BELLA ANDRE

jueves, 27 de octubre de 2016

CAPITULO 16 (PRIMERA HISTORIA)





Había muchas razones para aquel encuentro y una tendría que ser la definitiva: el hecho de que Pedro necesitara saber con qué tipo de hombre le gustaba salir a cenar; había tenido que explicarle a Dave que los estaba acompañando al restaurante por razones de negocios; el dueño del restaurante reservado no tuvo ninguna dificultad en encontrar una mesa mayor para “el gran Pedro Alfonso y sus amigos” aunque hubiese una espera de dos horas en la calle; además, Dave era posiblemente el mayor fan de los Outlaws y sabía cada juego que Pedro había hecho desde la facultad, parecía haber memorizado sus éxitos y casi no había mirado para ella desde que había abierto la puerta.


Lo más humillante de todo fue que Pedro pareció ciertamente triste por ella y marchó a salvarla.


Durante la última hora contó los bocados, las veces que masticaba la comida y los tragos de agua, porque incluso eso era más interesante que el futbol americano sobre el que Dave hablaba incesantemente.


Finalmente Pedro lo cortó.


—¿Sabes que Paula y yo fuimos juntos al instituto?


—Uh-oh.


La boca abierta de Dave lo hizo parecer un pez en un anzuelo. ¿Qué es lo que había visto en él?


—Oh querida, no puedo creer que fuiste testigo de los movimientos de Pedro cuando era adolescente. Eso debe de haber sido increíble.


Ella agitó la cabeza.


—No fui a ninguno de los partidos de futbol.


La boca de Dave se hizo increíblemente mayor.


—¿Dejaste de ver a uno de los mayores jugadores del instituto de todos los tiempos en acción? ¿En que estabas pensando?


Qué gran idiota.


—¿Quieres realmente saber en que estaba pensando Dave? ¿O prefieres preguntárselo a Pedro? — preguntó dulcemente.


Dave pestañeó con confusión.


—Está bien — se giró hacia Pedro—¿Por qué no fue a los partidos de futbol?


Pedro parecía increíblemente guapo bajo la luz oscura y Paula estaba segura de que toda mujer en el restaurante estaba teniendo un orgasmo por su culpa. No sabía como hacía para que todas esas personas lo miraran fijamente, soñando con él. A ella le gustaba su privacidad, y no podía imaginar no tenerla.


—Paula odia el futbol — dijo Pedro a Dave.


—¿Estás loco? —gritó con un sonido poco atractivo en un hombre.


Pedro respondió por ella.


—No a todo el mundo le gusta el deporte. Necesitas respetar el hecho de que las personas son diferentes y tienen sus propios intereses — se desvió del bobo vacilante —¿Quién es tu escritor favorito, Paula?


—¿Vivo o muerto?


—Muerto.


—Jane Austen.


—Pintor. Muerto.


—Mary Cassat.


—Músico. Muerto.


—Johnny Cash.


Él se rió.


—¿De verdad?


Ella encogió los hombros, sonriendo por primera vez en toda la noche.


—Siempre he tenido debilidad por los rebeldes.


¿Quién habría pensado que pudiese ser tan agradable? ¿Qué le importaban sus intereses si no los usaría contra ella, que no sabía lo que era seguro?


Mientras, a Dave no le gustó claramente el nuevo rumbo de la conversación.


—¿Cuáles son tus planes para la próxima temporada Pedro?


Pedro le hizo una seña al camarero.


—Creo que estamos terminando aquí. Gracias. — y le entregó su tarjeta.


Girándose hacia su cita fracasada ella dijo
—Me voy a ir temprano a la cama hoy por la noche.


Dave movió la cabeza, feliz por estar bajo el brillo de su héroe, y no percibiendo que su momento de gloria acababa de terminar.


El camarero volvió deprisa y Pedro firmó la cuenta, entonces extendió la mano hacia Paula. Ella la aceptó alegremente y lo dejó empujarla en su dirección.


El susurró.


—Di buenas noches, sé agradable y, no importa lo que pase, no lo invites a tu casa.


Sus palabras eran suaves y reconfortantes, no órdenes.


Dave siguió los tobillos de Pedro como un cachorrillo siguiendo a su dueño. Forzándose a ser cortés, Paula sonrió y dijo:
—Ha sido una noche adorable, Dave, pero tengo el día de mañana completo. Buenas noches.


No fue sorprendente que él apenas mirara en su dirección.


—Bien. Fabuloso. Entonces, Pedro ¿quieres subir para tomar una cerveza? Podría llamar a unos amigos para que se nos uniesen.


Un músculo saltó en su mejilla y su voz fue fría.


—Disculpa que no acepte, amigo, pero tengo una linda mujer esperando por mí para llevarla a casa.


El corazón de ella latió fuerte. No necesitaba Pedro ser su caballero de brillante armadura. Incluso así, había sido bonito ser llamada hermosa.


Dave movió la cabeza de forma encantadora.


—Uau, tú puedes conseguir a las chicas más sexys, ¿Quién es ella?


Una sonrisa burlona apareció en los labios de Pedro y Paula se sorprendió, estaba acostumbrada a la sonrisa despreocupada que lo hacía parecer un salvaje.


—Estamos manteniendo nuestra relación en secreto — le dijo —no está segura aún de si soy lo bastante bueno para ella.


