BELLA ANDRE
jueves, 27 de octubre de 2016
CAPITULO 17 (PRIMERA HISTORIA)
Pedro se sentó con fuerza en la cama King-size de la habitación de huéspedes. Sus manos estaban temblando.
¿Tendría Paula alguna idea de lo terriblemente difícil que había sido mantener sus manos lejos de ella? ¿Cuánto deseaba tomarla allí mismo, en la alfombra? No recordaba la última vez que había estado tan duro y excitado. Las bolas azules no eran algo que experimentara de manera regular, hasta Paula.
Todo porque había decidido actuar como un maldito caballero.
Arrancó su camisa, rompiendo varios botones con la prisa.
Quería que ella supiese que se podía comportar adecuadamente, que la respetaba y no iba a follar con ella sin cortejarla primero.
No es que la pizza y el helado fuesen las cosas más románticas del mundo, pero habían sido mucho mejores que una comida aburrida con el tipo más aburrido del mundo.
—Dios ¿Qué había visto en aquel imbécil?
Era obvio al mirarlo que era rico, exitoso y con suerte. Pero, sacando eso, no había nada más y ella podía hacerlo mucho mejor ¿no lo sabía?
Llamó a la ESPN y se fue al suelo a hacer algunas flexiones.
Esperaba que fuese feliz con el sacrificio que había hecho en nombre del honor esa noche porque no tenía la certeza de poder ser un caballero nuevamente.
Ella rodó boca abajo, después para la izquierda y más tarde a la derecha. Contó hasta cien más de una vez, pero nada la ayudó. No podía dormir, no con Pedro tan próximo. Por horas miró inmutablemente a la pared y deseó tener visión de rayos X para poder ver lo que vestía o si estaba desnudo.
¿Estaría tocándose a sí mismo y fingiendo que sus labios o manos estaban en él?
Nuevamente oyó una voz dentro de ella que dijo, ¡basta! pero esta vez no estaba diciéndole que no se enamorase del hombre por el que había jurado nunca más tener sentimientos. No, esta vez la voz decía: Vete detrás de lo que quieres. ¡Mira al futuro! Ahora.
Se arrancó la camisola y buscó en el cajón de la lencería alguna cosa de encaje. Entonces salió al corredor, hacia la puerta cerrada de Pedro.
—No pienses, — le dijo la voz — ¡abre!
Lentamente giró la manilla y miró la habitación. La luna de la bahía fluía por la ventana, iluminando la forma perfecta reclinada en la cama.
—¿Por qué has tardado tanto?
La pregunta de él fue suavemente sensual y ella instintivamente se movió en su dirección.
—Quise hacerte esperar — dijo ella no reconociendo su propia voz.
—No soy un hombre paciente— dijo y ella sonrió.
—Eso es cruel. Esta noche jugaremos bajo mis reglas.
Estaba acostado de espaldas, con las manos atrás de la cabeza.
—La próxima vez jugaremos con las mías.
Se sacó la bata y se movió lentamente hacia la cama. El pecho magnífico de él estaba desnudo y ella no pudo resistirse a jugar con él, arrastrando la punta de la bata rosa por toda la extensión bronceada de su piel.
Gruñó profundamente y la agarró.
Ella dio un paso atrás.
—De alguna manera no pensé que podía confiar en ti para comportarte. Mantén los brazos encima de la cabeza.
Los ojos castaños la seguían cuando se subió a la cabecera de la cama. La bata se abrió revelando unas braguitas apretadas y traslúcidas.
Él no obedeció aún a su orden, entonces ella lo amenazó.
—Puedo usar esto en tus ojos o en tus muñecas. La elección es tuya.
Una sonrisa traviesa y excitada apareció en los labios de él.
—¿Y si escojo uno ahora y otro más tarde?
—Son mis reglas, Pedro. Escoge. — ella nunca había sabido cuanto le gustaba estar al mando y jugar a ser una chica mala.
Y estar con un chico rebelde como él despertaba a la seductora que llevaba dentro.
—Las muñecas —dijo — pero primero esto — extendió la mano y le abrió la bata dejándola desnuda pero sin ningún frío. Cada lugar en que miraba, cada lugar en que sus dedos se movían, ardía.
