BELLA ANDRE

lunes, 24 de octubre de 2016

CAPITULO 6 (PRIMERA HISTORIA)




Fue una sorpresa ver a Paula ser tan traviesa, incluso cuando sabía que no era el efecto que ella pretendía. Comprendía que quería que pensara que ella estaba al mando y se sentía perfectamente feliz al dejarla actuar como si estuviese llevándolo con una cuerda corta.


Pero estaba contento de que hubiese echado a sus amigos. 


Cierto que le gustaba la fiesta constante y la sensación de que vivía en una casa con chicas en bikini en su piscina y una infinita cantidad de comida y bebida a mano. Pero a veces aquello lo hacía considerarse un poco viejo.


A veces quería quedarse solo por un tiempo, sin sonrisas, sin juegos y escapar de la presión de ser juguetón y sensual con las chicas. Si fuese un tío legal le diría a Paula que no se había acostado con Cindy o su amiga, pero le gustó verla celosa. Le gustó aún más advertir el trabajo que le costaba esconderlo y fingir que no le importaba con quién se acostara o lo grandes que eran los pechos de estas mujeres.


¡Oh sí!, a Paula le importaba y estaba extremadamente contento con eso.


No pasó demasiado tiempo sintiéndose mal consigo mismo o deseando ser una persona diferente, era inmune a los insultos desde hacía mucho tiempo. Crecer con un borracho en casa le hacía esto a un tipo. Pero, de alguna forma, cuando ella dijo que él era despreciable, se molestó. Solo lo suficiente para que lo notase.


Cierto, ella era solo una pasión juvenil que se había hecho más importante porque no la había visto nunca más después de la noche que habían pasado juntos. Pero aún quería impresionarla. Y no con su coche, su casa o su cuenta bancaria. Eso no era suficiente.


Quería llevarla a su santuario privado bajo su casa.


Nadie, salvo los hombres que la habían construido, había estado en el sótano de su garaje. Pedro lo había proyectado y amueblado personalmente para satisfacer todas sus necesidades los días en que no quería fiesta.


—Entonces, dijo ella, ¿Dónde podemos sentarnos y empezar a ver tu nueva agenda? Necesitamos llamar también a tu agente.


Ella estaba mirando a la gran mesa del comedor, probablemente pensando que podía sentarse en un lugar mientras él lo hacía en el otro.


No tuvo suerte.


—Tengo el lugar perfecto — casi se rió cuando vio que ella estrechaba los ojos en respuesta. Siempre había sido muy inteligente y una gata con cerebro era una combinación infernal.


—Sígueme.


Caminaron por la casa y el espacioso garaje. Entonces el tocó un botón en la pared y una sección de un metro del suelo se abrió para revelar una escalera de mármol.


—¿Estás de broma? — dijo ella echándose hacia atrás con horror — no voy a seguirte ahí abajo.


Se rió.


—¿Qué piensas que voy a hacerte? ¿Cortarte y almacenarte en mi congelador?


—Claro que no, pero…


Sus mejillas se ruborizaron y Pedro llenó el espacio en blanco en su cabeza. Pero puedes besarme y me puede gustar y entonces podríamos acabar desnudos. 


Nuevamente.


En algún momento necesitarían discutir sobre su pasado. 


Habían pasado muchas cosas que no debían ser ignoradas para siempre. Pero era demasiado pronto.


Era como un caballo arisco, siempre a punto de correr, y felizmente Pedro estaba más que dispuesto a ser el que le susurrara.


Decir que estaba nerviosa, cuando bajó la larga escalera mal iluminada, sería un eufemismo. ¿Y si Pedro tenía algún tipo de aberración como Picasso y había llenado las paredes con pinturas S&M? ¿Y si tenía juguetes S&M allí abajo? Paula no tenía la certeza de lo que esto significaba pero creía que látigos, cadenas y ropas de cuero con agujeros en varios lugares no estaban muy lejos de la realidad.


Se estremeció. Debía de estar horrorizada por el pensamiento de que Pedro practicase S&M. Entonces, ¿por qué estaba terriblemente excitada ante la idea de usar cuero para él? ¿Por ser amarrada a una columna de la cama mientras él la observaba?


Pedro encendió las luces y ella se quedó sin aliento, en estado de shock.


Estanterías de madera oscura rodeaban la sala y los gruesos volúmenes en cuero parecían muy usados, con las páginas arrugadas, como si hubiesen sido leídos más de una vez. Las paredes mostraban el deslumbrante arte de los maestros impresionistas, Matisse, Degas, Renoir. Ella conocía la diferencia entre una copia y una tela original y las pinturas de Pedro eran originales. No pudo contener su sorpresa.


