BELLA ANDRE
miércoles, 9 de noviembre de 2016
CAPITULO 20 (SEGUNDA HISTORIA)
Paula tomó un sorbo de champagne en la recepción con Pedro rondando cerca de su hombro. No la perdía de vista e incluso casi gruñía a cualquier hombre que la mirase.
No debería sentirse feliz por la forma en que estaba actuando —Si no la quería, ¿Entonces por qué otro hombre no podía entrar en juego?— pero de todas formas estaba feliz.
Quería que estuviera pendiente de ella, después de tanto tiempo negándose a sí misma la emoción de ser deseada.
Era el momento de tomar una decisión. ¿Debía dejarle muy claro a Pedro que la había utilizado y apartarse de la red sensual que constantemente tejía a su alrededor? ¿O debía ceder al placer sensual de estar con él, darle lo que parecía desear de ella en ese momento, sabiendo que no había futuro para su sorprendente relación amorosa?
El atractivo director se acercó a ellos sonriendo. Tenía la sensación que aquello iba a ser muy divertido, especialmente teniendo en cuenta el profundo gesto que mostraba Pedro.
—Pedro —dijo el hombre—. Es un gran placer conocerlo. Soy Hernan Albright. Ha hecho algo maravilloso por estos niños.
Pedro gruñó algo que podría haber sido:
—Mucho gusto.
Pero a Paula le sonó a algo así como:
—¡Lárgate!
Hernan se giró hacia ella.
—No puedo creer que todavía no nos conozcamos.
Ella sonrió y abrió la boca, pero Pedro fue más rápido.
—Es mi agente, Paula Chaves.
Le dio a Pedro un codazo en su impresionantemente duro estómago, ofreciendo la mano a Hernan.
—Me alegro de conocerle. Ha sido un discurso fantástico.
—Gracias —los ojos de Hernan brillaron—. Realmente creo en lo que estamos haciendo aquí.
Ella asintió con la cabeza, acercándose un poco más al director de la escuela
—Yo también —era una maldad por su parte ya que no estaba interesada en Hernan. Pero no podía resistirse a jugar con Pedro. Le vendría bien tener que trabajar para ganar su atención en aquel momento, sobre todo porque había tomado su decisión: estaba accediendo alegremente a tener una aventura sin compromiso con él.
Pedro le quitó la copa medio llena de las manos.
—Hora de irse.
Ella volvió a coger otra copa llena de la bandeja de un camarero que pasaba.
—Nos vemos después.
Si no hubiera estado tan segura de su habilidad para tener a Pedro dominado con el dedo meñique —al menos sexualmente— habría temblado hasta los talones. Porque parecía enloquecido. Era el tipo de locura con la que todos los domingos apartaba de su camino a los defensores de línea de ciento cuarenta kilos.
Sorprendentemente Hernan parecía ajeno a los juegos de poder en torno a él.
—¿Qué tal si nos vemos en un lugar más tranquilo para hablar? —Le preguntó, ignorante por completo de la intensa mirada mortal que Pedro le dirigió.
—Me temo que Paula tiene que tratar un detalle del contrato conmigo —dijo tan suave como la mantequilla—. Tal vez en otro momento.
Paula se volvió hacia Hernan.
—¿Podría, por favor, traerme una copa? Tengo que hablar con mi cliente y ahora vuelvo.
Hernan asintió, mirándolos indeciso.
—Claro que sí.
Paula se llevó a Pedro fuera de la habitación llena de gente, por la puerta trasera hacia los vestuarios. Empujando la puerta recién pintada la mantuvo abierta para que pasara.
Una de sus grandes fantasías había sido hacer el amor con él en el vestuario y esta noche esperaba convertir el sueño en realidad.
Sin embargo, no quería ponérselo demasiado fácil.
—No sé lo que estás intentado demostrar, pero soy una persona adulta que puede hablar por sí misma.
El vestuario estaba casi a oscuras, excepto por la luz de la luna que entraba por la ventana encima de los armarios.
Dispuesto a seguir el juego, la inmovilizó con sus fuertes brazos contra la hilera de casilleros rojos.
—Estoy escuchando —dijo en con una voz grave que la humedeció de nuevo.