Sabiendo que lo estaba volviendo loco, ella se inclinó encima cuando amarró sus brazos al soporte de la cabecera con el cinturón. Sus pechos se movían encima de su boca y estaba penosamente tentada a deslizar sus pezones en ella. Pero quería provocarlo, atormentarlo, quería que estallase de deseo por ella antes de ceder.
Con las muñecas atadas, retiró las sábanas que lo cubrían.
Estaba felizmente desnudo y era increíblemente guapo.
Su polla se levantó, enorme y gruesa.
—¿Has encontrado lo que estabas buscando?
Sus palabras eran un insulto, pero seductoras.
—No puedo parar de revivir lo que hiciste para mí ayer con tus manos y tu boca. No puedo parar de pensar sobre lo que habría sido si las cosas se invirtiesen.
—Inviértelas — tragó en seco.
Ella subió a la cama y se puso entre sus muslos.
—No puedo evitar preguntarme si tienes un sabor tan bueno como parece.
La voz de él era estrangulada.
—Solo hay una manera de descubrirlo.
Ella sonrió.
—¿Quién dice que los deportistas no son inteligentes?
Lentamente se inclinó hacia abajo, dejó que su pelo rozase sus abdominales de manera que estos saltasen y se apretasen y llevó los labios a la punta del pene. Una gota de líquido apareció y ella lo lamió con un toque suave. Hasta aquel momento nunca había sido gran fan del sexo oral.
Era curioso como un hombre podía hacerla cambiar de opinión sobre todo.
Pasó su lengua ligeramente por su polla larga y gruesa.
¿Cómo habían conseguido ajustarse cuando ella era una virgen de dieciocho años?
No podía esperar para descubrirlo nuevamente.
Sin previo aviso lo tomó profundamente en su boca.
Las caderas de él se arquearon en la cama y gimió su nombre. A ella le gustó verlo perder el control, y saber que era ella la mujer que lo conseguía.
—Desátame — gruñó.
Ella agitó la cabeza.
—No hasta que haya terminado contigo.
Tanto como le gustaba saborearlo y darle placer con su lengua y labios, quería sentirlo profundamente dentro de ella.
Ahora mismo.
Se movió y puso las manos en su pecho para empujarse sobre su polla, dejó una primera pulgada pasar por su abertura. Revivió su vida amorosa los últimos diez años pero nada estaba a la altura de aquella increíble realidad.
—Más, Paula, toma más — la persuadió y ella cedió, descendiendo aún más y más sobre él. Antes de poder parar, antes de recordar el disminuir la velocidad y torturarlo de deseo, se deslizó hasta la empuñadura apretándose contra él.
Entonces percibió que se estaba mintiendo a sí misma.
Tener control sobre su cuerpo cuando estaba con Pedro era imposible. Todo lo que ella quería era tenerlo dentro de esta manera, duro y palpitante. No podía tener nunca lo suficiente de él aun no quería que el placer acabase.
—Desátame — dijo nuevamente con un tono a la vez de orden y súplica. Pero antes de que ella tuviese la oportunidad los brazos de él se movieron y el tejido se rasgó en dos. En seguida sus manos estaban sobre ella, en todas partes, sus pechos, su clítoris, sus nalgas... un orgasmo empezó a ondular desde sus pechos, su estómago y lo más profundo de su corazón.
Paula jadeó con la mano entre sus piernas y el nombre de Pedro en sus labios cuando gozó. Las sábanas estaban enrolladas a su alrededor y le llevó unos momentos percibir que no estaba en la habitación de huéspedes. Estaba en su propia habitación.
Y Pedro estaba aún al otro lado de la pared.
CAPITULO 16 (PRIMERA HISTORIA)
Había muchas razones para aquel encuentro y una tendría que ser la definitiva: el hecho de que Pedro necesitara saber con qué tipo de hombre le gustaba salir a cenar; había tenido que explicarle a Dave que los estaba acompañando al restaurante por razones de negocios; el dueño del restaurante reservado no tuvo ninguna dificultad en encontrar una mesa mayor para “el gran Pedro Alfonso y sus amigos” aunque hubiese una espera de dos horas en la calle; además, Dave era posiblemente el mayor fan de los Outlaws y sabía cada juego que Pedro había hecho desde la facultad, parecía haber memorizado sus éxitos y casi no había mirado para ella desde que había abierto la puerta.
