BELLA ANDRE
lunes, 14 de noviembre de 2016
CAPITULO 35 (SEGUNDA HISTORIA)
Paula lo intento todo, teléfono, mail, incluso una visita a su casa, pero Pedro había desaparecido. Hasta que otro Outlaw pasó por su cubículo y la oyó dejando otro mensaje en su correo de voz y descubrió que se había ido al lago Tahoe.
—Tienes razón, lo había olvidado —mintió. Odiaba el hecho de no saber lo que hacían sus clientes.
Furiosa, tomó un taxi hacia la agencia más próxima de alquiler de coches. Ciertamente aquella noche no contaba con un paseo de cuatro horas por las montañas, intentó controlar la rabia durante todo el viaje, maldiciéndolos a los dos por la arrogancia de él y su sueño estúpido de trabajar con jugadores obcecados.
El sol ya se había puesto cuando condujo a un extenso parking de tierra. Los pinos eran altos en ambos lados de su coche e incluso en la oscuridad era un escenario inevitablemente hermoso.
Saliendo del coche, se estremeció bajo la blusa de algodón.
Las noches en el lago Tahoe eran muy frías. Sus ojos se abrieron cuando se encontró frente a la casa, poco ostentosa pero que incluso a la luz de la luna era la cabaña más hermosa que había visto.
Podía imaginarse corriendo hacia la playa con toallas, detrás de los niños, mientras Pedro se quedaba atrás, en la parrilla, girando hamburguesas y perritos calientes.
Sus ojos se llenaron de lágrimas repentinas por lo que se forzó a descartar las imágenes de su cabeza. ¿Cuándo iba a aceptar que el feliz para siempre nunca iba a pasar?
Ignorando el timbre, llamó a la puerta y se preparó para ver el hermoso rostro de Pedro. En lugar de eso la saludó JP.
—Me estaba preguntando cuándo vendrías —dijo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Paula quiso golpearlo.
JP fue a la cocina y dejó una botella de vino para coger una Perrier .
—¿Quieres una? —ella movió la cabeza negando.
—Lo que quieras —quitó el tapón a la botella de agua y se la llevó a la boca.
¿JP estaba bebiendo agua? ¿No era vino, o whisky, o cualquier otra cosa que le impediría jugar bien en el campo?
—Diablos, esto va en serio —dejó de lado la botella y se pasó la mano por la boca—. Estoy muerto —pasó las manos sobre la cabeza y bostezó.
La frustración hervía dentro de ella.
—Por todos los baños de sol que tomaste en el lago te iba a dar la noticia un día más agradable, pero no puedo preocuparme más, la verdad es la siguiente, he visto las cintas de tus juegos y no me impresionaron.
—Te estoy oyendo jefa —JP simplemente asintió.
—¿Me estás oyendo? —dijo cogida por sorpresa.
—Pedro me enseñó algunas cosas.
Ella parpadeó.
—Mi tiempo está mal —admitió— me he relajado durante los entrenamientos y necesito salir más rápido de la línea.
Ella lo miró asombrada. Había hecho una lista con varios de los problemas sobre los que pensaba hablar con él. Una vez más, Pedro había acertado de lleno. Era su caballero de brillante armadura arreglándolo todo.
Si por lo menos esto no oliese a pedir disculpas, como cuando se ofreció a ser su cliente después de su primera noche juntos…
Una puerta de cristal se abrió y él entró trayendo un montón de leña. Sus ojos se abrieron y se le hizo la boca agua.
Obviamente estaba cortando leña sin camisa.
Intentó retomar su resentimiento, pero era difícil estar enfadada con un hombre que estaba tan guapo como él. Tal vez si llevara una camisa, hubiera sido capaz de juntar dos pensamientos, pero ahora mismo, todo lo que podía ver era su pecho liso y sudado, los hombros musculosos y su…
—Paula, estoy feliz de que estés aquí —dijo Pedro.