Le costó todo el control que poseía no empezar a besarlo, o recorrer con las manos su musculoso tórax.
—Acércate más —dijo ella—. Solo te lo voy a decir una vez.
Él se acercó, el pecho duro presionando sus doloridos senos.
—Si quiero salir con alguien, lo haré. Y si quiero tomar una copa con un tipo como Hernan, también lo haré.
Los ojos de él se oscurecieron cuando se clavaron en ella.
—No.
El corazón le martilleó en el pecho.
—¿Qué derecho tienes a decir eso?
Pasó el pulgar derecho eróticamente contra su labio inferior.
—Porque te quiero.
Se lo pasó por la barbilla.
—Porque te necesito.
Lo restregó entre sus omóplatos.
—Porque eres mía.
Ella se estremeció de deseo.
—Llevo toda la noche deseando besarte. Quiero poseerte aquí mismo, con las piernas rodeándome y quiero mi polla profundamente dentro de ti cuando te corras.
Ella no era capaz de respirar, le temblaban las rodillas.
—Di que no —susurró él—, dime que me vaya y lo haré. Me matará, pero juro por Dios que te dejaré en paz.
—Quédate —susurró ella, poniéndole la mano en el pecho, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Poniéndose de puntillas, le dio un beso suave en los labios. Sabía a champagne y a deseo.
Un gemido bajo salió de la garganta de Pedro.
—No voy a poder aguantar mucho —dijo aplastando su boca contra la de ella.
Su lengua bailaba con la de Paula mientras movía las manos arriba y abajo por su cuerpo. Cada punto que tocaba cobraba vida, ella se acercó más, su gruesa erección presionando contra su vientre, marcándola con su deseo.
Las manos que acariciaban sus pechos desaparecieron. Ella las quería de vuelta en sus sensibles pezones. Un toque, la menor presión de su boca en los pechos, y explotaría.
Pero lo sintió levantándole la falda, rasgando con los dedos las medias.
—No puedo esperar un segundo —rápidamente, se desabrochó el pantalón, deslizó un preservativo sobre su eje, y Paula instintivamente lo rodeó con las piernas cuando la levantó del suelo. Se introdujo en ella con un golpe profundo, sus espaldas chocaron contra el armario de metal, produciendo un gran ruido.
—¡Pedro! —gritó ella cuando su gemido de “Jesús” retumbó por las paredes y el suelo, el ruido sordo de los armarios golpeando se unió a sus voces. Una y otra vez se hundió en ella, empujándola contra él, para retirarse dejando solo la punta.
Estaba poseyéndola más duramente que nunca, y Paula amaba cada segundo de ello, encantada de hacerle perder el control. Sus pechos chocaban contra la pared dura de su pecho con cada impulso, se alegraba de haberse puesto un sujetador fino de encaje. Incluso en la agonía de los espasmos del orgasmo, él cambió de posición de manera que su hueso púbico rozase contra el clítoris, un orgasmo fuerte y poderoso se apoderó de ella.
El miembro de Pedro creció más y más cuando sus músculos se apretaron contra él. Quería sentirlo ardiente y vivo en su interior, sin la funda de látex entre ellos, pero tendría que contentarse con aquello, cuando él comenzó a eyacular, Paula lo besó con cada gramo de amor que había en su corazón. Nunca podría decirle las palabras en voz alta, pero no podía impedir que su cuerpo dijera la verdad.
La abrazó con fuerza contra él, el rápido latido de su corazón golpeaba contra el suyo.
—Tú vienes a casa conmigo —dijo contra su cabello—. Esto no acaba aquí.
Oh, sí. Quería pasar la noche en su cama, envuelta en sus fuertes brazos.
Una voz en su cabeza intentó advertirla, diciéndole que pensara bien las cosas, que dejaran de besarse y tocarse y realmente hablara con él sobre sus sentimientos. Cerró la puerta a la voz de la razón no deseada. Todo lo que quería era estar con su amante.
CAPITULO 19 (SEGUNDA HISTORIA)
Pedro resistió el deseo de barrer nuevamente el aparcamiento para ver a Paula. Había estado en eventos como aquel un millón de veces; no necesitaba que una agente lo cogiese de la mano. Infierno, no debería necesitar verla de aquella manera. Habían pasado apenas algunas horas desde que había tenido sexo con ella y ninguna otra mujer se había apoderado de su cabeza, y de su cuerpo, tan deprisa.