Lo más humillante de todo fue que Pedro pareció ciertamente triste por ella y marchó a salvarla.
Durante la última hora contó los bocados, las veces que masticaba la comida y los tragos de agua, porque incluso eso era más interesante que el futbol americano sobre el que Dave hablaba incesantemente.
Finalmente Pedro lo cortó.
—¿Sabes que Paula y yo fuimos juntos al instituto?
—Uh-oh.
La boca abierta de Dave lo hizo parecer un pez en un anzuelo. ¿Qué es lo que había visto en él?
—Oh querida, no puedo creer que fuiste testigo de los movimientos de Pedro cuando era adolescente. Eso debe de haber sido increíble.
Ella agitó la cabeza.
—No fui a ninguno de los partidos de futbol.
La boca de Dave se hizo increíblemente mayor.
—¿Dejaste de ver a uno de los mayores jugadores del instituto de todos los tiempos en acción? ¿En que estabas pensando?
Qué gran idiota.
—¿Quieres realmente saber en que estaba pensando Dave? ¿O prefieres preguntárselo a Pedro? — preguntó dulcemente.
Dave pestañeó con confusión.
—Está bien — se giró hacia Pedro—¿Por qué no fue a los partidos de futbol?
Pedro parecía increíblemente guapo bajo la luz oscura y Paula estaba segura de que toda mujer en el restaurante estaba teniendo un orgasmo por su culpa. No sabía como hacía para que todas esas personas lo miraran fijamente, soñando con él. A ella le gustaba su privacidad, y no podía imaginar no tenerla.
—Paula odia el futbol — dijo Pedro a Dave.
—¿Estás loco? —gritó con un sonido poco atractivo en un hombre.
Pedro respondió por ella.
—No a todo el mundo le gusta el deporte. Necesitas respetar el hecho de que las personas son diferentes y tienen sus propios intereses — se desvió del bobo vacilante —¿Quién es tu escritor favorito, Paula?
—¿Vivo o muerto?
—Muerto.
—Jane Austen.
—Pintor. Muerto.
—Mary Cassat.
—Músico. Muerto.
—Johnny Cash.
Él se rió.
—¿De verdad?
Ella encogió los hombros, sonriendo por primera vez en toda la noche.
—Siempre he tenido debilidad por los rebeldes.
¿Quién habría pensado que pudiese ser tan agradable? ¿Qué le importaban sus intereses si no los usaría contra ella, que no sabía lo que era seguro?
Mientras, a Dave no le gustó claramente el nuevo rumbo de la conversación.
—¿Cuáles son tus planes para la próxima temporada Pedro?
Pedro le hizo una seña al camarero.
—Creo que estamos terminando aquí. Gracias. — y le entregó su tarjeta.
Girándose hacia su cita fracasada ella dijo
—Me voy a ir temprano a la cama hoy por la noche.
Dave movió la cabeza, feliz por estar bajo el brillo de su héroe, y no percibiendo que su momento de gloria acababa de terminar.
El camarero volvió deprisa y Pedro firmó la cuenta, entonces extendió la mano hacia Paula. Ella la aceptó alegremente y lo dejó empujarla en su dirección.
El susurró.
—Di buenas noches, sé agradable y, no importa lo que pase, no lo invites a tu casa.
Sus palabras eran suaves y reconfortantes, no órdenes.
Dave siguió los tobillos de Pedro como un cachorrillo siguiendo a su dueño. Forzándose a ser cortés, Paula sonrió y dijo:
—Ha sido una noche adorable, Dave, pero tengo el día de mañana completo. Buenas noches.
No fue sorprendente que él apenas mirara en su dirección.
—Bien. Fabuloso. Entonces, Pedro ¿quieres subir para tomar una cerveza? Podría llamar a unos amigos para que se nos uniesen.
