugar en un vestido de lino azul lo empujó a un lado
—Soy la hermana de Gordon, Gina, la oveja negra de la familia. Tú debes de ser el cerdo premiado.
Pedro no se sintió ofendido, apretó su mano y dijo que era un placer conocerla.
—Me temo, sin embargo, que no podré estar muy cerca de ti durante mucho tiempo. Cuando un hombre es tan guapo como tú es peligroso dar a alguien la posibilidad de hacer comparaciones — Gina gesticuló en dirección a Paula. — Aunque tengo que decir que los dos hacen buena pareja.
Pedro miró hacia Paula.
—Te lo dije — entonces habló a Gina — ella no quiere creer en mí.
Paula le mostró los dientes esperando que esto pareciese una pequeña sonrisa.
—Eso es porque nunca he oído a tantas personas usar la palabra guapo para describir a un hombre.
Gina sonrió.
—Recuerda mis palabras, esta chica es adecuada para ti. No está ciega por tu éxito y brillo.
Paula se sintió completamente transparente y no pudo definir el momento exacto en que Pedro la conquistó; todo lo que sabía es que lo había hecho y lo había hecho en silencio.
Y no podía dejarlo hacer eso. No importaba lo que pasase.
—Con permiso, necesito usar el baño.
Corrió por el lujoso salón de baile, buscando un lugar en el que esconderse unos minutos, intentando recuperar el equilibrio. Fue a la cocina, donde vio una escalera estrecha y mal iluminada que esperaba que fuese el camino para las habitaciones de las empleadas.
La escalera parecía no terminar nunca, quedando más oscura a cada paso, subiendo hasta una torre secreta. Algo le decía que volviese, que no debía invadir la casa de unos extraños, pero tenía más miedo al hombre devastadoramente guapo que la esperaba en la parte baja de la escalera que a que la cogiesen.
Siguió subiendo y sintió un interruptor de la luz a lo largo de la pared mientras oía pasos detrás de ella momentos antes de apretarlo y jadear en voz alta.
Lo alto de la torre secreta de Gordon Montague era un refugio sexual completamente equipado… el último lugar en la tierra donde quería que Pedro la encontrase.
Pero solo por el calor que sentía a su espalda, él la había encontrado.
CAPITULO 19 (PRIMERA HISTORIA)
Paula tenía la habilidad de llegar al punto más cercano, pensó Pedro mientras hacía trescientas diez flexiones. Se estaba forzando a sí mismo intentando librarse de la energía incansable que lo atravesaba.
A través de la pared de cristal podía verla sentada en el café del gimnasio conversando por su móvil, tomando notas y tecleando en su ordenador. Estaba siempre centrada, siguiendo las normas. Tampoco sonreía lo suficiente.
Ella cogió un vaso de plástico transparente con el logo verde transparente que los entrenadores insistían que contenía proteínas y tomó un trago. Su rostro se arrugó hacia arriba y sus mejillas sudaron en obvio disgusto.
Otra cosa que tenían en común, pensó cuando furtivamente escupió en el vaso después de mirar alrededor para asegurarse de que nadie la estaba mirando.
Parecía distraída aquella mañana y esperaba saber el por qué. En la larga noche había caído en sueños triple X entre los dos. Ella en él, él en ella. En el estilo perrito, contra la pared. Sesenta y nueve.
En sus sueños la tenía de todas las maneras posibles.
¿Sería demasiado pensar que no fuese más inmune a él que él a ella?
Salió del banco de ejercicios y cogió una barra de aproximadamente treinta kilos para trabajar sus tríceps. ¿No sería patético tener una erección en un gimnasio? Tenía que parar de actuar como un adolescente que soñaba con su primer culo.
Dominic DiMarco, uno de los veteranos de los Outlaws, caminaba por el gimnasio y lo vio hablar con Paula. Cuando ella rió, los celos lo atravesaron.
Era de los pocos tipos de los Outlaws que se iba a casa solo después de un juego y no se quemaba con fans que lo acosaban. Una chica como Paula probablemente era lo que estaba buscando, la mujer perfecta, bonita e inteligente para sentar la cabeza.
Mientras, él estaba estropeándolo todo y desperdiciando su tiempo.
Sus tríceps quemaban mientras levantaba el peso más fuerte por los celos y la frustración.
Dominic soltó su bolso de gimnasia en el suelo entre ellos y levantó algunas pesas.
—¿Paula está contigo?
¡Diablos! Ya estaban en la fase de llamarse por su nombre de pila.
—Estoy viviendo con ella — dijo, sintiéndose como un idiota por intentar reivindicarla antes que su amigo. Nunca había actuado como un cobarde antes.
El otro se rió.