Estaba orgulloso de lo que su fama y dinero habían hecho en Inner Sunset, distrito de San Francisco. Aquellos chicos no tenían equipos de fútbol en sus escuelas porque el distrito no contaba con dinero para campos, luces, uniformes o entrenadores. El estadio Alfonso era apenas el principio. Él encabezaba un consejo compuesto por algunos de los grandes negociantes locales junto con otros millonarios con los que había hecho amistad a lo largo de los años. Sin embargo ahora su realización le pareció vacía.
Estaba oyendo a un profesor decir lo excitados que estaban los chicos por poder verlo cuando su piel empezó a vibrar.
Paula había llegado. Disculpándose se giró y fue hacia ella.
Lo miró directamente. Había algo diferente en ella. Parecía increíblemente confiada y casi salvaje. E incluso más hermosa, si tal cosa fuera posible.
Estaba tentado a empujarla hacia el nuevo vestuario y poseerla contra el rojo brillante de los armarios de metal.
¡Mierda! Necesitaba escapar de la fantasía. Pero no conseguía poner sus pensamientos en orden, no conseguía saber cómo la saludaba normalmente antes de haberse acostado con ella. No cuando olía tan bien y parecía tan increíble.
Ella rompió el silencio salvando su trasero.
—Felicidades por el estadio Pedro —dijo mientras miraba hacia la hierba verde brillante, las bancadas de madera y la iluminación profesional—. Realmente estás haciendo algo bueno para esos chicos, apuesto a que saldrán grandes jugadores de aquí.
¡Dios! Era increíble. ¿Cuánto tiempo había buscado una mujer que entendiese su pasión por el juego? Paula estaba muy metida en todos los aspectos del fútbol. Tenía que estarlo quería hacer bien su trabajo, pero era más que eso, también estaba verdaderamente interesada en hacerlo bien, al contrario que algunos agentes que estaban en el negocio solo por el dinero fácil y rápido y vendían a un jugador por el precio más alto. No importaba el motivo.
Realmente Paula merecía algo mejor que él. Merecía una casa de barrio con valla blanca y un hombre que viniese de un lugar sólido como ella.
No alguien que casi había matado a su mejor amigo.
No un tipo que vivía con su pasado cada maldito día, que mantenía sus secretos escondidos como un cobarde, para que nunca viesen la luz del día.
Su boca estaba apretada cuando finalmente respondió.
—Han conseguido mucho hasta ahora. Estoy satisfecho.
—No hay problema en llevarse parte del mérito —dijo ella mientras colocaba una mano en su brazo—. Fue tu dinero lo que hizo que esto ocurriese.
El dinero era la parte fácil. Ser feliz, y estar bien con la vida, daba trabajo. Incluso así, no iba a llevarse el mérito por todo el trabajo de las múltiples personas que habían conseguido levantar aquel campo de distrito.
La organizadora del evento vino a ver si necesitaba algo y Paula se presentó.
—Soy Paula Chaves, agente de Pedro.
Pedro puso una máscara inexpresiva en su rostro hasta que la mujer se fue.
—¿Cuándo cambiaste de idea?
—Tenemos que ir a sentarnos en el palco —dijo ella llevándolo a través del campo como a un perro por el collar y continuando—. Esta tarde —dijo como una reflexión tardía.
Él quería abrazarla, besarla con insensatez y descubrir cuál había sido el motivo. Pero no podía hacerlo frente a todas aquellas personas. Ni nunca más si escuchase a su conciencia.
—Trabajar contigo no será diferente que trabajar con JP —dijo con voz firme.
—Cuidado con lo que haces con él —le advirtió.
—Creo que debería estar más preocupada contigo —el fuego iluminó sus ojos.
Con eso se fue a presentarse a los otros miembros de la directiva. Ya que su padre estaba en aquel negocio desde hacía años, conocía a varios de los jugadores que estaban allí.
—¡Paula! —dijo Octavio—. No te he visto en años. Ciertamente has crecido bien.