Un músculo saltó en su mejilla y su voz fue fría.
—Disculpa que no acepte, amigo, pero tengo una linda mujer esperando por mí para llevarla a casa.
El corazón de ella latió fuerte. No necesitaba Pedro ser su caballero de brillante armadura. Incluso así, había sido bonito ser llamada hermosa.
Dave movió la cabeza de forma encantadora.
—Uau, tú puedes conseguir a las chicas más sexys, ¿Quién es ella?
Una sonrisa burlona apareció en los labios de Pedro y Paula se sorprendió, estaba acostumbrada a la sonrisa despreocupada que lo hacía parecer un salvaje.
—Estamos manteniendo nuestra relación en secreto — le dijo —no está segura aún de si soy lo bastante bueno para ella.
Cuando la boca de Dave se abrió lentamente, Pedro puso la palma de su mano en la pequeña de Paula y la guió hacia la puerta, entonces fueron hacia la esquina.
Perfectamente feliz por ir donde quiera que él la llevase, siempre que fuese lejos de aquel súper idiota, ella se sorprendió al ver que iban a una minúscula pizzería.
—Dos porciones de pizza con todo y una botella de coca cola — dijo él a un camarero que pasaba y entonces la empujó a un reservado de madera tallada y se sentó cerca de ella — por favor, dime que era una cita a ciegas.
El estómago de ella gruñía. El chico deslizó dos porciones de pizza enormes sobre la mesa, ella escogió una y la olió.
—Me gustaría — dio un mordisco y después otro — Dios, esto está bueno.
Paula no podía negar lo agradable que era tener su calor, el cuerpo duro apretado contra ella en el pequeño reservado.
La estaba observando comer, alternando la mirada desde su boca a sus ojos, por su garganta y el escote que exhibía sus pechos bajo el vestido rojo.
Ella se sintió como una idiota por haberse molestado en vestirse bien para un inútil como Dave, pero, al mismo tiempo, otra parte apreciaba el placer por sentirse tan bien.
Locamente, le gustó cuando Pedro la miró. Le gustó mucho más cuando lo vio atraído por ella.
Miró abajo en su plato vacío y después hacia el de él intacto.
Ella había sido criada para ser una dama y una dama nunca comía más que un hombre, nunca elevaba la voz y nunca se colocaría en una posición insostenible.
Pero con Pedro, Paula había hecho las tres cosas. Y lo más extraño era que no estaba ni mínimamente avergonzada. De hecho se sentía completamente bien.
—¿Vas a comer esto? —Preguntó cogiendo su porción antes de que el pudiese responder.
—Pocas cosas son más sensuales que una mujer cuando come — le susurró y sus palabras se sintieron como una caricia. Los pezones se le endurecieron bajo el fino tejido delo vestido.
Ella bebió un trago del refresco, entonces se limpió la boca con la parte de atrás de su mano. Dios, amaba lo libre que se sentía de repente.
—No creo que ninguna de aquellas mujeres de tu piscina coman. Son solo costillas y silicona.
Él la miró fijamente.
—No creo que haya llamado sexys a las chicas, ¿no es cierto?
Ella se forzó a tragar.
—Creo que estoy intentando asumirlo.
—Ellas no son mi tipo.
El ruido de la cafetería pareció lejano y sintió como si fuesen las únicas personas en la sala.
—Desde que puedo acordarme siempre he tenido una gran cantidad de rubias curvilíneas con grandes…—¿Por qué tenía que ser tan previsible como un hombre de las cavernas?— cerebros. — Sonrió y entonces miró hacia abajo y posó la mirada en sus pechos ampliamente visibles — sin embargo un par de buenos pechos también están bien.
Ella cogió el refresco, intentando no mostrar lo feliz que estaba por el comentario...
—Todos sabemos que eres un maestro con las mujeres — dijo ella intentando salir de la posición en que estaba; a punto de implorarle que la tomase allí mismo, en la mesa — haces elogios inesperados centrándote en sus encantos ocultos.
Ignorando su sarcasmo, él dijo:
—Solo quiero decir una cosa más en relación a esta noche y no quiero que tomes esto como algo cruel ¿cierto?
