BELLA ANDRE

martes, 8 de noviembre de 2016

CAPITULO 13 (SEGUNDA HISTORIA)





Paula rozó el collar levemente.


—Pedro, esto es demasiado. No puedo aceptarlo; es demasiado caro… y demasiado hermoso. —concluyó con suavidad.


Cuando se dio la vuelta para mirarlo, con su boca exuberante y rosa y los ojos brillantes, su erección presionó contra la cremallera.


—Eres preciosa —dijo, necesitando besarla con desesperación, sentir su boca contra la suya, saborearla.


Se arrodilló entre sus piernas para acariciar su rostro, enredó los dedos entre su pelo cuando su boca encontró la de Paula. No tenía intención de seducirla en el restaurante de su amigo, como tampoco tenía intención de besarla antes en la sala de juntas. O hacer el amor con ella varias veces en su casa la noche anterior.


Nunca antes se sintió tan atraído por nadie, nunca necesitó a una mujer, nunca deseó tanto sus caricias más allá de la razón. Las últimas ocho horas se le habían hecho una eternidad esperando saborearla otra vez, fue más rudo de lo que pretendía cuando la obligó a abrir los labios con la lengua.


Ella gimió e instintivamente abrió las piernas para que pudiera acercarse más.


—Te deseo, Paula. Aquí mismo, ahora.


Quería conseguir su permiso para hacerle el amor allí, pero estar a su lado lo volvía loco, hacía que todo lo que tenía intención de decir suavemente sonase como una exigencia sexual implacable, en vez de todo lo contrario.


Ella se pasó la lengua por el labio inferior.


—¿Y si entra alguien?


—Aquí estamos a salvo. Si no respondemos cuando llamen, se irán.


—¿Lo prometes?


Con un gemido deslizó las manos por su trasero y dijo:
—Lo prometo —dijo antes de cubrir su boca nuevamente con un beso caliente. Mientras ella se retorcía en sus manos, su cerebro se desconectó y su pene creció.


—En todo lo que he sido capaz de pensar durante horas y horas —dijo mientras echaba hacia atrás el vestido de seda negro para desnudar sus senos— fue en tus perfectos pechos.


El transparente sujetador negro apenas cubría sus pezones endurecidos, un atractivo escaparate para los pechos más hermosos que había visto.


—Me quedé con las ganas de hacer esto —dijo, juntando los montículos con las palmas de las manos y tomando extasiado en su boca los pezones cubiertos por la seda. 


Paula arqueó la espalda cuando él deslizó la lengua y los pulgares sobre los picos tiesos.


—Y esto —suavemente pellizcó la carne rosada con los dientes.


—¡Oh Dios! —murmuró ella—. Sí.


Se desvanecieron los últimos vestigios de su autocontrol. 


Con Paula, no podía esperar ni un minuto para echar mano a su bote de miel. Estar con ella lo volvía loco, lo hacía parecer un maniaco sexual hambriento de sexo.


A pesar de que no había pasado un día desde que había follado con ella.


Deslizó las manos por sus costillas, por su cintura, levantando su vestido más y más, mientras se abría camino hacia el sur. Paula abrió aun más las piernas, sus dedos ansiaban con desesperación tocarla, sentir lo mojada que estaba, deslizarse en ella.


Sus bragas estaban húmedas, una gota de líquido pre seminal se escapó de la cabeza de su pene. Apretó los pulgares contra el montículo cubierto de tela, luego deslizó un dedo bajo el elástico, alcanzando el lugar dorado. Su coño estaba resbaladizo y suave. Introdujo un dedo hasta el fondo. Ella se retorció en su mano, intensificando el agarre en su hombro y un gemido salió de su garganta.


No podía dejarla gozar nuevamente solo con sus dedos. 


También tenía que probarla, lavar su sexo con la lengua hasta que gritara de éxtasis.


Con facilidad la levantó por las caderas quitándole las braguitas y se introdujo entre sus piernas para lamerle el coño con movimientos largos. Paula balanceó la pelvis contra su lengua mientras bombeaba los dedos dentro y fuera de ella en perfecto contrapunto a sus caderas ondulantes.


Ella alcanzaría el orgasmo en cualquier momento y le sería muy difícil no correrse en los pantalones.


Apenas sería capaz de aguantar el tiempo suficiente para ponerse un condón y bajarla sobre su eje. No iba a ganar el record de resistencia, pero no importaba. Darle placer a Paula era lo único importante.


Sentir que lo succionaba hasta dejarlo seco.


Su respiración era entrecortada cuando llegó al clímax en su boca. Sus manos querían estar en todas partes, rodeando su clítoris, en su vagina, en los pezones cubiertos de seda. No podía esperar ni un segundo, no podía esperar a que ella descendiera de su orgasmo para hundirse en su calor apretado y húmedo. Se bajó la cremallera, cogió un preservativo del bolsillo y lo deslizó por su enorme erección. 


Un segundo más tarde, la deslizó desde la silla hasta su eje.


Ella descendió tomándolo centímetro a centímetro en su abertura dulce y ajustada. Encajaban a la perfección, empujó más adentro hasta que se meció contra él, tirando de su cara para besarlo apasionadamente. Sabía que Paula iba a correrse otra vez, siguiendo los pasos de su primer orgasmo. 


Pero apenas podía pensar en otra cosa que en su palpitante polla. Quería concentrase en el placer de ella, en la tarea condenadamente difícil de rodear su clítoris y apretar sus pechos, pero todo eso lo excitó poniéndolo aún más duro, enviándolo cerca de la eyaculación.


El orgasmo lo golpeó como un linebacker de ciento cuarenta kilos, dejándole sin aire en los pulmones. Las contracciones de ella se fundieron con las suyas cuanto empujaron uno contra otro en el suelo, jamás había sentido un placer tan fuerte. Sus bocas vagaban, mordiendo, lamiendo, besando y chupándose el uno al otro.


Finalmente Paula se desplomó en sus brazos, exhausta por la fuerza del acto amoroso. El sintió como si estuviera empezando. Quería llevársela a casa ahora mismo y hacer el amor con ella durante toda la noche.


Un momento después su lenguaje corporal pasó de ser relajado a tenso, se desenredó de él consiguiendo torpemente ponerse en pie en el pequeño espacio entre su cuerpo, la silla y la mesa.


—Tengo que ir al baño —dijo, atropelladamente—. Si me disculpas.


Antes de que pudiera cerrar la cremallera de los pantalones, ella se había ido.




No hay comentarios:

Publicar un comentario