Otro par de sujetos estuvieron de acuerdo con sus elogios haciendo que se ruborizase.
Pedro lo vio todo rojo. ¿No se daban cuenta de que era muy joven para ellos? ¿Muy inocente? Ahora estaban casados y tenían hijos, pero él sabía de su pasado sucio y pervertido.
Silenciosamente, descubrió a quien iba a desbancar primero.
Octavio había sido un linebacker mediano, pero con su velocidad, Pedro sabía cómo hacer para que los tipos deseasen no haberse cruzado en su camino. Le gustaría coger a cada uno de ellos por separado, pedazo a pedazo para buscar a otros jugadores que ocupasen su lugar en la comisión.
Oyéndose a sí mismo, podía ver que se estaba transformando en un loco. ¡Jesús! ¿Cómo podía esperar que aquellos tipos actuasen como un padre y no como sujetos tarados intentando follar con ella o mirar por debajo de su ropa cuando él mismo no podía controlarse ni treinta segundos?
Una docena de jóvenes adolescentes se acercó a su grupo y su atención se dirigió a ellos. En última instancia el fútbol había salvado su vida, sin eso, sería solo otra estadística.
Otro conductor borracho y menor que estrellaría su coche robado en un árbol porque no tenía nada por lo que vivir.
Esperaba que el programa de fútbol anual que estaba instaurando allí ayudase a aquellos chicos a salir de los problemas o consiguiese que dejasen cualquier otro problema en que estuvieran metidos.
Cayó en el ritmo familiar de los vestuarios y casi fue capaz de olvidar su ridícula fascinación por Paula. Pero no era suficiente. Por el rabillo del ojo observaba como usaba su encanto con todos con los que hablaba. Los hombres babeaban y las mujeres querían ser su mejor amiga.
Cuando la multitud se sentó para los discursos se aseguró que estuviese a su lado. ¿Quién sabía lo que otro tipo intentaría?
Ella parecía fascinada por el orador, un director de escuela de segundo grado al principio de los treinta. Racionalmente, sabía que aquel tipo era su pareja perfecta y si tuviese una gota de decencia, tendría que convencerla de que saliese con él.
Por el contrario, aquello acabó con su control de mantenerse lejos del hombre y agarrarlo.
No podía dejar que otro tuviese a Paula. No un director de escuela, ni uno de los antiguos jugadores que babeaban encima de ella, y definitivamente, ningún tipo como JP, que la dejaría en la estacada en cuanto follase sin sentido con Paula.
CAPITULO 18 (SEGUNDA HISTORIA)
Concentrada en hacer una lista de equipos que podrían estar interesados en JP, Paula se sorprendió cuando su padre entró en la sala y se sentó en el borde de su mesa.
—¿Cómo van las cosas con JP?
Ella señaló la pila creciente de papeles al lado de su ordenador.
—Hemos tenido una reunión preliminar y estoy buscando los mejores equipos para él. Necesito ver un poco más las cintas con sus jugadas a ver si tengo una mejor idea de su estilo de juego. Nos vamos a reunir nuevamente mañana por la mañana para discutir los planes inmediatos a corto y largo plazo para su carrera. Probablemente hagamos una presentación una vez que trabajemos sus problemas.
—Entiendo —hizo una pausa antes de entrar en la verdadera razón por la que había entrado allí—. Aún me es difícil creer que Pedro esté interesado en trabajar contigo. ¿Por qué diablos haría una elección como esa? Especialmente porque ha sido perfectamente obvio desde hace años que sientes algo por él. Me pregunto si siente pena por ti.
Ella nunca se había sentido tan insultada. Estrechó los ojos, más que feliz por poder contestarle.
—Tal vez ha sabido que crees que él está sobrevalorado.
—¿Repetiste nuestra conversación con uno de mis clientes?
—dos manchas rojas crecieron en las mejillas de su padre.
—Claro que no —dijo ella furiosa como el infierno—. Pero él es un hombre perceptivo y no le llevará mucho tiempo notar que tu atención ha disminuido.
Tomas levantó una ceja, más arrogante de lo que ella le había visto nunca.
—¿Crees realmente que puedes hacerle justicia a su carrera?
Pedro tenía razón cuando había dicho que estaba verde.