Ella miró para él y vio sinceridad en sus ojos.
—Soy toda oídos.
—Tu acompañante era un idiota. Estaba loco por no prestarte atención; no te merece.
Sus palabras quedaron en el aire y Paula podría jurar que oyó lo que él dijo : Y yo tampoco te merezco.
Solo que ella estaba empezando a preguntarse si tal vez lo había hecho.
Pedro le compró un helado de cucurucho y ella lo apreció más de lo que debía. Si tuviese el mínimo instinto de conservación, habría terminado la noche hacía mucho tiempo, encerrándose en su habitación viendo las noticias o leyendo un libro.
Pero sorprendentemente apreció su compañía. Tenía encanto natural con sus fans. Docenas de personas querían fotos y autógrafos fuera de la heladería y cuando los dos finalmente volvieron a casa sintió como si todo su mundo se hubiese vuelto patas arriba.
No podía negar por más tiempo la verdad. Ella lo quería.
Desesperadamente. Quería que la tocase y la besase. Lo quería dentro de ella. A su cuerpo no le importaba lo que pensase su mente o las sirenas de advertencia sonando alrededor de su cabeza.
—Gracias por esta gran noche — dijo, y quiso decirlo. Pero también esperó que él supiese que estaba intentando decirle que no quería que terminase.
Cogió sus manos y acarició con sus pulgares la piel sensible.
—¿Qué tal si la próxima vez dejamos la carabina en casa?
—Bien — susurró ella, dejando que la acercase más. No deseaba ser besada con tanta fuerza desde que tenía dieciocho años, cuando lo vio caminando por el dique directamente en su dirección, hacia su pasión.
—Buenas noches Paula — dijo, entonces se inclinó y la besó suavemente en el rostro.
Ella se quedó completamente inmóvil, con su corazón hundido por una roca. Lo observó caminar por el corredor hacia su habitación de huéspedes y cerrar la puerta con un clic.
Había sido rechazada por un hombre que no había rechazado a nadie en su vida. Nunca se había sentido tan estúpida, tan avergonzada, tan excitada jamás.
CAPITULO 15 (PRIMERA HISTORIA)
Paula quería sentirse segura nuevamente y el único lugar en que siempre se sentiría bien consigo misma era en el trabajo. Sin embargo, nunca había tenido un paquete de músculos y sensualidad de 1,88 rondando por su oficina.
Incluso sus empleadas habían sido reducidas a masas trémulas de hormonas cuando lo presentó, y éstas eran mujeres expertas y con experiencia.
Miraría su e-mail e intentaría ignorarlo rondando alrededor de sus estanterías, sus piezas de arte y su mesa de trabajo.
—¿Has construido este negocio tu sola?
—Claro que sí — lo miró por encima del teclado.
—No hay necesidad de ponerte a la defensiva. Solo era una pregunta.
Ella reprimió una protesta. Era cierto; estaba actuando a la defensiva. Solo que todo el mundo siempre había asumido que sus padres la habían ayudado, pero ella nunca había cogido a sus amigos como clientes. Su éxito en los negocios dependía completamente de cómo ella y sus empleados lo realizaban, no porque era la niña de papá o porque mamá hizo sus compras para clientes en tés de sociedad.
—Me gusta lo que hago — dijo finalmente.
Ella movió la cabeza.
—Yo también, y es una buena cosa que te guste tu trabajo. Se vuelve un infierno si lo odias.
Una conversación real que no tenía doble sentido, ella no estaba segura de si era capaz de sentirse bien con esto, la verdad. Por lo menos cuando se criticaban el uno al otro, todo tenía sentido.
Mejor mantener la guardia, se dijo a si misma nuevamente.
La puerta del frente se abrió y su recepcionista silbó.
—Rachel Noah está aquí, — dijo por el intercomunicador.
—Oh diablos — murmuró bajito. Rachel acompañaba a algunos grandes nuevos clientes políticos. — por favor, sé agradable con ella — le imploró — di las cosas adecuadas. Solo esta vez.
El levantó una ceja.
—Un beso.
Ella apenas tuvo tiempo de procesar su pedido al entender que estaba haciendo un trueque.