—Agustin me dijo que tu nuevo consultor de imagen te ataba en corto — su rostro hizo una mueca de dolor— diría que es un buen momento para ser un perro — entonces preguntó —¿Te gusta estar con ella?
Pedro gruñó mientras hacía su última repetición.
—Todo bien, dijo de un modo improvisado. Hora de cambiar de asunto —¿Tu hombro todavía te está dando problemas?
Dominic cogió un peso menor.
—Un poco, — admitió — Paula dice que os conocéis desde el instituto. Es muy bonita.
Pedro podía pensar cien palabras mejores para describirla que bonita.
—¿Estás pensando en establecerte? — preguntó Dominic.
Él forzó una risa.
—De ninguna manera, no con toda la acción que consigo — sonó vacío, incluso para él.
—Sé que no estás pidiendo mi consejo — dijo Dominic soltando los pesos y mirándolo en el espejo — diablos, probablemente no necesites esto. Olvida lo que he dicho.
Pedro se sentó en el banco inclinado, percibiendo que no dolería si le dejase decir lo que estaba pensando.
—Estoy escuchando.
—He tenido algunas malas decisiones en el pasado — Dominic meneó la cabeza.
Pedro lo aceptó, preguntándose adónde quería llegar con aquello. Nunca le había dado importancia a las opiniones de las personas, pero Dominic tenía años de experiencia para creer cualquier cosa que dijese.
—Si tienes la suficiente suerte de encontrar alguien especial, no la dejes ir. Ya tienes fama y dinero, pero no siempre la tendrás.
CAPITULO 18 (PRIMERA HISTORIA)
Paula se despertó sólidamente enrollada en su almohada extra. Sentía los ojos arenosos e hinchados y la luz más brillante de lo habitual.
¡Oh señor! Mientras él dormía tranquilamente en la habitación de al lado, ella estaba desesperada por un sueño mojado que le había parecido totalmente real.
Bien. Nunca conseguiría acabar ese trabajo sin una seria dosis de pensamientos positivos, por lo tanto, de ahora en adelante, mantendría sus emociones firmemente bajo control y su mente en los negocios.
Javier, el agente de Pedro, la había ocupado el resto de la tarde del día anterior con su agenda fuera de temporada durante una reunión telefónica , además, por la noche, ella y Pedro participarían en un importante evento de caridad en los viñedos de Napa Valley.
Se sentó y miró el reloj para ver la hora. ¿Eran las doce del mediodía?
Pestañeó vigorosamente y miró de nuevo. Su reloj biológico siempre la había despertado a las seis y media de la mañana, incluso cuando cambiaba de huso horario.
¿Cómo pudo pasar esto?
Pedro lo había alborotado todo. Totalmente.
Se fue a la ducha, después se secó el pelo, se maquilló y se vistió en un tiempo récord. Entonces, fue a la cocina en busca de café deseando que Pedro estuviese absorto en la televisión o algo por el estilo.
No tuvo tanta suerte.
Estaba en un rincón soleado cerca de ella, la mesa de mármol de la cocina estaba escondida debajo de una fila de ventanas. Parecía que tenía varios contratos esparcidos frente a él y un bloc de notas amarillo lleno de garabatos.
Bien. Estaba trabajando duro mientras ella dormía toda la mañana. Una vez más había conseguido estar un paso por delante de ella.
—Creí que te gustaría un poco de café — le dijo — acabo de preparar una cafetera. ——como si pudiese leer en su mente, prosiguió — tengo el hábito de despertarme temprano para entrenar en el campo de la facultad. Nunca he podido dormir hasta mediodía como otros tipos.
Ella asintió con la cabeza y se sirvió una taza grande de café humeante, no confiando en sí misma para hablar hasta que absorbiese su dosis diaria de cafeína.
Demonios, tampoco confiaba en sí misma para estar en la misma habitación que él. Si su sueño fuese una indicación de su falta de sexo, estaba peligrosamente baja en autocontrol.
—Generalmente también me levanto temprano — dijo ella a la defensiva y odiándose por ello.
Él se sentó de nuevo en su silla.
—¿Algo te ha mantenido despierta ayer por la noche?
Ella hizo una mueca por el golpe bajo. Cogiendo un plátano, del frutero de la encimera de la cocina se sentó en la silla del otro lado de la mesa de la tentación.
—Tuve que llevarme trabajo a la cama — respondió. Cuando se dio cuenta de que literalmente había llevado su trabajo a la cama, se ruborizó. ¡Diablos! nunca se ruborizaba, como era una rubia de piel clara había sido enseñada desde muy temprano a no revelar sus emociones fácilmente.
Bien fuera en situaciones personales o profesionales, mantener el control era vitalmente importante.
—Ummm, hmm — dijo él.
¿Estaba imaginando un tono ligeramente burlón en su voz?
¿O era un sentimiento de culpa?
