BELLA ANDRE

miércoles, 9 de noviembre de 2016

CAPITULO 17 (SEGUNDA HISTORIA)





Pedro nunca había ido tan lejos en este juego. No podía darle nada a Paula, pero tampoco podía apartarse de ella.


Peor aún, no era solo lujuria. La primera noche había sido puramente física, pero cada vez que la tocaba, se hundía más. Estaba empezando a importarle demasiado para seguir, pero tampoco podía dejarla.


Había aprendido a controlar cualquier impulso inapropiado durante años. Una enorme metedura de pata en secundaria le había enseñado que follar porque sí nunca lo llevaría donde quería, necesitaba mantener la distancia hasta que su libido se calmara. Iría al gimnasio para un largo entrenamiento y después se sentaría con su abogado para ultimar los detalles de la propiedad de su nuevo restaurante.


Pero todo en él se rebelaba contra la manera que había dejado las cosas con ella. Llevándola hasta su futuro restaurante y haciendo el amor con Paula otra vez, para decirle después que no tuvo intención de seducirla —había sido una salida cobarde.


Lo había sido una vez, mucho tiempo atrás, y eso lo había cambiado todo. Se negaba a ser cobarde de nuevo.


Pedro dio media vuelta en un cruce muy concurrido, sin hacer caso al coro de bocinas de los coches. Era un hombre con una misión, cinco minutos más tarde dejó caer las llaves en las manos del aparcacoches —algo que normalmente nunca hacía, con un vehículo tan valioso como ese— luego con el antebrazo impidió que las puertas del ascensor se cerraran.


Varias personas mostraron su descontento por haberlas detenido, pero cuando descubrieron quien era, sus gestos se transformaron en sonrisas. Unas mujeres “accidentalmente” se rozaron contra él, era algo esperado, normalmente no le molestaba, pero esta tarde lo irritó.


No estaba interesado en ser el héroe del fútbol ese día, estaba concentrado en otra cosa.


Empujó las puertas dobles de la Agencia Chaves y fue directo al pequeño despacho de Paula. Ella no estaba allí.


¡Mierda! Jenny corrió hacia él por el pasillo.


—¿Está usted buscando a Paula?


Él asintió, ella abrió los ojos.


—Vaya, realmente ella se ha vuelto muy popular de repente.


Una oleada de posesividad se levantó de repente dentro de él.


—¿Cómo es eso?


—Bueno, primero vino usted y se la llevó a almorzar, luego vino a verla JP, ahora usted viene de nuevo —dijo Jenny.


Pedro iba a matar al pequeño gamberro. Si ponía un dedo sobre Paula, no viviría para jugar de nuevo.


—¿Dónde están?


Jenny se sorprendió por la brusca pregunta.


Nuevas visiones de Paula y JP desnudos y juntos invadieron su cabeza haciéndole cerrar los puños.


—JP quería ver unos videos mientras esperaba a que regresara y ella se unió a él hace unos minutos.


¡Joder! Paula y JP estaban juntos en esa pequeña sala oscura. Solo Dios sabía que trucos estaría intentando el cabrón con ella. No lo conocía bien —eran de diferentes generaciones— pero había escuchado suficientes historias. JP era el tipo de chico que se follaba cualquier cosa que se
moviera, y Pedro sabía de primera mano el tipo de tentación que ella representaba —incluso para un hombre como él que normalmente sabía mantener la polla dentro de los pantalones.


Tomas nunca debió pasar JP a Paula. Ella no tenía suficiente experiencia para defenderse de alguien tan malicioso —aparte de tan astuto y apuesto— como JP. Tendría que hacerlo por ella.


Irrumpió en la habitación sin llamar y encendió las luces.


Ambos, Paula y JP se cubrieron los ojos con las manos.


—¿Qué demonios…? —Dijo JP cuando levantó la mirada y vio la imponente figura en la puerta—. Pedro, amigo, apaga las luces. Nos estás dejando ciegos.


Pero Pedro buscaba sangre. Ignorando por completo a JP, se enfrentó a Paula.


—¿Sabes lo que la gente va a decir cuando descubran que estás aquí sola con JP?


—Soy su agente, eso es lo que pensaran.


Pedro se echó a reír, sonó como un ladrido corto y enojado.


—Mierda, pensaran que eres otra de sus fulanas lanzándote sobre él.


—¿Fulanas? —Interrumpió JP—. Maldición, no he escuchado esa palabra desde que era un niño. ¿Cuántos años tienes, Pedro? ¿Cincuenta? ¿Sesenta?


Un gruñido bajo emergió de la garganta de Pedro.


—Soy lo suficientemente mayor como para saber llevar mis asuntos de forma correcta.


JP se encogió de hombros.


—Sé que piensas que eres su guardaespaldas, o lo que sea, pero no ha pasado nada. Todavía. Así que relájate.


Pedro apretó la mandíbula en un esfuerzo por controlarse. El “todavía” casi lo empujó al límite y no podía ser racional en ese momento, no podía soportar la visión de Paula sentada tan cerca de un mujeriego tan guapo y joven.


Estar con ella lo había cambiando todo a su alrededor, pero todavía tenía algunas cosas claras: No podía dejarla cometer el error de liarse con una amenaza como JP.


Inmediatamente se transformó en la persona que había representado tan bien en los años anteriores, y dijo:
—Me temo que voy a tener que robarte a tu agente durante un tiempo, JP.


Por primera vez Paula pareció enojada.


—Ya te he ayudado bastante por hoy, Pedro.


Se le retorcieron las tripas. Ella pensaba que todo lo que él quería era un polvo rápido. Estaba equivocada —al menos eso pensaba. Joder, su cabeza le estaba jugando una mala pasada. ¿Qué diablos estaba a punto de decir?


—Van a inaugurar un nuevo estadio en mi nombre esta tarde.


—¿Y qué?


—Tú eres mi agente. Necesito que estés allí.


JP la miró.


—¿También estás trabajando con él?


Ella suspiró.


—Me lo estoy replanteando.


—Genial, nena. Los equipos me tomaran más en serio si también representas a Pedro. Aunque tu padre lo haya echado por ser viejo —añadió sin tacto.


Pedro no vio la necesidad de tener que defenderse de alguien que había estado en los clubes profesionales por suerte no por habilidad. Ya había cavado su tumba.


Pero si JP lo jodía todo, arrastraría a Paula y de alguna manera, tendría que buscar una manera de ayudarlo por ella.


—Ya os he escuchado suficiente —apuntó con un dedo a JP—. Tú me puedes llamar Paula, o señorita Chaves, no nena.


Luego se levantó y se puso frente a Pedro con la ira grabada en su rostro.


—No me gusta lo que acabas de hacer —dijo en voz baja— Ni un poco. Pero tengo intención de hacer mi trabajo, mi padre ya marcó el evento en mi agenda. Como su ayudante, no como tu agente.






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