—Bien. Uno. Ahora no lo estropees todo.
Paula sonrió y saludó a Rachel fuera del despacho.
—Estoy contenta de que esté aquí. — dijo
Rachel la miró como si estuviese chupando limones.
—Emma dijo a mi jefe que estará asumiendo el mando de nuestra cuenta el próximo mes y él acaba de gritarme que en una hora. Sería mejor que tuvieras una explicación con él.
Si alguna vez hubo un momento para que el encanto y la belleza de Pedro usaran su varita mágica, ése era ahora. Se apartó de la ventana y, en un instante, el comportamiento de Rachel cambió. Ya no quería el trasero de Paula en una bandeja, al contrario, obviamente estaba imaginando a la superestrella de la NFL en su cama.
—Me gustaría presentarle a Pedro Alfonso, mi más nuevo cliente.
Paula estaba normalmente contenta con sus curvas, pero estar tan cerca de una mujer tan delgada que incluso podría haber estado en la pasarela de Milán en lugar de trabajar en campañas políticas era algo deprimente. A Pedro, naturalmente le gustaría acostarse con Rachel, ¿a qué hombre no le gustaría?
Incluso era ridículo pensar de aquella manera, no tenía ningún derecho sobre él ni lo quería. No quería.
Pedro fue todo encanto cuando apretó la mano de Rachel y la guió hacia el sofá de cuero de Paula.
—Es un placer conocerla — dijo y Paula pensó que la mujer llegaría al clímax allí mismo— Paula me ha hablado mucho sobre ti — mintió y le lanzó una enorme mirada de gratitud.
Rachel estaba extrañamente muda y era reconfortante saber que todas las mujeres perdían la cabeza a su alrededor.
—Creo que ha habido un enorme malentendido — continuó él — odiaría que alguien culpase a Paula o a su empresa y cogiese otro consultor para su proyecto.
Paula contuvo una sonrisa mientras observaba a Rachel trabajar activamente para recomponerse. No admiraba a Pedro por huir de todo; era irresistible, estaba en su ADN.
—Estaré feliz de hablar con su jefe si esto la ayuda — se ofreció.
Animada, Rachel pudo la mano en su brazo.
—¿Haría eso realmente? Sé que él es un gran fan suyo y tal vez pudiésemos encontrarnos para comer y después tomar unas copas.
Paula casi vomitó, no podía oír ni un segundo aquella locura.
Los dos se querían follar como conejos, bien, pero no en su despacho.
Cogió su maletín de cuero del suelo y puso varios archivos en él.
—Bien, estoy feliz de que los dos se conocieran, pero creo que Pedro y yo tenemos mucho trabajo que hacer, como puede imaginarse y las noches de él están completamente llenas las próximas dos semanas.
Pedro hizo salir a Rachel del despacho y de vuelta al área de recepción, Paula fue tras él.
—Estaré esperando ansiosamente nuestras copas — dijo Rachel cuando salió por la puerta de entrada.
—Se ha pasado de la raya — advirtió Paula— si la dejas seca, ella me culpará y podrá desistir con el negocio.
Se fueron al parking.
—No te preocupes. Ella no es mi tipo.
Allí estaba nuevamente.
—¿Cuándo entrará en tu dura cabeza que no estoy interesada en ti más que como cliente?
— Cuando dejes de actuar así.
La voz suave y baja tocó en los lugares que intentaba esconderle.
—No pienses que he olvidado Paula, me debes un beso, este fue el trato.
Se le aceleró el corazón.
—Bien, vamos a acabar con eso —dijo como si no le importara.
Ella casi resistió al impulso de desviar los labios a la mejilla, como si tuviesen dos años. Incluso sabiendo que no había sido el acuerdo que habían hecho en el despacho cuando Rachel entró rápidamente.
—Ven aquí — le dijo, ella quería besarlo más que ninguna otra cosa.
—No aquí, en el estacionamiento.
—Aquí mismo, en el estacionamiento — sus ojos la miraron — Ahora.
