BELLA ANDRE

jueves, 27 de octubre de 2016

CAPITULO 17 (PRIMERA HISTORIA)





Pedro se sentó con fuerza en la cama King-size de la habitación de huéspedes. Sus manos estaban temblando. 


¿Tendría Paula alguna idea de lo terriblemente difícil que había sido mantener sus manos lejos de ella? ¿Cuánto deseaba tomarla allí mismo, en la alfombra? No recordaba la última vez que había estado tan duro y excitado. Las bolas azules no eran algo que experimentara de manera regular, hasta Paula.


Todo porque había decidido actuar como un maldito caballero.


Arrancó su camisa, rompiendo varios botones con la prisa. 


Quería que ella supiese que se podía comportar adecuadamente, que la respetaba y no iba a follar con ella sin cortejarla primero.


No es que la pizza y el helado fuesen las cosas más románticas del mundo, pero habían sido mucho mejores que una comida aburrida con el tipo más aburrido del mundo.


—Dios ¿Qué había visto en aquel imbécil?


Era obvio al mirarlo que era rico, exitoso y con suerte. Pero, sacando eso, no había nada más y ella podía hacerlo mucho mejor ¿no lo sabía?


Llamó a la ESPN y se fue al suelo a hacer algunas flexiones.


Esperaba que fuese feliz con el sacrificio que había hecho en nombre del honor esa noche porque no tenía la certeza de poder ser un caballero nuevamente.


Ella rodó boca abajo, después para la izquierda y más tarde a la derecha. Contó hasta cien más de una vez, pero nada la ayudó. No podía dormir, no con Pedro tan próximo. Por horas miró inmutablemente a la pared y deseó tener visión de rayos X para poder ver lo que vestía o si estaba desnudo. 


¿Estaría tocándose a sí mismo y fingiendo que sus labios o manos estaban en él?


Nuevamente oyó una voz dentro de ella que dijo, ¡basta! pero esta vez no estaba diciéndole que no se enamorase del hombre por el que había jurado nunca más tener sentimientos. No, esta vez la voz decía: Vete detrás de lo que quieres. ¡Mira al futuro! Ahora.


Se arrancó la camisola y buscó en el cajón de la lencería alguna cosa de encaje. Entonces salió al corredor, hacia la puerta cerrada de Pedro.


—No pienses, — le dijo la voz — ¡abre!


Lentamente giró la manilla y miró la habitación. La luna de la bahía fluía por la ventana, iluminando la forma perfecta reclinada en la cama.


—¿Por qué has tardado tanto?


La pregunta de él fue suavemente sensual y ella instintivamente se movió en su dirección.


—Quise hacerte esperar — dijo ella no reconociendo su propia voz.


—No soy un hombre paciente— dijo y ella sonrió.


—Eso es cruel. Esta noche jugaremos bajo mis reglas.


Estaba acostado de espaldas, con las manos atrás de la cabeza.


—La próxima vez jugaremos con las mías.


Se sacó la bata y se movió lentamente hacia la cama. El pecho magnífico de él estaba desnudo y ella no pudo resistirse a jugar con él, arrastrando la punta de la bata rosa por toda la extensión bronceada de su piel.


Gruñó profundamente y la agarró.


Ella dio un paso atrás.


—De alguna manera no pensé que podía confiar en ti para comportarte. Mantén los brazos encima de la cabeza.


Los ojos castaños la seguían cuando se subió a la cabecera de la cama. La bata se abrió revelando unas braguitas apretadas y traslúcidas.


Él no obedeció aún a su orden, entonces ella lo amenazó.


—Puedo usar esto en tus ojos o en tus muñecas. La elección es tuya.


Una sonrisa traviesa y excitada apareció en los labios de él.


—¿Y si escojo uno ahora y otro más tarde?


—Son mis reglas, Pedro. Escoge. — ella nunca había sabido cuanto le gustaba estar al mando y jugar a ser una chica mala.


Y estar con un chico rebelde como él despertaba a la seductora que llevaba dentro.


