BELLA ANDRE

domingo, 23 de octubre de 2016

CAPITULO 2 (PRIMERA HISTORIA)





El reloj del abuelo en el despacho de Bobby Wilson sonó a las nueve, en el preciso instante en que Pedro se sentó en una enorme silla de cuero y su agente hizo lo mismo. El nuevo jefe de los Outlaws estaba al teléfono, sentado de espaldas a la sala.


Un simple y claro juego de poder y ni siquiera era original. 


Pudo haber conseguido que Pedro volviese si quisiera, pero había aprendido desde muy temprano que mostrar emoción lo pondría en situación de debilidad.


Nunca había visto a Agustin nervioso antes. Marcos, el entrenador ofensivo parecía nervioso también. Ni siquiera lo miró a la cara.


Pedro ya tenía una lista en su cabeza de equipos que se peleaban entre sí para tener la suerte de contratarlo. Quién quiera que fuese, el nuevo propietario estaba haciendo que Agustin y Marcos temblaran como chicas, la bola estaba en su campo.


Bobby finalmente colgó el teléfono y lentamente giró su silla lejos de las ventanas de cristal que daban a la bahía de San Francisco.


—Aquí está, vivo y en carne y hueso. El infame Pedro Alfonso.


Pedro levantó una ceja.


—Un placer conocerlo finalmente.


Bobby Wilson era un tirano, lleno de arrogancia. 


Probablemente porque era el dueño de todo.


—Es mucho más guapo en persona — Bobby se levantó y su inmensa barriga dio muestras de gravedad al caer sobre su cinturón y apoyarse sobre la hebilla grande y brillante.


—He tenido una madre guapa — dijo Pedro, aunque no la reconocería en la calle si la viese. La foto que su padre mantenía de ella estaba muy estropeada y con rayas.


Bobby sonrió, revelando unos dientes extremadamente perfectos.


—Me gusta oír a un chico hablando bien de su madre.


La bilis en el estómago de Pedro se agitó. Cualquiera que prestara atención al futbol o a las revistas de celebridades sabía que Pedro no tenía madre. O un padre sobrio, si de eso se trataba.


—Te vi hacer aquel touchdown de la victoria — continuó Bobby — y le dije a mi esposa, “querida, aquel chico ciertamente puede jugar al futbol, sabe como lanzar la bola y correr tan rápido, como puede una persona comprar camisetas o perritos calientes”. A mi mujer le gustan sus diamantes y sabes, ella pensó que debía comprar el equipo en aquel mismo instante. He sentido un inmenso placer con mi nueva compra, hasta que vi tu foto en Las Vegas Review Journal ayer por la noche.


—Ella era una stripper bien sexy, ¿no es cierto? — dijo Pedro suavemente.


El rostro de Bobby Wilson se puso rojo.


—Sé que piensas que te puedes burlar de mi, hijo, y sé que mis valores tradicionales y familiares no significan nada para ti, pero no toleraré ese comportamiento en ninguno de mis jugadores.


Pedro sabía que el rico, gran propietario del equipo esperaba su momento.


—Sí señor — todos aquellos años esforzándose por ser un tirano debían haberlo hecho olvidar cómo funcionaba aquello.


—Debió haber visto el trasero de su amiga —dijo Pedro— Foxy y Roxy van juntas y son demasiado, pero vale la pena.


Bobby no necesitaba saber que sus amigos eran los que querían a las strippers, no él, y que no podía controlar quién le robaba una fotografía con una mujer desnuda en su regazo y aún podía controlar menos las tiradas de los periódicos. Era el precio de ser una estrella.


Los párpados de Bobby cayeron y una sonrisa burlona se deslizó entre sus labios.


—Creo que estoy hablando demasiado rápido para ti, chico bonito.


Pedro sonrió, mostrándole sus dientes al cretino.


—Cuánto más lento mejor — se dijo mentalmente haciendo la lista de los equipos que podían contratarlo.


—Estamos buscando un consultor de imagen para ti. Tienes dos semanas para limpiar tus acciones o puedes sacar tu trasero de mi equipo.


Pedro se rió.


—¿Cree realmente que voy a dejar que una persona ande detrás de mí durante dos semanas?


Bobby parecía excesivamente contento.


—Realmente me gusta pensar sobre eso más como una relación del tipo guardia-prisionero.


—Si nos disculpa un momento, mi cliente y yo querríamos conversar afuera —dijo Javier interviniendo antes que Pedro pudiese responder.


Los ojos pequeños de Bobby centellearon con malicia.


—Tómese el tiempo que necesite.


Pedro se había pasado la vida enfrentándose a oponentes en busca de su sangre y estaba calmado y confiado mientras dejaba el despacho. Continuó saliendo hacia la puerta principal y manzana abajo, hacia el Starbucks más próximo.


—No puedo creer que me he perdido el café de la mañana por aquel cretino.


Pedro no le gustó el pensamiento de dejar los Outlaws y San Francisco pero era la solución obvia antes de que un mal propietario convirtiese su vida en un infierno.


Javier asintió con la cabeza


—Estoy de acuerdo contigo que aquel tipo es un tremendo idiota. Hizo algún dinero con el petróleo, y ahora piensa que puede asumir el mando del mejor equipo de la liga. Pero, solo porque está teniendo una línea conservadora con sus jugadores, no quiere decir que tengamos que hacer algo precipitado


Pedro levantó una ceja.


—Precipitado sería arrancarle el corazón por la garganta.


Javier levantó su mano.


—Bajo otras circunstancias sería el primero en no hacerle caso a ese tipo…


—¿Pero?


—Los Outlaws tienen la mejor oportunidad que he visto en décadas para ganar la Super Bowl.


Lo que decía Javier tenía sentido. Otra Super Bowl le daría la llave para entrar en el salón de la fama.


Como si pudiese sentir a Pedro suavizándose, Javier continuó.


—Tus amigos están aquí y sé cómo te gusta esta ciudad.


Involuntariamente el pensamiento de que ella aún estaba por allí vino a su cabeza. No podía creer que una mujer a la que no veía hacía más de una década lo hiciese recapacitar sobre sus planes para irse.


—Además de eso, — continuó Javier — he oído que Paula Chaves es la mejor en ese ramo. Creo que no sería tan malo tenerla rondando algunas semanas.


Pedro pestañeó fuertemente. ¿Paula Chaves? Sabía que era una consultora de imagen, pero nunca había pensado que podrían trabajar juntos algún día.


Javier babeaba.


—He oído decir también que es muy sexy.


Ellos debían estar jugando duro con Bobby Wilson ahora mismo, pero la súbita imagen de las largas y sedosas piernas de Paula enrolladas a su alrededor y sus senos perfectos en sus manos sacaron hacia un lado todo pensamiento racional.


—Bien, lo haré — dijo lanzando el vaso vacío a la basura — pero ella es la única consultora de imagen con la que voy a trabajar. Si ella no hace el trabajo me voy de la ciudad de forma permanente. Vas a hacérselo saber por mí, ¿no es cierto?







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