Tuvo que buscar profundamente dentro de sí misma para impedir que sus rodillas se volviesen blandas.
—¿Planeabas informarme pronto sobre esta situación con JP?
—Déjame explicártelo —soltando la madera se aproximó confiado y sin esfuerzo.
No se dio cuenta que ella posiblemente no podía tener aquella conversación con él a menos que estuviese cubierto de la cabeza a los pies ¿Y usando tal vez una bolsa sobre su cabeza? Entonces, tal vez supiese lo que estaba haciendo.
Probablemente no era la primera vez que usaba su mirada para conseguir todo lo que quería.
—Vístete, y después hablaré contigo —girándose de espaldas a él, se enfrentó a JP que observaba el diálogo con interés—. Pero tú y yo vamos a hablar ahora.
Entró en la salita de la casa del lago, olvidándose de otra imagen de familia, niños y risas. De ahora en adelante era cien por cien negocios.
JP se sentó sobre un sofá y puso los pies descalzos encima de la mesa del café.
—¿Necesitáis que me vaya?
—Voy a hablar con Pedro en privado —frunció el ceño— después que termine contigo.
—No puedo creer que vaya a hacer esto —JP se rascó la barbilla.
—Entonces no lo hagas —dijo ella sintiendo el comienzo de una jaqueca.
—No consigo mantenerlo aquí dentro —él puso una mano sobre el corazón.
Ella volvió los ojos.
—Esta es la cosa, jefa —dijo— sé todo sobre sentir amor. Y lo estoy sintiendo ahora mismo.
—Por favor, no —¿Iba él a confesar que tenía sentimientos por ella? Aquello sería horrible.
—No te preocupes —dijo él riendo— no estoy enamorado de ti —la miró de arriba abajo— incluso aunque, de una manera respetuosa, eres un magnífico cuerpazo sexy.
—Creo que hemos terminado nuestra conversación ahora JP.
—Estoy hablando sobre ti y Pepe.
—Nosotros solo trabajamos juntos —su corazón dio un salto.
—Aún se me hace duro creer que has elegido a un viejo como él en vez de elegirme a mi — JP sonrió.
—No lo he escogido —movió la cabeza negando.
—No te preocupes, él no me dijo nada. Es solo un pálpito. Y viéndoos a los dos ahora mismo, realmente las cosas están muy claras.
¿Qué había visto él que no hubiese visto ella? Quería cogerlo por el cuello y sacudirle las respuestas.
Pedro entró en la sala y JP se levantó rápidamente del sofá.
—Tengo que conocer algunas chicas guapas de Tahoe. Hasta luego.
—No toques una gota de alcohol —advirtió Pedro.
—Ya te he escuchado, profesor. Voy a quedarme seco. Palabra de boy scout.
Paula deseó desesperadamente que se quedase; lo necesitaba como protección. Entonces la puerta se cerró y se encaró con Pedro, con el silencio extendiéndose entre ellos.
Él habló primero.
—Probablemente has comprendido el porqué JP está aquí.
—Lo estás entrenando.
—Y es un alumno rápido.
—Por lo menos unos de vosotros lo es.
Los expresivos ojos marrones se abrieron con sorpresa.
—Entiendo —dijo ella— te estás disculpando. Quieres hacer esto por las cosas horribles que me dijiste. Nuevamente.
—Es más que eso —la mandíbula de él se apretó.
—Claro que lo es —ella se levantó.
—Te amo —él dio un paso en dirección a ella.
—Claro que me amas —ella forzó las palabras sarcásticas.
Odió aquello, pero no podía volverse atrás en aquel momento. Ni nunca más.
—No sé que más hacer para convencerte.
Ella cerró los ojos, después los abrió y lo miró directamente.
—Es solo para tentarme, ¿no es cierto? Soy tu agente y tú eres mi cliente, eso es todo lo que ha sido y será entre nosotros —el dolor atravesó el rostro de Pedro, pero ella no podía dejar que aquello la echase atrás—. He venido a darte noticias —dijo con voz más suave—. Malas noticias.