Cuando la boca de Dave se abrió lentamente, Pedro puso la palma de su mano en la pequeña de Paula y la guió hacia la puerta, entonces fueron hacia la esquina.


Perfectamente feliz por ir donde quiera que él la llevase, siempre que fuese lejos de aquel súper idiota, ella se sorprendió al ver que iban a una minúscula pizzería.


—Dos porciones de pizza con todo y una botella de coca cola — dijo él a un camarero que pasaba y entonces la empujó a un reservado de madera tallada y se sentó cerca de ella — por favor, dime que era una cita a ciegas.


El estómago de ella gruñía. El chico deslizó dos porciones de pizza enormes sobre la mesa, ella escogió una y la olió.


—Me gustaría — dio un mordisco y después otro — Dios, esto está bueno.


Paula no podía negar lo agradable que era tener su calor, el cuerpo duro apretado contra ella en el pequeño reservado.


La estaba observando comer, alternando la mirada desde su boca a sus ojos, por su garganta y el escote que exhibía sus pechos bajo el vestido rojo.


Ella se sintió como una idiota por haberse molestado en vestirse bien para un inútil como Dave, pero, al mismo tiempo, otra parte apreciaba el placer por sentirse tan bien. 


Locamente, le gustó cuando Pedro la miró. Le gustó mucho más cuando lo vio atraído por ella.


Miró abajo en su plato vacío y después hacia el de él intacto.


 Ella había sido criada para ser una dama y una dama nunca comía más que un hombre, nunca elevaba la voz y nunca se colocaría en una posición insostenible.


Pero con Pedro, Paula había hecho las tres cosas. Y lo más extraño era que no estaba ni mínimamente avergonzada. De hecho se sentía completamente bien.


—¿Vas a comer esto? —Preguntó cogiendo su porción antes de que el pudiese responder.


—Pocas cosas son más sensuales que una mujer cuando come — le susurró y sus palabras se sintieron como una caricia. Los pezones se le endurecieron bajo el fino tejido delo vestido.


Ella bebió un trago del refresco, entonces se limpió la boca con la parte de atrás de su mano. Dios, amaba lo libre que se sentía de repente.


—No creo que ninguna de aquellas mujeres de tu piscina coman. Son solo costillas y silicona.


Él la miró fijamente.


—No creo que haya llamado sexys a las chicas, ¿no es cierto?


Ella se forzó a tragar.


—Creo que estoy intentando asumirlo.


—Ellas no son mi tipo.


El ruido de la cafetería pareció lejano y sintió como si fuesen las únicas personas en la sala.


—Desde que puedo acordarme siempre he tenido una gran cantidad de rubias curvilíneas con grandes…—¿Por qué tenía que ser tan previsible como un hombre de las cavernas?— cerebros. — Sonrió y entonces miró hacia abajo y posó la mirada en sus pechos ampliamente visibles — sin embargo un par de buenos pechos también están bien.


Ella cogió el refresco, intentando no mostrar lo feliz que estaba por el comentario...


—Todos sabemos que eres un maestro con las mujeres — dijo ella intentando salir de la posición en que estaba; a punto de implorarle que la tomase allí mismo, en la mesa — haces elogios inesperados centrándote en sus encantos ocultos.


Ignorando su sarcasmo, él dijo:
—Solo quiero decir una cosa más en relación a esta noche y no quiero que tomes esto como algo cruel ¿cierto?


Ella miró para él y vio sinceridad en sus ojos.


—Soy toda oídos.


—Tu acompañante era un idiota. Estaba loco por no prestarte atención; no te merece.


Sus palabras quedaron en el aire y Paula podría jurar que oyó lo que él dijo : Y yo tampoco te merezco.


Solo que ella estaba empezando a preguntarse si tal vez lo había hecho.


Pedro le compró un helado de cucurucho y ella lo apreció más de lo que debía. Si tuviese el mínimo instinto de conservación, habría terminado la noche hacía mucho tiempo, encerrándose en su habitación viendo las noticias o leyendo un libro.


Pero sorprendentemente apreció su compañía. Tenía encanto natural con sus fans. Docenas de personas querían fotos y autógrafos fuera de la heladería y cuando los dos finalmente volvieron a casa sintió como si todo su mundo se hubiese vuelto patas arriba.


No podía negar por más tiempo la verdad. Ella lo quería. 


Desesperadamente. Quería que la tocase y la besase. Lo quería dentro de ella. A su cuerpo no le importaba lo que pensase su mente o las sirenas de advertencia sonando alrededor de su cabeza.


—Gracias por esta gran noche — dijo, y quiso decirlo. Pero también esperó que él supiese que estaba intentando decirle que no quería que terminase.


Cogió sus manos y acarició con sus pulgares la piel sensible.


—¿Qué tal si la próxima vez dejamos la carabina en casa?


—Bien — susurró ella, dejando que la acercase más. No deseaba ser besada con tanta fuerza desde que tenía dieciocho años, cuando lo vio caminando por el dique directamente en su dirección, hacia su pasión.


—Buenas noches Paula — dijo, entonces se inclinó y la besó suavemente en el rostro.


Ella se quedó completamente inmóvil, con su corazón hundido por una roca. Lo observó caminar por el corredor hacia su habitación de huéspedes y cerrar la puerta con un clic.


Había sido rechazada por un hombre que no había rechazado a nadie en su vida. Nunca se había sentido tan estúpida, tan avergonzada, tan excitada jamás.





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