No podía discutir con él. No cuando éste era su beso de reivindicación. La cosa era que ellos no se habían besado en el escondrijo subterráneo. Si, la había hecho gozar, pero hubo un desafío y después un juego de dominación.
Aquel iba a ser su primer beso real desde hacía por lo menos diez años y ella sabía que no existía absolutamente nada que hacer en cuanto a prepararse para el modo en que él la haría sentir.
Caminó lentamente hacia el coche donde él estaba y cuando estuvo al alcance de su brazo, extendió la mano y ella no supo qué hacer, a no ser dejar que la acercase a él. Una mano abrazó sus costillas mientras otra acariciaba suavemente su nuca, cogiendo gentilmente la parte de atrás de su cabeza.
—Tienes una boca maravillosa — dijo y el elogio inesperado la sorprendió tanto que se olvidó de mantener la guardia cuando movió los labios sobre ella.
Sintió su respiración y cerró los ojos. Entonces, Oh Dios, sus labios se tocaron y todo lo que quiso era su gusto. Que la saborease. Sus labios eran calientes, suaves y perfectos, y antes de saber lo que estaba haciendo su lengua estaba en la boca de él y sus manos en su pelo y lo estaba acercando a ella. Quería mucho más que un beso, mucho más.
Chupó la carne sensible de su labio inferior, haciendo que los escalofríos recorriesen su espalda. Sintió su erección en la barriga y se apretó contra ella queriendo más y más.
Aquel simple beso se convirtió en una completa adicción.
De repente, implacablemente, ella apartó la boca, empujando su pecho vacilante.
¿Qué podía decir para hacerle pensar que el beso no había significado tanto para ella como lo había hecho? Tenía que decir algo que no pudiese discutir. En caso contrario tenía el presentimiento de que terminarían discutiéndolo en la cama.
—Tengo una cita esta noche — dijo mientras abría el coche.
Felizmente era verdad. Qué vergüenza sería si tuviese que inventar una cita fantasma para parecer que no era una perdedora total.
—Bien — respondió él, pareciendo que había besado mujeres apasionadamente todo el día sin un segundo pensamiento. — lo espero ansiosamente.
Sus llaves no encontraron el arranque por un instante.
—¿Estás loco? ¿Piensas que vas a ir a mi cita? — Entonces se acordó de que le había dicho a Bobby que no dejaría que Pedro saliese de su vista. — oh Dios, claro que vas.
Él se recostó en el asiento del pasajero.
—Tengo la seguridad que puedo encontrar otro modo de distraerme mientras estás fuera.
Ella encendió el coche.
—Creo que mi cita de esta noche será entretenimiento suficiente — dijo sombría.
Pedro estaba feliz de cambiarse a la pequeña casa de Paula, en la parte superior de Noe Valley las dos próximas semanas. Pero ir con ella a una cita era demasiado, especialmente porque iba a querer romperle la cara al tipo.
Descansaba en el sofá y zapeaba por los canales de la televisión. Ella murmuró algo sobre la necesitad de tener algún trabajo hecho y lo amenazó: no intentes abrir siquiera la puerta o te cazaré y te mataré con mis propias manos o tal vez con un cuchillo afilado. Después había desaparecido en su despacho de casa. Había telefoneado a algunos de sus amigos para hacerlos saber que estaría ocupado con negocios por algún tiempo, conversó con su agente sobre el bonito retrato público que iba a crear para Bobby y los Outlaws y después se aburrió.
En solitario.
No podía pensar en la última vez en que había tenido más de quince minutos para sí mismo. Su casa era un paseo constante. La fiesta de la noche anterior continuaba en la piscina al día siguiente en un ciclo infinito. Y, hasta el día anterior, no había bajado a su santuario en meses.
El silencio lo dejó inquieto. Cuando estaba con otras personas podía sentarse y escuchar las conversaciones era fácil estar a la altura de sus expectativas. No era tan fácil comprender lo que eran sus expectativas y entonces dejó de intentarlo. Pero, por alguna razón, le importaba lo que pensase Paula. Quería demostrarle que estaba equivocada con él.
