BELLA ANDRE
miércoles, 9 de noviembre de 2016
CAPITULO 16 (SEGUNDA HISTORIA)
Pedro la atrajo hacia su regazo y la besó con fuerza.
—¡Eres increíble! —dijo distribuyendo una lluvia de besos por su garganta descendiendo hacia los senos.
Desesperada por su liberación, movió la pelvis contra él, sorprendiéndose al sentir su grueso pene crecer de nuevo.
¿Acababa de correrse en su boca y ya estaba listo para más?
—Quiero estar dentro de ti —murmuró con su aliento cálido contra su oreja, aumentando aun más su ya intensa excitación. Extendió la mano al bolsillo cogiendo un preservativo que le entregó a ella.
—Si no te conociera bien, juraría que no eres humano —dijo bromeando.
La besó hasta que la cabeza empezó a darle vueltas.
—Me vuelves loco.
Ella rompió el envoltorio con manos temblorosas y seguidamente deslizó el látex en su increíblemente grande segunda erección, luego la puso encima de él.
Ella lo tomó con un movimiento rápido, después se fue alzando lentamente hasta que la cabeza hinchada surgió lisa y palpitante de deseo. Una y otra vez se deslizó abajo y arriba, flexionando los músculos internos contra él, deleitándose con el potente placer de amar a Pedro.
Nunca antes había tenido un orgasmo sin la estimulación directa del clítoris, pero estaba tan excitada con su toque que sentía el inicio del orgasmo.
Pedro se movía lenta y pacientemente en su interior, sus movimientos constantes fueron el empujón final que necesitaba. Ella gritó cuando una ola tras otra de placer se apoderó de ella, cuando el clímax llegó, su polla latiendo y latiendo al mismo tiempo que su liberación, ella no estaba segura de dónde empezaba su cuerpo y terminaba el de Pedro.
Parecía que iban a estar unidos para siempre, Paula quería que aquello no acabase nunca, no quería tener que enfrentarse con la realidad. Y definitivamente no quería escuchar a Pedro disculpándose de nuevo por haberla hecho sentirse tan increíblemente bien.
El edificio crujió con el viento y ella se sobresaltó. ¡Oh, mierda! Si alguien la encontraba con Pedro, su carrera estaría arruinada. ¿Cómo iban a tomarla en serio si no podía mantenerse alejada de la cama de los jugadores?
Se apartó de su regazo y recogió su ropa, las bragas húmedas eran un recuerdo de cuan fuertemente le afectaba Pedro.
—Estamos a salvo —dijo él inmediatamente adivinando sus preocupaciones.
—Tenemos que dejar de tener sexo en lugares públicos.
Maldita sea, había sonado como si esperase que su relación fuera a continuar en privado. Y Pedro no estaba interesado en otro sermón más sobre que en primer lugar ni siquiera deberían tener sexo.
Se pasó una mano por el pelo oscuro y dijo:
—No era mi intención traerte aquí para seducirte de nuevo.
Ella negó con la cabeza.
—No quise decir eso. Yo lo quería, te deseaba —Sus labios sonrieron—. Ha sido todo maravilloso.
Él la miró sorprendido.
—¿No estás enfadada?
Se obligó a encogerse de hombros, aunque no tenía ni idea de lo que tenían, aquello no era solo una aventura de una noche, aunque tampoco había ascendido a la categoría de enamorado. ¿Amante ocasional?
Bueno, ¿Por qué no? Muy bien podía tener una aventura sexy con el mejor de ellos. Especialmente cuando el hombre al que se estaba entregando era tan increíble como Pedro.
—¿Cómo podría estar enfadada? Eres un amante increíble, Pedro. Estoy segura que no soy la primera mujer que te lo dice.
Pero si realmente quería tener una relación profesional con él, no podía continuar con las relaciones sexuales. No importaba lo buenas que fueran.
Huir era la única opción. Miró el reloj.
—Me temo que tengo que irme a trabajar, tengo unas reuniones.
Sin esperar respuesta abrió la puerta y se sentó en el asiento del pasajero del coche, el corazón le latía con fuerza.
Se sentía increíblemente valiente. Y desesperadamente fuera de control.
Unos minutos más tarde, sus pasos resonaron en la grava exterior.
Su expresión era sombría cuando se sentó tras el volante, ella podía decir por la forma en que tensaba la mandíbula que estaba enfadado. Era bueno saber que no tenía mejor control sobre sí mismo que ella. Aceleró por la colina aparcando bruscamente ante la agencia, ella salió disparada del vehículo hacia la seguridad del edificio.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Jenny pareció aliviada al verla.
—Wow, en verdad ha sido un almuerzo largo. No sabía que decirle a JP.
Toda la sangre abandonó el rostro de Paula.
—¿JP está aquí?
—Te espera en la sala de video. Le dije que acababas de salir con Pedro, pero insistió en esperarte.
Perfecto. Había estado tan ocupada teniendo sexo con Míster Prohibido que había olvidado completamente a su único cliente.
Llamó a la puerta antes de entrar. JP estaba viéndose a si mismo hacer un bloqueo en la gran televisión. Las luces estaban apagadas, aunque era un hombre magnífico muy conocido por su poder de seducción, no la preocupaba ni lo más mínimo reunirse con él.
Él le dedicó una de sus miradas patentadas, la de “vamos a tener sexo” y palmeó un asiento próximo.
Era tan diferente a Pedro. Luz donde Pedro era oscuridad, lleno de risas donde Pedro seguramente habría gruñido.
Le gustaba JP.
Pero anhelaba a Pedro. ¡Basta! JP iba a ser a partir de ahora el centro de su universo.
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