BELLA ANDRE
domingo, 30 de octubre de 2016
CAPITULO 26 (PRIMERA HISTORIA)
Al día siguiente fueron al campo de fútbol para niños de Palo Alto.
—Este es mi lugar favorito para pasar el verano —dijo Pedro a Paula cuando llegaron al aparcamiento de Camp Cougar. Varios campos de futbol se extendían alrededor del estacionamiento, un edificio marrón teja estaba a su izquierda.
—Vamos, voy a presentarte a los chicos que dirigen este lugar.
Fue dando abrazos de oso por todo el recinto.
—Gente, esta es Paula —Pedro no estaba avergonzado por necesitar un asesor de imagen, pero no le importaría durante cinco minutos que sus amigos pensaran que estaban juntos.
Paula, por supuesto, no se sentía de la misma manera, mientras apretaba las manos saludando decía:
—Soy la asesora de imagen de los Outlaws, me contrataron para trabajar con Pedro.
—Espero que no se suponga que debamos mostrarnos sorprendidos —dijo Tony con una sonrisa. Con sus sesenta años, había estado en el campamento desde que Pedro tenía unos diez años e iba por el campo pateando traseros y tomando nombres. — Pedro siempre fue un salvaje, a pesar de todo, de todos modos lo quiero.
— ¿Qué tenemos este año? —preguntó Pedro sin ganas de discutir sobre su pasado. Las cosas iban tan bien con Paula, que no quería que ella recordase al sinvergüenza del instituto.
— ¿Alguien destacado?
Tony asintió.
—Un chico, Jose, me recuerda mucho a ti. Puede jugar en cualquier posición, en ataque o en defensa. Nada lo perturba. Juega como si tuviera dieciséis años en vez de diez.
Paula se sentó en el borde de una mesa y cruzó las piernas.
Maldición tiene unos bonitos muslos —pensó Pedro.
— ¿Ser tan bueno y tan joven, no causa resentimiento en los otros niños?
La pregunta de Paula era muy buena y él luchó para concentrarse en el fútbol en vez de lo que había debajo de sus bragas.
—De vez en cuando hay problemas, especialmente si uno de los chicos tiene aptitud. Sin embargo en la mayoría de los casos no es culpa de ellos. Puede ser difícil cuando los padres creen que tienen al próximo Payton Manning.
Tony negó con la cabeza.
—Ese niño Jose, es realmente amistoso, igual que su cliente. Atrae a las personas como un imán.
Pedro tomó la alabanza como un avance y miró hacia la puerta corredera de cristal abierta, explorando el campo. No le fue difícil localizar a la futura superestrella, jugaba como un chico de secundaria, no como uno de quinto año; era rápido, parecía tener una comprensión instintiva para el juego. Mientras los otros niños tenían que pararse, pensar y luego decidir qué dirección tomar, Jose iba dos pasos por delante.
— ¿Estás listo para trabajar con el grupo de este año? Desde ayer están hablando de ti.
Pedro asintió.
—No puedo esperar.
CAPITULO 25 (PRIMERA HISTORIA)
Las puntas de los dedos de Pedro rozaron su espalda a medida que le bajaba la cremallera. Era un maestro del contacto, hasta el más leve roce de sus dedos la hacía humedecerse y estar preparada para él.
Su vestido llevaba incorporado el sujetador, así que cuando deslizó el algodón rosa bajo sus caderas, todo lo que le quedaba eran unas braguitas empapadas, una sensación a la que se estaba acostumbrando después de una semana de constante excitación.
—Fuera todo —gruñó Pedro.
Los músculos de sus hombros y bíceps estaban tensos, la polla erecta presionando contra el bóxer.
—Por supuesto —dijo— De lo contrario ¿Cómo podría introducir los dedos en mi coño?
Ella no había dicho antes la palabra con C, le gustó, la hacía sentirse traviesa. Los ojos de Pedro se volvieron oscuros, profundamente castaños, su polla se estremeció cuando apareció una mancha de humedad en su bóxer.
Con los pulgares tomó la cinta estrecha de seda de sus braguitas, lentamente la deslizó sobre las caderas hasta su montículo y la bajó por los muslos.
—Me siento tan perversa aquí desnuda sobre la arena —murmuró suavemente, disfrutando con el gemido de Pedro como respuesta cuando se recostó sobre el vestido.
Luego arqueó ligeramente la espalda, cerró los ojos y movió las manos por la parte superior de sus pechos, justo por debajo de la barbilla. Sentía sus ojos en sus senos, los pezones le dolían por el placer de los pocos momentos que se los había lamido. ¡Dios! Amaba la boca de Pedro sobre ella.