Pero era inteligente y estaba dispuesta a hacer todo lo posible por sus clientes.
—Eso es exactamente lo que pretendo hacer —declaró más seria que nunca. Había ido para representar a Pedro y no solo iba a hacer justicia a su carrera, sino que también iba a hacer algo por la de ella. Dentro de un año, cuando fuese la agente que más ganaba en la Agencia Chaves, su padre tendría que arrepentirse. Apagó el ordenador, cogió el bolso y se puso en pie— Si me permites, tengo un evento al que ir en nombre de uno de mis clientes.
Nunca había hecho algo así en presencia de su padre; nunca había tenido la última palabra. Hasta ahora. ¡Diablos!
¡Cómo le apetecía mirar atrás para ver si se había quedado con la boca abierta!
Al otro lado de la puerta se recostó contra la pared de piedra, cerró los ojos y respiró profundamente varias veces.
Un pequeño paso. Le había llevado la contraria a su padre y los rayos no habían acabado con ella. Abrió los ojos. No solo estaba bien. Se sentía mejor que nunca.
Le entró vértigo. ¡Era una agente con dos clientes de alto nivel! Sí, estaba asustada, pero había trabajado como agente los dos últimos años y sabía lo que implicaba, ahora solo necesitaba hacerlo.
Salió a la calle y llamó a un taxi.
—Estadio Alfonso, por favor. Inner Sunset.
El Dominador era ahora oficialmente su cliente. Su propio chico malo del fútbol, inductor de la desolación y del orgasmo.
CAPITULO 17 (SEGUNDA HISTORIA)
Pedro nunca había ido tan lejos en este juego. No podía darle nada a Paula, pero tampoco podía apartarse de ella.
Peor aún, no era solo lujuria. La primera noche había sido puramente física, pero cada vez que la tocaba, se hundía más. Estaba empezando a importarle demasiado para seguir, pero tampoco podía dejarla.
Había aprendido a controlar cualquier impulso inapropiado durante años. Una enorme metedura de pata en secundaria le había enseñado que follar porque sí nunca lo llevaría donde quería, necesitaba mantener la distancia hasta que su libido se calmara. Iría al gimnasio para un largo entrenamiento y después se sentaría con su abogado para ultimar los detalles de la propiedad de su nuevo restaurante.
Pero todo en él se rebelaba contra la manera que había dejado las cosas con ella. Llevándola hasta su futuro restaurante y haciendo el amor con Paula otra vez, para decirle después que no tuvo intención de seducirla —había sido una salida cobarde.
Lo había sido una vez, mucho tiempo atrás, y eso lo había cambiado todo. Se negaba a ser cobarde de nuevo.
Pedro dio media vuelta en un cruce muy concurrido, sin hacer caso al coro de bocinas de los coches. Era un hombre con una misión, cinco minutos más tarde dejó caer las llaves en las manos del aparcacoches —algo que normalmente nunca hacía, con un vehículo tan valioso como ese— luego con el antebrazo impidió que las puertas del ascensor se cerraran.
Varias personas mostraron su descontento por haberlas detenido, pero cuando descubrieron quien era, sus gestos se transformaron en sonrisas. Unas mujeres “accidentalmente” se rozaron contra él, era algo esperado, normalmente no le molestaba, pero esta tarde lo irritó.
No estaba interesado en ser el héroe del fútbol ese día, estaba concentrado en otra cosa.
Empujó las puertas dobles de la Agencia Chaves y fue directo al pequeño despacho de Paula. Ella no estaba allí.
¡Mierda! Jenny corrió hacia él por el pasillo.
—¿Está usted buscando a Paula?
Él asintió, ella abrió los ojos.
—Vaya, realmente ella se ha vuelto muy popular de repente.
Una oleada de posesividad se levantó de repente dentro de él.
—¿Cómo es eso?
—Bueno, primero vino usted y se la llevó a almorzar, luego vino a verla JP, ahora usted viene de nuevo —dijo Jenny.
Pedro iba a matar al pequeño gamberro. Si ponía un dedo sobre Paula, no viviría para jugar de nuevo.
—¿Dónde están?
Jenny se sorprendió por la brusca pregunta.