Como si la rotación de la tierra dependiese de esto, abrió el plátano y empezó a mondarlo. Pronto la firme pulpa amarilla estaba preparada para ser comida.
Justo cuando estaba llevando la punta a sus labios, lo miró.
Sus ojos estaban fijos en su boca y en el plátano que ella sostenía en su mano.
¡Oh! Diablos, ¿cómo un café de la mañana podía volverse tan caliente?
Su primera intención fue soltar el plátano. Pero algo dentro de ella quería castigarlo por sus insultos en los sueños de la pasada noche. Nunca se había sentido así nunca antes, constantemente tentada y al borde de hacer cosas malas.
Lentamente llevó el plátano a sus labios. Cubriendo la punta con la boca, chupó un trozo y después otro y otro.
Finalmente, dio un bocado lento y, cerró los ojos con placer mientras masticaba.
Oyó la taza de café de Pedro caer a la mesa con un ruido y sonrió. Se sentía mucho mejor cuando estaban en el mismo campo de juego.
—Nuestro primer evento es hoy por la noche — dijo ella — En Napa.
El se movió en su silla.
—No te pongas aquel vestido rojo nuevamente.
—¿Cómo? — dijo ella nítidamente aún cuando no vistiese algo tan sensual en el trabajo nunca. La pasada noche había sido la primera vez y se lo había comprado en un impulso; era mucho más revelador que su estilo habitual.
Su madre siempre decía que los hombres no podían controlarse y que no había necesidad de vestirse como una prostituta para hacerse notar. Y aunque Paula sabía que su madre estaba amargada a causa de las jóvenes de pechos grandes con las que su padre no escondía que se acostaba, había tomado su consejo de corazón.
—No lo entiendas mal, estabas bien con él. Muy hermosa.
A ella le gustó su elogio. Le gustó mucho. Era la hora de poner a Pedro firmemente en su lugar.
—Tu equipo me contrató para decirte como vestirte. No al contrario.
—Lo entiendo, pero Montague es un viejo sucio y si usas ese vestido te mirará los pechos toda la noche, intentando tocarte cuando piensa que nadie lo mira. Por eso, te va a seguir toda la noche como un perro persiguiendo un hueso.
—Eres la primera persona que me ha comparado con un hueso de perro. Es un elogio para recordar.
—De nada.
El sonrió y ella no pudo contener el devolverle la sonrisa. Era muy fácil sentarse con él así, tomando el café de la mañana, incluso cuando se estaban criticando el uno al otro.
Ella gesticuló hacia los papeles.
—¿Tienes contratos para examinar?
Él los juntó.
—Mi agente me mandó algunos nuevos contratos de publicidad. No creerías la cantidad de papeles con los que tengo que lidiar.
Él estaba seguro. Hubiese jurado que los jugadores de futbol eran nada más que sujetos grandes y mudos, con sus pantalones blancos apretados persiguiendo una pelota durante las tormentas de granizo. Antes, nunca había pensado en ellos como hombres de negocios. Ahora lo entendía mejor.
—Hablando de tu agente, ha enviado su agenda con la programación. Ya he tachado varios eventos impropios.
El levantó la cabeza, cogió las tazas de café vacías y las puso en el fregadero. Nunca había sentido tanto placer en verlo con unos vaqueros y una camiseta hasta ahora.
El deseo casi la deshizo. Enfadada por su reacción añadió
—No me importa qué acompañantes quisieras llevar a las fiestas de caridad. De ahora en adelante vas a ir solito, conmigo solo un paso detrás.
—Soy todo tuyo — respondió con un tono bajo y sensual, dejándola deliberadamente explorar la idea de ser realmente de él.
Así como había pasado en su sueño la noche pasada, cuando lo había cogido y lo había tenido a su manera.
—La única cosa que no es negociable es el entrenamiento de futbol — prosiguió.
—Pensé que el entrenamiento no empezaba hasta julio.
—No empieza. Soy entrenador voluntario en un campamento de niños. El mejor y el más brillante.
Ella se sorprendió y habló pensativa.
—Debe de ser como mirarse en el espejo.
Podría jurar que los ojos de él estaban nublados.
—A veces lo es.
—Debe de haber mucha presión en esos niños — dijo ella y sus ojos se encontraron. Por unos segundos vio todo lo que él quería mantener escondido.
Aquello la tocó directo en el pecho. Ella quería estar cerca de él, pero, ¿realmente podría correr el riesgo de derrumbar los muros que había levantado para proteger su corazón y descubrir más?
—Necesito ejercitarme algunas horas. Voy a recoger unas cosas para que podamos ir al gimnasio.
Tan rápidamente como se abrió a ella, se cerró y ella se sintió extrañamente sola en su cocina caliente y confortable.
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