BELLA ANDRE

viernes, 28 de octubre de 2016

CAPITULO 18 (PRIMERA HISTORIA)



Paula se despertó sólidamente enrollada en su almohada extra. Sentía los ojos arenosos e hinchados y la luz más brillante de lo habitual.


¡Oh señor! Mientras él dormía tranquilamente en la habitación de al lado, ella estaba desesperada por un sueño mojado que le había parecido totalmente real.


Bien. Nunca conseguiría acabar ese trabajo sin una seria dosis de pensamientos positivos, por lo tanto, de ahora en adelante, mantendría sus emociones firmemente bajo control y su mente en los negocios.


Javier, el agente de Pedro, la había ocupado el resto de la tarde del día anterior con su agenda fuera de temporada durante una reunión telefónica , además, por la noche, ella y Pedro participarían en un importante evento de caridad en los viñedos de Napa Valley.


Se sentó y miró el reloj para ver la hora. ¿Eran las doce del mediodía?


Pestañeó vigorosamente y miró de nuevo. Su reloj biológico siempre la había despertado a las seis y media de la mañana, incluso cuando cambiaba de huso horario.


¿Cómo pudo pasar esto?


Pedro lo había alborotado todo. Totalmente.


Se fue a la ducha, después se secó el pelo, se maquilló y se vistió en un tiempo récord. Entonces, fue a la cocina en busca de café deseando que Pedro estuviese absorto en la televisión o algo por el estilo.


No tuvo tanta suerte.


Estaba en un rincón soleado cerca de ella, la mesa de mármol de la cocina estaba escondida debajo de una fila de ventanas. Parecía que tenía varios contratos esparcidos frente a él y un bloc de notas amarillo lleno de garabatos. 


Bien. Estaba trabajando duro mientras ella dormía toda la mañana. Una vez más había conseguido estar un paso por delante de ella.


—Creí que te gustaría un poco de café — le dijo — acabo de preparar una cafetera. ——como si pudiese leer en su mente, prosiguió — tengo el hábito de despertarme temprano para entrenar en el campo de la facultad. Nunca he podido dormir hasta mediodía como otros tipos.


Ella asintió con la cabeza y se sirvió una taza grande de café humeante, no confiando en sí misma para hablar hasta que absorbiese su dosis diaria de cafeína.


Demonios, tampoco confiaba en sí misma para estar en la misma habitación que él. Si su sueño fuese una indicación de su falta de sexo, estaba peligrosamente baja en autocontrol.


—Generalmente también me levanto temprano — dijo ella a la defensiva y odiándose por ello.


Él se sentó de nuevo en su silla.


—¿Algo te ha mantenido despierta ayer por la noche?


Ella hizo una mueca por el golpe bajo. Cogiendo un plátano, del frutero de la encimera de la cocina se sentó en la silla del otro lado de la mesa de la tentación.


—Tuve que llevarme trabajo a la cama — respondió. Cuando se dio cuenta de que literalmente había llevado su trabajo a la cama, se ruborizó. ¡Diablos! nunca se ruborizaba, como era una rubia de piel clara había sido enseñada desde muy temprano a no revelar sus emociones fácilmente.


Bien fuera en situaciones personales o profesionales, mantener el control era vitalmente importante.


—Ummm, hmm — dijo él.


¿Estaba imaginando un tono ligeramente burlón en su voz? 


¿O era un sentimiento de culpa?


Como si la rotación de la tierra dependiese de esto, abrió el plátano y empezó a mondarlo. Pronto la firme pulpa amarilla estaba preparada para ser comida.


Justo cuando estaba llevando la punta a sus labios, lo miró. 


Sus ojos estaban fijos en su boca y en el plátano que ella sostenía en su mano.


¡Oh! Diablos, ¿cómo un café de la mañana podía volverse tan caliente?


Su primera intención fue soltar el plátano. Pero algo dentro de ella quería castigarlo por sus insultos en los sueños de la pasada noche. Nunca se había sentido así nunca antes, constantemente tentada y al borde de hacer cosas malas.


