Pedro odiaba verla irse. Quería con desesperación arreglarlo todo, quería llamar a su padre y decirle que era él quien la había seducido, no al contrario. Quería abrazarla y besarla hasta que entrase en razón. Quería estar con ella tanto emocional como profesionalmente y ayudarla en el agotador trabajo de representar a un jugador como JP.
Pero no podía hacer ninguna de aquellas cosas. No si quería tener una maldita oportunidad de que Paula se diera cuenta de que podía cambiar, que podía dar marcha atrás y dejar que ella tomara el mando.
Y que ella lo amara también.
****
Mientras conducía bajando la carretera sinuosa a San Francisco, Paulaa se sintió como si tuviese de nuevo trece años y estuviese aterrorizada por traer a casa una mala nota en su boletín, rezando para que su padre no descubriese nunca sobre la única clase de biología a la que había faltado, pero sabiendo que lo iba a descubrir, y que estaría un mes castigada por su transgresión.
Felizmente, el paseo de cuatro horas le había dado bastante tiempo para pensar. Tiempo para ver que no necesitaba de sus elogios para sentirse bien consigo misma.
En algún momento de la última semana había cambiado. En parte por causa de Pedro, pero principalmente porque finalmente se había valorado a sí misma y había mirado hacia arriba y había visto que era capaz de hacer cosas sorprendentes, tanto profesional como personalmente.
De ahora en adelante iba a vivir su vida en sus propios términos. Iba a descubrir lo que quería para salir y cogerlo.
La única pregunta que permanecía sin respuesta era qué hacer en relación a Pedro. Lo amaba, pero el abismo entre ellos era mayor que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario