BELLA ANDRE
sábado, 29 de octubre de 2016
CAPITULO 23 (PRIMERA HISTORIA)
Según la fiesta se acercaba a su fin, Paula se encontraba más perdida.
Si había pensado que la sensación del amor perfecto iba a acompañarla por el resto de sus días, estaba muy equivocada. Ni siquiera sería suficiente para esa noche.
Había estado mirando el reloj toda la velada desesperada por estar otra vez a solas con Pedro, en su casa, en su cama, todo el tiempo que quisiera.
Pero lo que realmente la molestaba era la manera.
—Ningún compromiso, eso es un hecho —Continuaba resonando en su cabeza repitiéndose como un CD rayado.
—Estoy cansado de ser como un perro de exhibición —le dijo finalmente Pedro yendo a buscar al anfitrión.
—Lo he pasado muy bien esta noche —le dijo a Gordon— Gracias por la invitación.
—Me alegro de que hayas podido venir esta noche, Pedro. Gracias por traer a una acompañante tan encantadora.
Por el tono tan agradable de su voz, Gordon lo mismo podía haberla llamado tu perra.
Su mente regresó a la habitación del sexo y apenas pudo contener su disgusto.
—Lo he pasado muy bien —dijo Paula estrechando la mano seca y huesuda de él.
—Lo sé —dijo.
Fue una respuesta extraña.
Pedro la liberó de la mano de Gordon y se dirigieron a la salida.
—La mayoría de los días me encanta mi trabajo —le dijo al oído en voz baja.
Ella asintió con la cabeza, sabiendo exactamente adónde quería llegar.
—A mí también.
Mientras Pedro avisaba por el móvil al conductor que estaban preparados para marcharse, ella miró de nuevo a la casa. El balcón de la torre oculto por los robles sería siempre un recuerdo maravilloso.
Se deslizó dentro de la limusina y dijo:
—Has estado fantástico esta noche.
Los bordes de su boca se curvaron y sus ojos brillaron perversamente.
—Me alegro que te haya gustado.
—Me refiero a cómo has interactuado con los invitados.
—Por supuesto, yo también.
Paula se rió, contenta de poder estar finalmente con él. No solo era sexy, sino también divertido. Y sorprendentemente ingenioso.
Paula bajó la voz para hablar sin que Joaquin, el conductor, pudiese oírlos.
—Sabes que fue fantástico allí arriba.
—Cuéntame más —dijo y ella miró fijamente el asiento delantero.
Pedro apretó un botón en el reposabrazos y el separador de cristal entre los asientos delanteros y traseros se cerró. El leve zumbido de la emisora de radio que José escuchaba desapareció.
—Confía en mí, no puede escucharnos.
Se alejó de Pedro tanto como se lo permitió el cinturón de seguridad.
—No puedo hacer nada… no mientras él esté aquí.
Pedro parecía relajado en su asiento de cuero, se maravilló de cómo nada parecía intimidarlo. Ella estaba ardiendo de deseo, preguntándose como conseguiría hacer el trayecto sin subirse en su regazo montándolo como una amazona y él parecía totalmente relajado.
—Él no puede leer los labios —dijo Pedro.
El cerebro de ella iba un paso detrás de sus hormonas.
—No entiendo —entonces se sonrojó— ¡Oh!
Pedro sonrió nuevamente con la mirada de un gato perezoso que ha conseguido su crema, como si no le importara la cereza en lo alto del postre.
—Estoy feliz porque podamos empezar —insinuó Pedro y ella intentó concentrarse en algo más que en su perfecta boca, sus manos grandes, fuertes y el revelador y fascinante bulto en sus pantalones.
—Va por libre. No puedo controlarlo — dijo él al ver su mirada.
Se sentiría muy decepcionado si no pudieran terminar este juego de una forma inevitablemente sensual.
—Me gustaría que no hubieses llevado esa ropa esta noche.
— ¿Por qué?
—Cubriendo toda esta belleza, parecía que me estabas castigando.
Ella se sonrojó de nuevo. Era precisamente eso lo que intentaba hacer.
—Pero eso fue antes de darme cuenta de lo sexy que sería quitártelo.
Paula apretó los muslos cuando el calor húmedo se deslizó desde su núcleo. Se le secó la boca y su corazón se aceleró.
—Tu turno —dijo Pedro.
Ella apretó los labios agitando la cabeza.
—Yo no sé cómo.
Pero él era persuasivo.
—Cuanto más sepa lo que te hacer sentir bien, mejor podré hacerlo.
Ella prácticamente tuvo un orgasmo allí mismo.
—Dime lo que te gusta —la instó.
Todo.
Pero Paula no podía decírselo.
¿Entonces por qué las palabras “me gusta todo” resonaron en la limusina?
Él no sonreía ahora, solo se quedó sentado frente a ella con los músculos tensos.
Por primera vez, Paula se dio cuenta de que podía tomar el control. Si se olvidara de ser la mujer perfecta, si cedía a su sexualidad, podría dar la vuelta al juego de Pedro y colocarlo al borde del deseo.
—Dime qué debí hacer de otra manera —dijo él.
Ella respiró profundamente, absorbiendo el olor almizclado de su momento de amor, la mezcla de cedro y especias que siempre la haría pensar en él.
—Nada.
La voz de Pedro era suave.
—Dime qué quieres que haga.