Lentamente llevó el plátano a sus labios. Cubriendo la punta con la boca, chupó un trozo y después otro y otro. 


Finalmente, dio un bocado lento y, cerró los ojos con placer mientras masticaba.


Oyó la taza de café de Pedro caer a la mesa con un ruido y sonrió. Se sentía mucho mejor cuando estaban en el mismo campo de juego.


—Nuestro primer evento es hoy por la noche — dijo ella — En Napa.


El se movió en su silla.


—No te pongas aquel vestido rojo nuevamente.


—¿Cómo? — dijo ella nítidamente aún cuando no vistiese algo tan sensual en el trabajo nunca. La pasada noche había sido la primera vez y se lo había comprado en un impulso; era mucho más revelador que su estilo habitual.


Su madre siempre decía que los hombres no podían controlarse y que no había necesidad de vestirse como una prostituta para hacerse notar. Y aunque Paula sabía que su madre estaba amargada a causa de las jóvenes de pechos grandes con las que su padre no escondía que se acostaba, había tomado su consejo de corazón.


—No lo entiendas mal, estabas bien con él. Muy hermosa.


A ella le gustó su elogio. Le gustó mucho. Era la hora de poner a Pedro firmemente en su lugar.


—Tu equipo me contrató para decirte como vestirte. No al contrario.


—Lo entiendo, pero Montague es un viejo sucio y si usas ese vestido te mirará los pechos toda la noche, intentando tocarte cuando piensa que nadie lo mira. Por eso, te va a seguir toda la noche como un perro persiguiendo un hueso.


—Eres la primera persona que me ha comparado con un hueso de perro. Es un elogio para recordar.


—De nada.


El sonrió y ella no pudo contener el devolverle la sonrisa. Era muy fácil sentarse con él así, tomando el café de la mañana, incluso cuando se estaban criticando el uno al otro.


Ella gesticuló hacia los papeles.


—¿Tienes contratos para examinar?


Él los juntó.


—Mi agente me mandó algunos nuevos contratos de publicidad. No creerías la cantidad de papeles con los que tengo que lidiar.


Él estaba seguro. Hubiese jurado que los jugadores de futbol eran nada más que sujetos grandes y mudos, con sus pantalones blancos apretados persiguiendo una pelota durante las tormentas de granizo. Antes, nunca había pensado en ellos como hombres de negocios. Ahora lo entendía mejor.


—Hablando de tu agente, ha enviado su agenda con la programación. Ya he tachado varios eventos impropios.


El levantó la cabeza, cogió las tazas de café vacías y las puso en el fregadero. Nunca había sentido tanto placer en verlo con unos vaqueros y una camiseta hasta ahora.


El deseo casi la deshizo. Enfadada por su reacción añadió
—No me importa qué acompañantes quisieras llevar a las fiestas de caridad. De ahora en adelante vas a ir solito, conmigo solo un paso detrás.


—Soy todo tuyo — respondió con un tono bajo y sensual, dejándola deliberadamente explorar la idea de ser realmente de él.


Así como había pasado en su sueño la noche pasada, cuando lo había cogido y lo había tenido a su manera.


—La única cosa que no es negociable es el entrenamiento de futbol — prosiguió.


—Pensé que el entrenamiento no empezaba hasta julio.


—No empieza. Soy entrenador voluntario en un campamento de niños. El mejor y el más brillante.


Ella se sorprendió y habló pensativa.


—Debe de ser como mirarse en el espejo.


Podría jurar que los ojos de él estaban nublados.


—A veces lo es.


—Debe de haber mucha presión en esos niños — dijo ella y sus ojos se encontraron. Por unos segundos vio todo lo que él quería mantener escondido.


Aquello la tocó directo en el pecho. Ella quería estar cerca de él, pero, ¿realmente podría correr el riesgo de derrumbar los muros que había levantado para proteger su corazón y descubrir más?


—Necesito ejercitarme algunas horas. Voy a recoger unas cosas para que podamos ir al gimnasio.


Tan rápidamente como se abrió a ella, se cerró y ella se sintió extrañamente sola en su cocina caliente y confortable.




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