—¿Esto es realmente un Rodin?


Le hizo un gesto y de alguna manera ella consiguió apartar los ojos de aquellos impresionantes tesoros para mirarlo. Nadie le había sorprendido antes tanto y no sabía lo que pensar o decir.


—Esta escultura es mi bien más precioso — le dijo pasando reverentemente las puntas de los dedos sobre una zapatilla de ballet, de la escultura en bronce, de una bailarina.


Donde Paula esperaba ver satisfacción presuntuosa consigo mismo encontró algo completamente diferente: admiración.
Su corazón traicionero saltó dentro del pecho y se llevó todo lo que ella tenía para dominar al la fiera que llevaba dentro y que quería amar a Pedro nuevamente.


¡No, no, no!


Solo porque estuviese impresionada con las cosas que el poseía no significaba que estuviese impresionada con él. 


¿Cómo podía haber coleccionado cosas tan sorprendentes? ¿O alguien le había dicho que las grandes obras de arte impresionarían a sus invitados?


Movió la cabeza. Si este fuese el caso tendría las obras de arte moderno en la sala de estar también. Su refugio era exactamente el de un hombre que sabía lo que gustaba.


No le encantó sentirse como si hubiese encontrado una pieza de un rompecabezas que posiblemente no pudiera completarse. No la convenció pensar que Pedro podía tener otro lado más profundo.


Se movió por la sala parándose en los libros, las pinturas y las demás esculturas.


—¿No tienes miedo de que tus amigos arruinen esto durante una de tus fiestas? — el estremecimiento se notó en su voz. 
No tenía intención de parecer tan tensa y remilgada, pero Pedro la había desequilibrado para todo el día — lo que quiero decir, todo aquí es inestimable y sorprendente. Yo mantendría todo esto para mí.


El permaneció de pie, frente al Rodin y ella se estaba muriendo por mirar su hermosa piel, lo que significaba quedarse cerca, algo altamente desaconsejable.


Esperó para responder hasta que ella estuvo a centímetros de distancia.


—Mis amigos nunca bajan aquí, nadie ha venido jamás aquí.


Ella frunció el ceño


—¿De qué estás hablando? Me has traído.


Sonrió y su respiración sonó directamente sobre el cuerpo de ella.


—Lo sé — dijo y ella juró por Dios que sus rodillas flaquearon. Patético.


Dio un paso atrás y después otro hasta que se quedó apoyada en el exuberante sofá, de un suave tono carmesí. Incluso los muebles de esta habitación la saludaban, lo que significaba algo, considerando que siempre le habían gustado las líneas simples y contemporáneas. Se sentó y cerró los ojos apreciándolo. Ningún asiento había sido tan bueno y le había resultado tan cómodo.


Señor, las cosas eran mucho peores de lo que ella pensaba, no se estaba enamorando de su arte, ¡también lo hacía de su sofá!


—Es confortable ¿verdad? — preguntó inclinándose sobre la estantería, con los musculosos brazos cruzados en el pecho.


Parecía un león en el centro de su guarida, inspeccionando todo lo que era suyo con absoluto placer. ¿La acariciaría tan reverentemente como lo hacía con el Rodin? ¿La miraría con la misma adoración con la que miraba el Monet?


Felizmente su instinto de conservación le dijo que cogiese las gafas de mujer seria de negocios de su portafolio para que pudieran trabajar en el plan de su cambio de imagen.


Así conseguiría salir de su casa entera.


Preferentemente con todas sus ropas.


—Bien, ¿por qué no empezamos a trabajar?


—Será un placer — aceptó él. Mientras tanto, se sentó en el sofá de cuero y colocó las largas piernas encima de la antigua mesa de café.


No lo creía. No cuando la palabra placer sonaba como una invitación clara y directa al pecado.


Cogió un archivo de periódicos y recortes de revista.


—Agustinme dio esto y dijo que me ayudaría a saber un poco sobre tu imagen hasta ahora, — empujó una foto especial en la que lo acusaban de besar a una morena increíble y desnuda. —el material es impresionante.


Sonrió.


—Tienes razón. El médico que hizo esos pechos es un artista


Casi rió, pero precisaba llevarlo por el buen camino y no alentarlo a ser un bromista.


—Mi trabajo es impedir que fotografías como ésta vean la luz. ¿Sabes cuál va a ser el primer paso para eso?


—¿Pagar a los editores?


—No seas idiota.


—Entonces no hagas preguntas idiotas.


Ella respiró profundamente y él aprovechó su silencio momentáneo para volver a sentarse cerca.