Bajó las manos a los lados por las costillas, seguidamente cubrió los pechos en forma de concha. Fingiendo que sus dedos eran los labios de él, tomó los pezones tirando de ellos, apenas oyendo lo que Pedro decía.
— ¡Joder, eres tan sexy! —mientras se concentraba en las sensaciones que le producía la forma en que recorría el camino desde los pechos hasta su vientre.
Dejando una mano en el pecho, con la otra recorrió su estómago plano, abriendo las piernas se dejó caer de lado, queriendo exponerse tanto a las manos como a los ojos hambrientos de Pedro.
Luego con el dedo medio, tocó el botón duro de su clítoris, casi le daba miedo tocarlo, sabiendo lo cerca que estaba de correrse otra vez. Ella no quería ir demasiado rápido, porque no quería que ninguno de los dos se perdiera el espectáculo completo.
Sin embargo, aunque no podía resistirse a provocarlo, no pudo evitar deslizar el dedo sobre su clítoris presionándolo.
Paula jadeó arqueándose.
—Eso es —la animó Pedro— agradable y lento.
Su voz cálida la recorrió alcanzándola principalmente en los pezones la vagina. Quería deslizar sus propios dedos dentro, imaginar que la estaba tocando, sabiendo que él estaría haciendo eso mismo muy pronto, en cualquier lugar y de cualquier manera que desease.
Levantó ligeramente las caderas, apretó los músculos de su estómago y deslizó la mano de nuevo por su montículo.
— ¿Lo estoy haciendo bien? —Susurró sin esperar su respuesta porque ¡se sentía tan bien!
—Oh, Señor, sí —gimió Pedro y ella sonrió ante su excitación.
Entonces, abrió aun más las piernas y deslizó el dedo medio, primero solo la punta y luego hasta la segunda falange.
Sabiendo que él estaba conteniendo la respiración, empujó el dedo hasta el fondo moviendo las caderas al ritmo de su mano, se echó hacia atrás y hacia adelante, empujando por completo dentro y fuera. Estaba muy cerca de correrse, solo un segundo más presionando su clítoris y explotaría.
Incapaz de resistir otro segundo, retiró el dedo y finalmente se tocó el clítoris. Una vez rota la barrera, no podía dejar de mover y hacer círculos sobre la carne tensa. Había perdido el control de sus caderas y manos, ellos tenían el mando. La otra mano frotaba y tiraba de sus pezones cuando el orgasmo la arrastró bajo un pino en una playa privada del Lago Tahoe.
Las piernas le temblaban incontrolablemente cuando abrió los ojos. La mano de Pedro estaba en su polla y ella casi se corrió de nuevo ante el modo frenético en que la estaba trabajando.
—No te atrevas a desperdiciar eso —jadeó ella.
Un segundo después se había puesto un preservativo y estaba empujando dentro de ella, con el dedo pulgar acariciándola el clítoris, llevándola directamente a otro orgasmo sorprendente, con la otra mano en sus pechos, y la boca sobre la suya.
****
Paula estaba sentada en el enorme balcón con vistas al lago, bebiendo una botella de agua mineral. Después de hacer el amor de forma increíble, Pedro había entrado en la casa para limpiarse y vestirse. Tenían que marcharse en media hora para ir al compromiso de esa noche, y era agradable tener juntos, un poco de tranquilidad.
Pedro apareció con un plato de bruschetta, su estomago empezó a gruñir.
—Realmente tenemos que mandarle a tu amigo una nota de agradecimiento. —Se puso una en la boca y cerró los ojos extasiada— Guauuu. Esto es magnífico.
—Creo que conoces al dueño, Dominic estaba haciendo ejercicio en el gimnasio conmigo. Él habló contigo, le hiciste reír.
Ella inclinó la cabeza a un lado y pensó por un momento.
—Ummm… estoy viendo la imagen de un hombre muy guapo con el pelo oscuro y ojos verdes.
Algo que se parecía sospechosamente a los celos, cruzó la cara de Pedro.
—Es un gran tipo.
—No es mi tipo.
Pedro se relajó visiblemente, se sentó a su lado en el confortable sofá, al aire libre.
—Bien, porque tendría que destrozarlo con mis propias manos si alguna vez te tocara.
Paula no supo qué decir ante la sorprendente y conmovedora declaración. Era bueno saber que tenían un acuerdo no tácito de monogamia mientras estuvieran juntos.