Nuevas visiones de Paula y JP desnudos y juntos invadieron su cabeza haciéndole cerrar los puños.
—JP quería ver unos videos mientras esperaba a que regresara y ella se unió a él hace unos minutos.
¡Joder! Paula y JP estaban juntos en esa pequeña sala oscura. Solo Dios sabía que trucos estaría intentando el cabrón con ella. No lo conocía bien —eran de diferentes generaciones— pero había escuchado suficientes historias. JP era el tipo de chico que se follaba cualquier cosa que se
moviera, y Pedro sabía de primera mano el tipo de tentación que ella representaba —incluso para un hombre como él que normalmente sabía mantener la polla dentro de los pantalones.
Tomas nunca debió pasar JP a Paula. Ella no tenía suficiente experiencia para defenderse de alguien tan malicioso —aparte de tan astuto y apuesto— como JP. Tendría que hacerlo por ella.
Irrumpió en la habitación sin llamar y encendió las luces.
Ambos, Paula y JP se cubrieron los ojos con las manos.
—¿Qué demonios…? —Dijo JP cuando levantó la mirada y vio la imponente figura en la puerta—. Pedro, amigo, apaga las luces. Nos estás dejando ciegos.
Pero Pedro buscaba sangre. Ignorando por completo a JP, se enfrentó a Paula.
—¿Sabes lo que la gente va a decir cuando descubran que estás aquí sola con JP?
—Soy su agente, eso es lo que pensaran.
Pedro se echó a reír, sonó como un ladrido corto y enojado.
—Mierda, pensaran que eres otra de sus fulanas lanzándote sobre él.
—¿Fulanas? —Interrumpió JP—. Maldición, no he escuchado esa palabra desde que era un niño. ¿Cuántos años tienes, Pedro? ¿Cincuenta? ¿Sesenta?
Un gruñido bajo emergió de la garganta de Pedro.
—Soy lo suficientemente mayor como para saber llevar mis asuntos de forma correcta.
JP se encogió de hombros.
—Sé que piensas que eres su guardaespaldas, o lo que sea, pero no ha pasado nada. Todavía. Así que relájate.
Pedro apretó la mandíbula en un esfuerzo por controlarse. El “todavía” casi lo empujó al límite y no podía ser racional en ese momento, no podía soportar la visión de Paula sentada tan cerca de un mujeriego tan guapo y joven.
Estar con ella lo había cambiando todo a su alrededor, pero todavía tenía algunas cosas claras: No podía dejarla cometer el error de liarse con una amenaza como JP.
Inmediatamente se transformó en la persona que había representado tan bien en los años anteriores, y dijo:
—Me temo que voy a tener que robarte a tu agente durante un tiempo, JP.
Por primera vez Paula pareció enojada.
—Ya te he ayudado bastante por hoy, Pedro.
Se le retorcieron las tripas. Ella pensaba que todo lo que él quería era un polvo rápido. Estaba equivocada —al menos eso pensaba. Joder, su cabeza le estaba jugando una mala pasada. ¿Qué diablos estaba a punto de decir?
—Van a inaugurar un nuevo estadio en mi nombre esta tarde.
—¿Y qué?
—Tú eres mi agente. Necesito que estés allí.
JP la miró.
—¿También estás trabajando con él?
Ella suspiró.
—Me lo estoy replanteando.
—Genial, nena. Los equipos me tomaran más en serio si también representas a Pedro. Aunque tu padre lo haya echado por ser viejo —añadió sin tacto.
Pedro no vio la necesidad de tener que defenderse de alguien que había estado en los clubes profesionales por suerte no por habilidad. Ya había cavado su tumba.
Pero si JP lo jodía todo, arrastraría a Paula y de alguna manera, tendría que buscar una manera de ayudarlo por ella.
—Ya os he escuchado suficiente —apuntó con un dedo a JP—. Tú me puedes llamar Paula, o señorita Chaves, no nena.
Luego se levantó y se puso frente a Pedro con la ira grabada en su rostro.
—No me gusta lo que acabas de hacer —dijo en voz baja— Ni un poco. Pero tengo intención de hacer mi trabajo, mi padre ya marcó el evento en mi agenda. Como su ayudante, no como tu agente.
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