BELLA ANDRE

jueves, 24 de noviembre de 2016

CAPITULO 25 (TERCERA HISTORIA)





—Si necesitas algo cariño, deja que Verónica lo sepa, ¿de acuerdo?


Paula asintió a la mujer y forzó una sonrisa.


—Estaré bien, Pedro.


Él estaba dándole una de esas miradas que ella estaba empezando a reconocer, esa en la que decía que sabía que estaba todo menos bien. Pero la verdad era que estaba menos asustada de estar en la tribuna VIP de los familiares
antes del juego de Pedro de lo que había estado ésta mañana cuando despertó en su cama, totalmente vestida, después de soñar con haber pasado toda la noche en sus fuertes brazos. Él podría haberla despertado fácilmente para desnudarla en la cama, y de haberlo hecho, bueno, no había dudas en su mente de que habrían hecho el amor de nuevo.


En cambio, se había asegurado de no despertarla, simplemente se había subido a la cama a abrazarla. Había actuado cómo un hombre preocupado.


Su pecho todavía se sentía apretado cada vez que lo miraba. No queriendo hacer el ridículo frente un gran número de extraños, ella mostró una sonrisa.


—¡Ten un gran juego!


Ella se inclinó para darle un beso rápido y él dijo con voz baja contra sus labios:
—Recuerda, estamos recién casados. —Luego deslizó una de sus manos por su cabello y la besó.


Cualquier vergüenza que pudo haber sentido por la manifestación pública de afecto se desvaneció rápidamente con el deseo reprimido de la tarde anterior en la cocina. Sin darse cuenta, sus manos fueron a su cuello, su pelvis se presionó contra la de él, y gimió suavemente en su boca.


Finalmente, él se apartó lo suficiente para mirarla. Ella trató de recuperar el aliento, pero estaba muy lejos de ser capaz de controlar su respuesta a los besos de él. Después de que él presionara otro dulce beso en sus labios, con gratitud se
hundió en la silla detrás de ella y miró al campo de fútbol


—Honestamente no esperaba esto de ti Pedro.


En el pasillo, Pedro caminaba junto a su agente, Melisa, quién sostenía su teléfono y lo agitaba en su rostro.


—No sólo te casaste, sino que tu teléfono está roto, ¿eh?


Bueno, había ignorado la media docena de mensajes que ella le había dejado desde que la noticia corrió ayer. Que lo demanden. Había estado ocupado.


Con su dulce esposa


—Estabas en mi lista.


—Claro que lo estaba. —Ella rodó los ojos—. Deberías haberme ayudado con esto Pedro.


—¿Cómo es mi matrimonio algún asunto de mi agente? —Cruzó los brazos sobre el pecho.


—La última vez que revisé, pensé que éramos amigos también. Me hubiera gustado conocer a la mujer con la que planeas pasar el resto de tu vida, sólo por esa razón. Me hubiera gustado tener la oportunidad de felicitarte en lugar de reñirte por guardar secretos. —Su expresión se endureció—. Pero si sólo quieres hablar de negocios, bien. Cómo tu agente, ambos sabemos que todo lo que hagas es mi asunto.


Como si fuera una señal, Juliana apareció por el pasillo. A diferencia de Melisa, ella lo abrazó.


—¡Enhorabuena, semental! —Mostró una sonrisa perpleja en sus labios, y añadió—: Tengo una situación con la prensa justo ahí afuera, todo gracias a ti. — Sacó un puñado de recortes de su cartera, una docena de fotografías de él y
Paula—. Es diferente de tus anteriores novias, realmente linda. —Levantó una ceja y sonrió—. ¿Cómo se conocieron de todos modos?


Pedro miró por encima de ambas mujeres buscando a sus esposos, Dominic y Lisandro, pero el pasillo estaba vacío excepto por ellos tres. Mierda.


—Tengo que llegar al campo.


Los ojos de Melisa se entrecerraron mientras Juliana decía:
—Sólo asegúrate de venir después del juego, Pedro, para que podamos hacer un plan de relaciones públicas con esto.


Se quedó mirando a la representante de relaciones públicas de su equipo, y amiga en ocasión, con una mirada que habría hecho correr a la mayoría de la gente.


—Ella es mi esposa. Soy su esposo. Nuestra relación es privada. No necesitamos un plan.


En lugar de asustarse, Juliana simplemente disparó una de sus descaradas miradas a Melisa, quién de repente parecía menos enojada y más intrigada.


—¡Qué tengas un buen partido! —dijeron al unísono mientras se alejaban con las cabezas juntas mientras deliberaban entre ellas.


Bueno, él lo había arruinado. Quería seguirlas de regreso a la tribuna VIP y proteger a Paula. Quería asegurarse de que ellas no la asustaran por completo.


Pero estaba presionando al equipo, tendría que haber estado en el campo desde hace treinta minutos.


Ahuyentó el temor con cada paso que daba lejos de su nueva esposa.










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