Realmente no podría soportar ver que miraba a otra mujer.
No mientras durmieran juntos.
Aunque, si era honesta consigo misma, era igual de difícil para ella pensar en él acostándose con otra persona cuando su contrato con los Outlaws terminara.
Vagó la mirada por el agua, dejándose absorber por la belleza de las pequeñas olas que atravesaban el lago hacia la orilla. Inhaló el dulce aroma a pino y habló suavemente.
—Estoy muy a gusto a tu lado, Pedro.
No lo miró, no quería ver si sentía lo mismo o estaba intentado esconder la pena por la rapidez con la que se había enamorado. Pero al mismo tiempo, quería que supiera que se sentía feliz. Que estaba satisfecha con el esfuerzo que estaba haciendo hasta ahora para borrar sus errores.
—Me alegro —fue su respuesta.
Había tanto calor en esas dos palabras, que todos sus miedos desaparecieron. ¿Qué pensaba ella? Eran iguales, tanto en espíritu como en los logros. No había nada más que mucho sexo fantástico y risas, en su futuro próximo.
CAPITULO 24 (PRIMERA HISTORIA)
Muy temprano a la mañana siguiente, la BlackBerry de Paula dio un zumbido recordándoles que tenían que estar en el Lago Tahoe por la tarde, recaudando fondos para otro gran evento. Pedro tuvo que contenerse reciamente para no hacerle nada en la limusina durante las cuatro horas de viaje hacia el norte, los dos necesitaban dormir un poco.
Horas después del acontecimiento, Paula lo encontró sentado en una mesa firmando autógrafos ante una larga fila de niños y sus padres.
Le entregó una botella de agua y se inclinó para susurrarle.
— ¿Cómo te va? ¿Necesitas un descanso o algo así?
Él inhaló el perfume de canela y crema e inmediatamente tuvo una erección. Deseó no haber aceptado mantener su relación en secreto porque quería ponerla en su regazo ante todo el mundo y besarla. No estaba seguro si ella se daba cuenta que casi todos pensaban que era su novia, que un tipo como él no tendría una asesora tan guapa si no estuviese con ella.
Sin embargo, una promesa era una promesa, no haría nada que pudiese estropear todo lo bueno que tenían.
—Estoy bien —dijo, gustándole el modo en que Paula miró tras ella hacia los pinos del Lago Tahoe. Solía pensar que una mujer así solo encajaría en fiestas lujosas o de compras en Tiffany, pero después de observarla en acción, sabía que tenía la vitalidad de un atleta, y estaba dispuesta a darlo todo por sus clientes.
— ¿Has conseguido dejar la tarde libre?
Ella asintió.
—Una vez que hayas terminado aquí, tienes libre hasta la gala de esta noche en el Northstar de Lago Tahoe.
Antes de volverse hacia sus fans, le dijo en voz baja.
—Me alegro de oír eso. Espero que estés preparada para estar toda mojada.
Por el rabillo del ojo, observó cómo sus pezones se endurecían bajo el vestido.
Realmente tenía una mente pervertida. Seguro que él estaba hablando solo de darse un baño en una playa privada que había tras el pinar.
La cadera rozó su hombro cuando se giró para marcharse inundándolo una vez más de deseo.
Una hora más tarde, abandonó la mesa donde firmaba autógrafos y volvió junto a Paula, para estrechar la mano de su anfitrión.
—Ha sido estupendo conocer a tantos fans de los Outlaws, nos veremos esta noche —dijo, no dando a nadie oportunidad de acercarse.
— ¿Por qué has tardado tanto? — inquirió ella, casi superándolo en urgencia por volver a la caravana alquilada.
— ¿No me habías dicho que la paciencia era una virtud?
Paula se sentó en el asiento del pasajero y lo miró.
—No me puedes decir algo así delante de todos.
— ¿Cómo qué? —Preguntó observando su vergüenza, para después ayudarla a sobrellevarla de la mejor manera posible.
—Espero que estés preparada para estar toda mojada. —Lo imitó Paula.
Pedro giró el contacto empezando a conducir.
—Nadie lo escuchó. Además, pensé que sería bueno tomarse unas horas de descanso, pasar un rato en el agua.
Su rostro se enrojeció cuando se dio cuenta que había tomado su comentario como una insinuación sexual.
Sin embargo, se volvió hacia él.
— ¿No podías haber firmado más rápido? Realmente no necesitabas preguntar a la gente por sus perros. Con los hijos era suficiente.