Paula no podría haber hablado ni aunque tuviese una pistola apuntándole a la cabeza.
—Dime lo que quieres que te haga cuando regresemos a casa, cuando estemos a solas de nuevo. Solo tú y yo.
Pedro lo estaba haciendo nuevamente, estaba tomando el control de su mente, su cuerpo entero, le era tan difícil recordar que ella merecía tener el mismo tipo de poder sobre él.
Se movió de manera que el bajo de su vestido se subió varios centímetros por los muslos. Jugaba con las perlas en su cuello para llamar su atención hacia sus pechos, y provocarlo de la misma manera que él lo estaba haciendo con ella.
—Quiero tomar un baño.
Un pequeño músculo saltó en su mandíbula, Paula contuvo una sonrisa victoriosa.
—Juntos.
Pedro se removió intranquilo, delatando su energía sexual reprimida.
Algo salvaje y nuevo cobró vida en el pecho de Paula. Por primera vez era libre de expresar y realizar sus fantasías sexuales. Nada lo sorprendería, aunque no creía que necesitara ser una pervertida para impresionarlo.
Solo debería ser ella misma.
Obviamente Pedro tenía fe en su sensualidad descubierta y si ella hiciese exactamente lo que en verdad quería hacer, las próximas dos semanas con él conseguirían ser un poco atemorizantes.
Y muy emocionantes.
—Cuéntame más —le rogó.
—La paciencia es una virtud —bromeó Paula— especialmente cuando se trata del placer.
Él extendió las piernas, mostrando su excitación.
—Desde que era un muchacho, nunca he deseado tanto acariciarme a mí mismo.
— ¿Quieres que pare? —le preguntó con una sonrisa.
— ¡Demonios, no!
—Perfecto. Porque antes de tomar el baño, vas a quitarte la ropa mientras yo te miro. Y no olvides moverte un poco, exhíbete para mí.
—Lo haré — murmuró.
— ¿Quieres saber lo que realmente me excita?
—Más que nada.
—Quiero que entres en la bañera primero. Quiero saber que estás esperándome, duro y preparado, mientras me desnudo lentamente.
Él tragó trabajosamente, Paula quiso besar su nuez de Adán, quería recorrer con la lengua cada centímetro de su cuerpo.
— ¿Y después?
Ella cerró los ojos apoyando la cabeza en el respaldo de cuero.
—Entonces me hundiré en tu polla y te follaré hasta fundirte el cerebro.
Paula podía escuchar la respiración rápida, que combinaba con la suya. Su pulso estaba acelerado, estuvo a punto de olvidar que el conductor estaba en el asiento delantero y podría tener una visión de su espectáculo de sexo. El más leve toque y Pedro explotaría.
Tras lo que pareció ser la espera más larga de su vida, finalmente llegaron.
Generalmente no era tan grosero como para salir del coche y correr por las escaleras sin dar las gracias al conductor. Ya se disculparía con Joaquin más tarde.
No había terminado de meter la llave en la cerradura cuando la mano de Pedro serpenteó a su alrededor y abrió la puerta. Lo siguiente que supo, fue que estaban en el salón y que ella estaba contra la pared con el vestido levantado hasta la cintura.
—Realmente me gusta el plan de la bañera, pero me temo que no voy a poder aguantar más allá de la entrada.
Una onda caliente de excitación la invadió y le arrancó el pantalón y la camisa, mientras él rasgaba el envoltorio de un preservativo.
— ¡Date prisa! —dijo ella.
Un segundo más tarde, Pedro estaba retirando sus bragas a un lado, y ella enrolló las piernas a su alrededor. Enterró su enorme erección dentro de Paula, a continuación empujó dentro y fuera, más fuerte, más duro, ella pronunció su nombre, suplicando más, sollozando cuando el orgasmo sacudió todo su cuerpo. De nuevo se movió dentro de ella, hasta que se calmó y lo sintió pulsar en su interior.
Más de una vez Paula había dado gracias por el poderoso físico de Pedro, por el perfecto entrenamiento que realizaba, por sostenerla como si no pesara nada.
Las ropas estaban en el suelo, rasgadas por sus manos codiciosas y lujuriosas.
—Espero que hayas traído más de un traje —se burló ella.
La risa suave de él retumbó en sus costillas.
Al fin, había entendido porque tantas mujeres lo buscaban, porque estaban dispuestas a dar cualquier cosa por tener una noche, o más si tenían suerte, con él. Sabía cómo hacer sentir bien a una mujer.
No solo como darles placer, sino también como sacar su feminidad interior y reír con ella al mismo tiempo.
La semana pasada no habría admitido que él era algo más que un deportista playboy que apenas podía sumar o escribir. Pero ahora sabía que Pedro era mucho más complicado y maravilloso de lo que dejaba ver a la gente. Le dolía el estómago cuando pensaba en que sus caminos se separarían una vez que su trabajo terminase y la nueva temporada de Pedro comenzara.
Todavía le quedaban dos semanas con el hombre sexualmente más completo del planeta, e iba a exprimir cada gota de placer de ellas. Mientras no cometiera el error de enamorarse de él, estaría muy bien.
— ¿Preparado para ese baño? —preguntó sonriendo mientras la conducía por el pasillo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Espectaculares los 3 caps. Me parece que no se van a poder separar después de las 2 semanas.
ResponderEliminar