—Las muñecas —dijo — pero primero esto — extendió la mano y le abrió la bata dejándola desnuda pero sin ningún frío. Cada lugar en que miraba, cada lugar en que sus dedos se movían, ardía.


Sabiendo que lo estaba volviendo loco, ella se inclinó encima cuando amarró sus brazos al soporte de la cabecera con el cinturón. Sus pechos se movían encima de su boca y estaba penosamente tentada a deslizar sus pezones en ella. Pero quería provocarlo, atormentarlo, quería que estallase de deseo por ella antes de ceder.


Con las muñecas atadas, retiró las sábanas que lo cubrían.


Estaba felizmente desnudo y era increíblemente guapo.


Su polla se levantó, enorme y gruesa.


—¿Has encontrado lo que estabas buscando?


Sus palabras eran un insulto, pero seductoras.


—No puedo parar de revivir lo que hiciste para mí ayer con tus manos y tu boca. No puedo parar de pensar sobre lo que habría sido si las cosas se invirtiesen.


—Inviértelas — tragó en seco.


Ella subió a la cama y se puso entre sus muslos.


—No puedo evitar preguntarme si tienes un sabor tan bueno como parece.


La voz de él era estrangulada.


—Solo hay una manera de descubrirlo.


Ella sonrió.


—¿Quién dice que los deportistas no son inteligentes?


Lentamente se inclinó hacia abajo, dejó que su pelo rozase sus abdominales de manera que estos saltasen y se apretasen y llevó los labios a la punta del pene. Una gota de líquido apareció y ella lo lamió con un toque suave. Hasta aquel momento nunca había sido gran fan del sexo oral.


Era curioso como un hombre podía hacerla cambiar de opinión sobre todo.


Pasó su lengua ligeramente por su polla larga y gruesa. 


¿Cómo habían conseguido ajustarse cuando ella era una virgen de dieciocho años?


No podía esperar para descubrirlo nuevamente.


Sin previo aviso lo tomó profundamente en su boca.


Las caderas de él se arquearon en la cama y gimió su nombre. A ella le gustó verlo perder el control, y saber que era ella la mujer que lo conseguía.


—Desátame — gruñó.


Ella agitó la cabeza.


—No hasta que haya terminado contigo.


Tanto como le gustaba saborearlo y darle placer con su lengua y labios, quería sentirlo profundamente dentro de ella. 


Ahora mismo.


Se movió y puso las manos en su pecho para empujarse sobre su polla, dejó una primera pulgada pasar por su abertura. Revivió su vida amorosa los últimos diez años pero nada estaba a la altura de aquella increíble realidad.


—Más, Paula, toma más — la persuadió y ella cedió, descendiendo aún más y más sobre él. Antes de poder parar, antes de recordar el disminuir la velocidad y torturarlo de deseo, se deslizó hasta la empuñadura apretándose contra él.


Entonces percibió que se estaba mintiendo a sí misma. 


Tener control sobre su cuerpo cuando estaba con Pedro era imposible. Todo lo que ella quería era tenerlo dentro de esta manera, duro y palpitante. No podía tener nunca lo suficiente de él aun no quería que el placer acabase.


—Desátame — dijo nuevamente con un tono a la vez de orden y súplica. Pero antes de que ella tuviese la oportunidad los brazos de él se movieron y el tejido se rasgó en dos. En seguida sus manos estaban sobre ella, en todas partes, sus pechos, su clítoris, sus nalgas... un orgasmo empezó a ondular desde sus pechos, su estómago y lo más profundo de su corazón.


Paula jadeó con la mano entre sus piernas y el nombre de Pedro en sus labios cuando gozó. Las sábanas estaban enrolladas a su alrededor y le llevó unos momentos percibir que no estaba en la habitación de huéspedes. Estaba en su propia habitación.


Pedro estaba aún al otro lado de la pared.



3 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyyy, era un sueño!!!!!!!!! Excelentes los 3 caps.

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  2. Muy buenos!! Me encanta éste dúo

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  3. Jajaja me re creí que era realidad! Ya me parecía que Paula no iba a ir directo al grano!

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