Apagó la televisión y se acercó a una estantería. ¿Por qué tenía que importarle que ella pensase que era un ser humano que valía la pena? Él generaba mucho dinero a muchas personas, los Outlaws, su agente. Y había donado más dinero para caridad de lo que nadie podía imaginar, para amigos con necesidad y para el equipo.
Tenía la seguridad de que ella ya sabía todo aquello y no se había impresionado. No creía que fuese capaz de ser un caballero.
Dejó de pensar cuando encontró una copia en tapa dura del Gran Gatsby, uno de sus libros favoritos. Después se sentó en el sofá con las piernas extendidas. Los sofás femeninos y los jugadores de futbol raramente se ajustaban bien, aunque aquel era bastante confortable, aunque podía ser algo más grande.
Estaba entrando en el clímax de la historia algunas horas más tarde cuando miró hacia arriba y vio a Paula de pie en la entrada. La verdad, ella miraba fijamente el libro en su mano.
Probablemente no pensó que pudiese leer y que los libros de su habitación subterránea eran meros adornos.
No consiguió indignarse. No cuando ella tenía tan buen aspecto.
—¿Eso es lo que vas a llevar?
Ella desvió la mirada del libro, pasó los dedos por las suaves ondas rubias y empujó los hombros hacia atrás.
—No, esto lo uso para hacer un sándwich. Me vestiré para mi cita más tarde.
Pedro estaba muy ocupado mirándola para prestar atención a su sarcástica observación.
¡Joder! Era magnífica. Esa cosa roja, pequeña y de encaje que vestía daba la impresión de ser transparente. Era el tipo de vestido que los hombres mirarían insistentemente toda la noche para ver si podían, tal vez, solo tal vez, ver algo que no debían.
Sin embargo ella no parecía desdeñable ni mucho menos.
Paula no podía ser una perra aunque alguien pusiese una pistola en su cabeza. En ella, el vestido rojo que caía por su cuerpo y los zapatos de tacón alto eran sexys y elegantes.
—Estás hermosa.
Los grandes ojos azules brillaron de sorpresa y Pedro percibió que le gustaba sorprenderla. Mucho. Finalmente había hecho algo que la hacía sentirse bien en vez de enfadada e irritada con él.
—Espero que ese tipo valga la pena.
Era mucho por el momento, pensó mientras ella giraba y entraba en la cocina. La siguió y abrió el frigorífico.
—Coge lo que quieras — dijo ella llena de sarcasmo nuevamente.
—Podría — dijo él mientras movía las botellas de zumo orgánico.—¿Tienes algo aquí que podría hacerme sentir como un idiota de patio?
—No bebo — dijo ella actuando como una monja.
Una nueva fantasía estalló en la cabeza de él. Una vez que consiguiese meterla en su cama tal vez pudiese convencerla de jugar al altamente excitante papel de monja que decide comportarse de manera indecente, con zapatos de tacón y sexy vestido rojo. Era una imagen agradable. Bastante agradable.
—Tú no debieras tampoco. — dijo ella y su polla se puso más dura bajo la cremallera de los vaqueros por lo que le llevó varios segundos comprender de qué estaba hablando.
— ya que tu cuerpo es tu trabajo, no puedo entender como el alcohol puede ayudar.
El cogió una botella de zumo de zanahoria orgánica y la abrió, bebiendo directamente de ella. Una mirada de disgusto cruzó el rostro de ella. Era realmente predecible.
Llevó el recipiente ahora vacío al fregadero y lo lavó
—Estoy de acuerdo contigo.
Eso la hizo calmarse.
—¿Entonces por qué bebes?
—No bebo.
Ah, allí estaba la sorpresa nuevamente.
—¿Realmente esperas que crea que vas a clubs de strippers sobrio? — Movió a cabeza — Estás loco
Ella no necesitaba saber que había dejado de beber diez años atrás. La mañana en que ella se fue y nunca volvió.
—Mi padre era un borracho.
Ella movió la cabeza.
—Lo sé, pero pensé…
Sonó el timbre y todas las cosas que Pedro quería decir se quedaron perdidas en la súbita ira hacia el cretino del otro lado de la puerta que podría tocarla.
Las próximas dos semanas Paula estaba fuera de circulación.
Para todos excepto para él.
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