Un brillo de alarma cruzó el rostro de él.
—Un periodista del Sports Illustrated descubrió algo sucio en tu pasado. Necesito saber lo que es, Pedro. Cualquier cosa y todo lo que puedas recordar. Podemos cambiar este juego, pero necesitamos hacerlo deprisa.
—No podemos cambiar este juego —Los ojos se volvieron sombríos cuando la miró a distancia— está finalmente acabado.
—¿Qué ha terminado? —ella le cogió la mano y la apretó con fuerza— ¿Qué pasó?
—Acostumbraba a beber —sus palabras fueron duras y rápidas—. Cualquier cosa que pudiese robar. A los novios de mi madre, a los padres de mis amigos. Rompía las cerraduras de las tiendas de bebidas. Era fácil hacerlo y coger lo que quería.
—Eras solo un chico. Las personas cambian —Paula se esforzó por esconder su sorpresa.
—Robar coches era mucho mejor. Mi amigo Joe y yo hacíamos un puente y nos dábamos un paseo para después dejarlos con el depósito vacío y algunos cigarros usados. Joe iba a ir a Virginia Tech con una beca de fútbol.
Pensábamos que éramos invencibles. Entonces choqué contra un árbol.
Un suspiro escapó antes de que ella pudiese reprimirlo.
—¿Te pasó algo?
—No me pasó nada —movió la cabeza tristemente—. Joe se rompió las piernas y perdió su beca.
Aquello hizo salir todo lo que había aprendido de su padre para interpretar aquellas revelaciones bajo la perspectiva de los negocios: aquella historia podía ser una pesadilla para las relaciones Públicas si saliese de forma equivocada. Aún así su corazón se quebró por el adolescente que había sido.
—¿Cómo no he oído esa historia antes? —preguntó calmadamente— ¿Cómo algo así ha estado bajo la alfombra tantos años?
—Sus padres eran políticos locales. No podían dejar que se supiese que bebía y robaba coches.
—Pedro —dijo ella suavemente—. Eras un chico. Los chicos hacen cosas estúpidas —la expresión de él era sombría—. Nunca te has perdonado, ¿no es cierto?
Él no se movió ni pestañeó. Y entonces movió la cabeza aceptando.
—No —sus ojos imploraban el perdón—. Quise decírtelo antes. Pero no sabía cómo.
Aturdida, necesitó algunos minutos para procesar todo aquello.
—Has puesto mis patrocinios en riesgo —dijo él interpretando mal su silencio, como si ella se preocupase e intentase administrar la situación—. No me importa el dinero. No lo necesito. Pero ahora he estropeado tu carrera también.
Ella levantó la mano.
—Es mi trabajo ocuparme de eso. No el tuyo. Vamos a descubrir eso juntos.
—¿Te vas a quedar? —la mirada de él se volvió más clara cuando la miró fijamente
—Voy a quedarme —pero ella no confiaba en sí misma para continuar en la casa de Pedro. No cuando quería consolarlo y el único modo en que sabía hacerlo era con su cuerpo—. Voy a pasar la noche en la ciudad y mañana presentaremos un plan de relaciones públicas. Y voy a ayudarte a entrenar a JP. Tengo algunas ideas.
Por primera vez en toda aquella noche Pedro sonrió.
Su cuerpo estaba tan dolorido y abatido que se adormeció no mucho después de que Paula se fuera. Pero se despertó antes del amanecer, asombrado de todo lo que ella le había dicho.
Estaba en lo cierto sobre él, sus acciones habían sido motivadas por la culpa. La amaba profundamente, pero trabajar con JP había sido para aliviar su culpa.
Había hecho lo mismo durante años por Joe. Casas, coches, barcos, los compraba todos, incluso cuando Joe le decía que no los quería ni los necesitaba.