Afortunadamente después de pasar una noche juntos, sin inhibiciones, no tenía que pensar dos veces antes de decir lo que tenía en la mente.
—Parece que alguien necesita disfrutar.
—No será gracias a ti —murmuró ella.
Al diablo con hacerla esperar más. Él podría muy bien poseerla allí mismo.
Pedro miró sus muslos desnudos sobre el cuero del asiento, y deslizó su mano derecha sobre su regazo.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, pero sus piernas se abrieron para él, solo lo suficiente para que supiera que quería que la tocara, que la volviera loca por lo menos una vez, de camino a su próximo destino mojado y escurridizo.
—Voy a darte placer —dijo mientras apartaba la tela sobre sus muslos para poder llegar hasta su vagina húmeda y resbaladiza.
—Estás conduciendo.
Pedro sonrió.
—No te preocupes, lo tengo controlado.
Ella dejó de discutir cuando él continuó haciendo su trabajo.
—Abre las piernas para mi, amor, quiero sentir lo mojada que estás.
El viento elevó su gemido, cuando sus muslos se relajaron, su polla casi estalló en los pantalones vaqueros. Cuando sus dedos encontraron el borde de su ropa interior ya estaban húmedos.
— ¿Cuánto tiempo llevas esperando a que te toque? —preguntó con la voz sedosa y el pene palpitando.
—Horas. Aunque me ha parecido que siempre.
Tratar de controlar la respiración se le hizo muy difícil. Era la mujer de sus sueños, la fantasía de cualquier hombre, una diosa del sexo.
Era divertida, inteligente y tenía éxito, pero a Pedro le ponía muy nervioso tener fuertes sentimientos por algo que no fuera sexo.
Afortunadamente Paula solo quería placer. Sumergió un dedo en su miel, notando su calor cuando deslizó un dedo entre sus carnosos labios y lo movía de un lado a otro.
—Pedro por favor —imploró Paula, él sabía que quería que le tocara el clítoris, que lo presionase hasta que gritara.
Lo primero era lo primero.
Movió la muñeca de manera que pudiese deslizar un dedo en su interior, y luego dos, bombeando dentro y fuera con un ritmo lento y constante. Nunca se cansaba de tocarla, nunca se cansaba de estar dentro de ella, con sus dedos, su lengua, su polla.
Paula balanceó sus caderas contra su mano, sujetándole la muñeca, se dio cuenta que estaba a punto de correrse, le dio al clítoris la atención que se merecía.
—Déjame ver lo excitada que estás —insistió y ella soltó su mano, de forma que él pudiese encontrar el botón ardiente, dejándolo acariciarlo, rozarlo.
Su cuerpo entero se tensó bajo sus manos, cuando Pedro dijo:
—Quiero escucharte cuando te corres.
La carretera estaba desierta y estaba tan excitada con él como jamás lo estuvo antes con nadie. Pronunció su nombre, primero como un susurro y a continuación con un profundo gemido de placer cuando Pedro dejó su clítoris e introdujo los dedos en ella, moviéndolos de arriba abajo entre su clítoris y sus labios, de manera repetida tan rápido como podía.
Tenía las piernas totalmente abiertas y la cabeza presionada contra el asiento, cuando arqueó la espalda. Sus pezones se endurecieron contra la tela del vestido, Pedro amó observarla mientras gozaba con salvaje abandono.
La humedad cubría sus dedos, continuó acariciándola cuando el orgasmo empezó a sacudirla. Justo cuando llegaron a la pequeña y privada cabaña del lago que le había prestado uno de sus viejos amigos.
Pedro frenó y de mala gana retiró los dedos de entre las piernas de Paula.
—Hemos llegado. Espero que te haya gustado el paseo.
Ella abrió los ojos mirando al lago increíblemente azul. Tenía casi una milla de largo por media de ancho. Había visto muchas cosas bonitas en su vida, pero aquella mezcla del agua, los árboles y las montañas se acercaba a la perfección.
Todo lo que necesitaba para llevarlo al límite era a la mujer perfecta.
Su mente se apagó durante un segundo.
¿Era Paula la mujer perfecta?
Salió del coche y fue a la parte trasera como si necesitara algo. Cualquier excusa bastaba para tratar de comprender qué diablos estaba pasando con él.
Vale que el sexo hubiera sido increíble —mejor dicho perfecto— pero eso no significaba nada, no cuando casi no se miraban a la cara cuando se desnudaban. Y especialmente cuando venían de mundos tan distintos.
Ella siempre pertenecería al rico y privilegiado.