—Mira querida —le dijo, y ella odió que usara una palabra cariñosa, especialmente después de haberla insultado — ninguno de los dos es idiota.


Apretó los labios e intentó tocarle la boca, pero sus ojos no eran mejores para mirar que sus labios.


—No me llames querida — dijo ella en tono serio mientras sentía que la tenía donde quería. El león acechaba a su presa.


De repente todo cambió cuando él volvió al sofá.


—No debiera jugar contigo — dijo — pido disculpas por el comentario de “idiota”. Es porque he pasado la mayor parte de mi vida siendo tratado como un deportista idiota. No es agradable después de un tiempo.


Paula se no se sintió ofendida por lo que dijo, pero se sintió como una idiota total y absoluta. No le interesaba ni era nada especial para él.


Solo estaba jugando con ella.


Debía estar celebrando el hecho de que iba a salir de su cueva subterránea libre y claramente con todas sus ropas intactas finalmente. Entonces, ¿por qué no se sentía más feliz con eso?


¿Por qué quería llorar?


—Pido disculpas por lo de idiota — dijo forzadamente. Intentando llevarlo de nuevo a su camino agregó: — creo que lo mejor para tu imagen sería una serie de eventos de caridad a lo largo de toda el área de la Bahía.


—Siempre que no interfieran con el entrenamiento de fútbol de la próxima semana.


—Parece que no irás a los entrenamientos sino te ocupas primero de esto — señaló.


Algo relampagueó en sus ojos y en el momento se convirtió otra vez en depredador.


—¿Te has equivocado en otras cosas?


—¿Disculpa? — dijo ella


Él se aproximó más.


—Creo que mi pregunta fue bastante clara.


Tragó en seco, intentando lamer sus labios.


—Raramente.


—Vale entonces. Qué tal ¿sorprendida?


La había sorprendido llevándola a su santuario particular y ella se quedó sorprendida por la fuerte reacción corporal a su proximidad después de todos esos años pasados.


—No — dijo, pero su voz fue más débil.


Su sonrisa, entonces, fue malvada.


—Hay una primera vez para todo.


Él debía moverse hacia el otro lado del sofá o mejor aún, subir los escalones y salir por aquella puerta. Cualquier cosa para evitar la sensual atracción que ejercía sobre ella.


—Yo me quedé sorprendido antes — dijo Pedro, sin esperar respuesta, lo que era bueno ya que ella no era capaz de dar una en concreto. Estaba muy ocupada intentando recordar cómo respirar, cómo mantener su cabeza recta y no hundirse en su boca y rasgar todas sus ropas, implorando que la tomase en aquel maldito segundo.


Se inclinó y dijo.
—¿No me vas a preguntar quién me sorprendió, Paula?


—No — pero lo que quería decir era sí. ¡Oh, sí!


El rozó su mejilla con un dedo y dijo:
—Tú.


Estaba tan sorprendida por su tacto y por el modo en que la miraba, como si fuese lo que siempre había buscado, que se olvidó de correr. Se olvidó de que lo odiaba y de que podía herirla, no importaba lo bien que la podía hacer sentirse.


Su silencio lo divirtió, ella lo advirtió por aquella sonrisa perezosa y por el modo en que los dedos se movían a través de sus labios. Se sentía rara, como si hubiese abandonado su cuerpo y su mente estuviera en otra parte.


—¿Quieres saber por qué? — le preguntó.


Desesperadamente, pero no podía admitirlo. Ni siquiera ahora que casi se había entregado al no apartar su mano y no reprendiéndolo por traspasar el límite de consultora y cliente. Si hablara, se traicionaría exponiendo su deseo. Intentó ver la cabeza con una mano, pero cada pequeño movimiento fue la causa de que sus dedos acortasen la distancia hacia sus labios.


Todo aquello era una locura. Tenía que decir algo. Tenía que hacerle saber que estaba allí por negocios, solamente por negocios.


Se limpió la garganta.


—No importa nuestro pasado, Pedro. Solo el futuro, este en el que tú eres una celebridad respetable y yo recibo un sueldo por un trabajo bien hecho. La única razón por la que estoy aquí es para volverte un ser humano decente y tener la certeza de que fotografías como estas no aparezcan nuevamente.


Nunca antes había dicho tantas mentiras de un solo latigazo.





2 comentarios:

  1. Wowwwwwwwwww, re intensos los 3 caps. Vamos a ver si lo logra Pau.

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  2. Jajaja pobre Paula! No se esperaba que se le hiciera todo tan difícil! Muy buenos capítulos!

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