¿Por qué diablos había agobiado a su amigo con regalos extravagantes a lo largo de los años? Joe era un tipo inteligente, ejecutivo de su propia empresa fabricante de productos “naturales” de belleza. Definitivamente no necesitaba sus sentimientos de culpa.
Así que el Sports Illustrated iba a por él. Debía de haber revelado su pasado hacía mucho tiempo.
Se levantó, abrió la ducha y se quedó de pie bajo el agua.
Parecía que todo se volvía limpio.
CAPITULO 34 (SEGUNDA HISTORIA)
El sudor le goteaba por los ojos a Pedro y lo apartó con el dorso de la mano. En las últimas cuarenta y ocho horas, a siete mil pies en el Lago Tahoe, donde el aire era seco como en el infierno al contrario que en San Francisco al nivel del mar, lo que empujaba su cuerpo al límite.
Pero JP se lo hacía aun más difícil.
JP que estaba en cuclillas sobre la hierba se arrodilló y vomitó. Al mediodía había vomitado todo lo que tenía en su organismo. Al final de la tarde estaba protestando.
Aunque para ser justos, JP todavía no se había echado a llorar. No podía, no si quería mantener su orgullo intacto.
Pedro sonrió. Entrenarlo había sido un infierno malditamente más divertido de lo que esperaba. Estaba sintiendo un gran placer al verlo sufrir.
Se puso ante él bloqueando la luz del sol.
—Vamos a la sala de musculación.
JP gimió.
—¡Déjame en paz, joder!
—No puedo, delincuente. No hasta que dejes de arrastrarte.
—¡Que te jodan!
—Si todavía puedes hablar, no debo estar trabajando lo suficientemente fuerte.
JP se incorporó con la ayuda del tronco de un árbol cercano.
—Algún día me las pagarás por esto.
—No tengo ninguna duda. Te doy ventaja hasta la sala de musculación.
JP le miró.
—No me hagas ningún favor.
Pedro se encogió de hombros, con la intención de empujar a JP hasta que mostrase tener un maldito coraje.
—Tres, dos, uno.
Salieron disparados por el camino de tierra en dirección a la casa en el Lago Tahoe, a una velocidad vertiginosa. Por primera vez, Pedro tuvo que contenerse en lugar de impulsarse para que JP no renunciara por vergüenza.
Cinco minutos después, la mano de JP contactó con la madera de la barandilla ante él. A pesar de todo, Pedro estaba impresionado.
Cuando JP quería, podía aguantar hasta la extenuación. Ser así de rápido después de dos días agotadores en los que Pedro lo mantuvo corriendo desde las cinco de la mañana hasta la media noche… era impresionante.
JP se derrumbó en el suelo jadeando.
—Gracias.
Pedro se reclinó contra la barandilla de madera roja.
—Díselo al banco de pesas —dijo, sabiendo los dos que ese era el código para “de nada”.
Pedro todavía no le había dicho a JP porque decidió trabajar con él, pero estaba seguro que el tipo sabía que lo estaba haciendo por Paula. Ella merecía grandes clientes. Y ya que pensaba que su tiempo como profesional estaba llegando a su fin, podría pasar un poco de lo que había aprendido en los últimos quince años a un joven como JP.
No importaba lo duro que tuvieran que trabajar, no iba a permitir que JP fracasara. No cuando eso significaría que también lo haría Paula.
CAPITULO 33 (SEGUNDA HISTORIA)
El lunes por la mañana, Paula fue a la sala de conferencias y cerró la puerta. Todavía se estaba recuperando de la barbacoa del domingo en casa de sus padres. Durante toda la tarde la habían empujado hacia hombres solteros.
Hombres calvos, aburridos, engreídos de todas formas y tamaños le traían copas de vino y le decían lo guapa que era. Pero la mayoría de ellos lo que admiraban era la barbacoa y la cocina último modelo al aire libre de su padre, sabiendo que si se casaban con ella, un día todo eso les pertenecería. No vio el momento de marcharse.