Él siempre sería el héroe de los fracasados.
Era verdad que él iba a echar a perder su cerebro en las próximas dos semanas; solo un idiota dejaría pasar esa oportunidad, pero mantendría encerrado todo lo demás; su corazón, sus emociones y todo lo que en él era capaz de amar. Sería un tonto si no lo hiciera.
Cerró el maletero soltando las llaves sobre el asiento. Luego se sentó en una piedra quitándose los zapatos y poniendo los calcetines en su interior.
La cara de Paula estaba radiante de admiración.
—Esto es precioso, Pedro. Absolutamente increíble.
Asintió y la miró.
—Solo lo mejor para ti —dijo, pensando cómo diablos mantener sus palabras controladas. No quería parecer un idiota y asustarla.
Ella le dirigió una mirada penetrante y supo que sería mejor suavizar las cosas si quería que la tarde transcurriera tan bien como había sido el paseo en coche.
— ¿Alguna vez has nadado en el Lago Tahoe?
Se quitó los zapatos de tacón caminando por la arena hacia la orilla.
—De ninguna manera. El agua no debe de estar a más de veintiún grados en pleno verano.
Pedro se quitó la camiseta de los Outlaws y la lanzó sobre los zapatos y calcetines. La mirada de ella recorrió ávidamente su pecho, y se dio cuenta de que estaba nuevamente excitada.
—Yo te mantendré caliente —dijo Pedro dándose cuenta de que eso era un poco cursi, pero era la verdad.
Paula movió la cabeza alejándose de la orilla.
—No creo que puedas tentarme aunque te quites los pantalones.
Él desabrochó el botón superior de sus vaqueros.
— ¿Sabes que lo harás, verdad? Aunque tenga que cargarte yo mismo.
Los pezones de Paula se endurecieron nuevamente, y él dijo:
—Desnúdate, ya.
Paula rió apartándose de él y de la orilla del lago.
—Solo tú le pedirías a una mujer que se desnude de una forma totalmente natural. Y esperarías que ella lo hiciera.
Pedro se quitó el bóxer —su miembro perpetuamente rígido cada vez que se encontraba a menos de cien metros de ella, saltó— y comenzó a perseguir a su hermosa presa.
—No te atreverás —dijo ella señalando su vestido.
— ¿Quieres apostar?
La cogió en brazos y la anticipación vibró por sus extremidades.
—Vas a pagar por esto —dijo Paula, pero no había enfado en sus palabras, solo calor y una ansiedad que coincidía con la de él.
—No puedo esperar por el castigo —susurró en su oído mientras se dirigía al agua helada.
—Llevo esperando que me domines toda la semana.
Sintió como sus muslos se apretaban y observó como los pezones se levantaban. El agua golpeó sobre sus muslos, Pedro inclinó la cabeza hacia sus pechos, cubriendo la fina tela con su boca, chupando y tirando de sus pezones.
—Haré lo que quieras —dijo jadeando mientras se arqueaba contra su lengua— pero, por favor, no me hagas entrar en el agua.
— ¿Cualquier cosa?
Ella asintió mirándolo a los ojos.
—Cualquier cosa.
Muchas fantasías pasaron por su cabeza en ese momento, estuvo a punto de dejarla caer.
Empujándola fuertemente contra él, respiró hondo.
Y escogió una fantasía.
—Trato hecho.
Giró y fue hacia un lugar cubierto bajo un enorme pino. La tumbo de espaldas subiendo el vestido por sus muslos, mostrándole un poco de sus bragas. Su polla latió.
Paula estaba apoyada sobre sus codos, observándolo, esperando su orden.
Pedro se lamió los labios.
—Quiero ver cómo te acaricias.
Paula se sentó.
— ¿Qué?
Sin embargo, no se negó. Pedro sabía que ella había pensado en tocarse mientras la miraba. Y eso la enfadaba.
Pedro se tumbó a su lado, apoyando la cabeza sobre una mano.
—Quiero ver como pasas las manos por tu cuerpo, sobre tus pechos, tu sexo. Quiero ver como tus dedos se deslizan sobre los labios y como presionan el clítoris. Quiero observarte mientras te das placer y quiero que sepas que te estoy mirando, para que descubras cuanto deseo estar donde estén tus manos.
Respirando entrecortadamente, ella lo miró.
Luego se volvió hacia él diciendo:
—Sería mejor que me bajaras la cremallera para que pueda empezar.
De repente Pedro se preguntó si sobreviviría a esto, después de todo.
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