El teléfono en el centro de la mesa llamó su atención, desafiándola a que llamara a JP y le dijera que estaba lejos de estar preparado para jugar en un nuevo equipo. Porque después de verlo jugar el sábado, sabía con seguridad absoluta que todavía no podía venderlo —tal vez nunca.
JP era un choque de trenes: rápido cuando debería tomarse su tiempo, cogiendo la pelota o demasiado pronto o una milésima de segundo demasiado tarde. Tenía un gran físico, pero no tardaba mucho en quedarse sin aliento.
Claro, que podía correr con él hasta que se derrumbara, hacer que empezase el día con pesas y lo terminase con flexiones y abdominales hasta que pidiera misericordia. Pero era algo más que condición física lo que necesitaba JP. Y ciertamente, ella no estaba segura de que tuviera ese algo especial.
Un algo especial que Pedro tenía de sobra.
No debía pensar en él, no tenía sentido. Siempre lo amaría más allá de las palabras, pero no podía estar con un hombre que quería controlarla.
Obligándose a concentrarse, tomó el teléfono y marcó el número de JP. Él no estaba en casa y tampoco respondía al móvil.
Genial. En lugar de trabajar ese culo para convertirse en el mejor maldito receptor del país, seguramente estaría por ahí gastándose todo el dinero que no tenía a la espera de un contrato millonario.
Si verdaderamente no fuera su único cliente, lo habría despedido tan rápido que su cabeza le daría vueltas.
El resto del día, hizo llamadas telefónicas y envió e-mails a todos los intermediarios de las agencias con las que había trabajado. Les preguntó como distinguirían ellos a un gran receptor de uno bueno, y las informaciones que ellos dieron fueron de oro.
JP necesitaba ejecutar rutinas precisas, tener velocidad de salida y hacer capturas, incluso en un bloqueo doble. Al final del día, tenía un plan para lograr el éxito. Ahora todo lo que tenía que hacer, era encontrarle. Meterle el plan por su bonita garganta.
Tenía menos de una semana para transformar a JP, de un cliente mierda, en otro de oro macizo. Cuatro días y medio eran pocos para hacer un milagro. Si ella lo conseguía, su padre tendría que besar sus pies.
Aunque de repente la opinión de su padre no le importaba tanto como solía hacerlo.
El teléfono sonó, cuando lo levantó Angie fue directamente al grano.
—Tu padre quiere verte. Ahora.
¿No le había dicho a su padre que la dejara en paz por lo menos durante una semana?
—Muy bien —estaba preparada para discutir con él.
Su padre empujó hacia atrás la silla cuando ella entró.
—Tengo una noticia extraña. Malas noticias.
El corazón se le disparó.
—¿Mamá?
—No tu madre está bien. Es sobre Pedro.
Ella se detuvo, con el corazón en la garganta, intentando concentrarse en las revelaciones de su padre.
—¿Qué? ¿Qué es?
—Acabo de recibir una llamada de mi amigo en el Sports Illustrated. Uno de sus escritores estaba haciendo un reportaje sobre los mayores héroes del fútbol y el nombre de Pedro estaba en la lista —su padre se pasó la mano por la cara—. Evidentemente el escritor desenterró algo sucio sobre Pedro. Algo de su pasado.
¿Estaba Pedro ocultándole algo a ella? ¿A todos? El corazón le dolía por él, incluso mientras intentaba enterrar su dolor porque no hubiera confiado en ella.
—¿Te dijo tu amigo que era?
—No. Y dado que Pedro está a punto de retirarse, este es el momento para que piense en autobiografías, giras, visitas a los institutos para motivar a los estudiantes. Todos vamos a perder mucho, pero Pedro el que más. Tienes que averiguar qué demonios hizo y rápido. Y luego arreglarlo aun más rápido.
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