BELLA ANDRE

sábado, 12 de noviembre de 2016

CAPITULO 28 (SEGUNDA HISTORIA)




Pedro se fue temprano por la mañana, tenía una consulta con el fisioterapeuta de los Outlaws y ella decidió ir a la oficina para ver las cintas de JP y tomar notas.


Fue el momento en que descubrió que estaba en apuros.


Siempre había tenido buen instinto con los jugadores, incluso su padre lo creía, lo que era un gran elogio, pero aquella vez no fue así. Incluso aunque JP hiciese los movimientos correctos, simplemente no era un paquete coherente. Obviamente había llegado a profesional porque era un atleta nato, pero volverse profesional era algo más que talento innato.


¿Había lidiado su padre en una situación como esa? No lo creía, pero no podía preguntárselo. No, cuando se había hecho el propósito de lidiar con todo sola.


Tal vez le preguntase a Pedro aquella noche. Él le había prometido hacerle la cena y se juró que aquella vez realmente la aprovecharían.


De repente la puerta se abrió de golpe.


—¿Ya has visto esto? —preguntó su padre con voz dura mientras movía un recorte de periódico en el aire.


—No lo sé —frunció el ceño—. Déjame verlo.


Él cogió el periódico y se lo puso delante. Fue la cosa menos profesional que le había visto hacer. Sosteniendo el tenue hilo de su orgullo, cogió el periódico y lo alisó. Su padre encendió la luz y ella abrió los ojos con horror.


Ayer por la noche un benefactor del San Francisco Acuarium, el jugador libre y sin pelos en la lengua, JP Jesse nos dijo que su nueva agente es “una gata sexy”. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cuán íntima es la adorable agente con su nuevo cliente?


Irritada por la baja opinión de su padre en cuanto a su gusto por los hombres, dijo fríamente:
—JP es mi cliente. Eso es todo. Voy a hablar con él para que vigile su boca.


—No quiero ver nunca más algo como esto en la prensa sobre uno de mis agentes. ¿Entendido?


—Entendido.


Su padre tenía razón y ella estaba patinando sobre fino hielo con Pedro desde hacía mucho tiempo. Tenía que decidir entre estar con él y ser su agente. Teniendo en cuenta que él no quería ser su novio “real”, la elección era fácil. Ahora solo tenía que decirle que habían terminado.


Algunas horas más tarde, llamó a la puerta de Pedro. Al abrirla, él la besó como si se estuviese muriendo de sed y ella fuese agua. Siguiéndolo a la cocina, con su corazón en la garganta debido a lo que tenía que decirle, Paula notó que cojeaba levemente. Como uno de los que más entrenaban de los Outlaws, él se esforzaba siempre, tanto en la temporada como fuera de ella.


—¿Cómo te fue hoy el entrenamiento?


Él retiró la comida del frigorífico de acero inoxidable Sub-Zero.


—Terrible. Cómo siempre —sonrió— ¿Quieres saber lo que pasó?


Paula tenía la sensación de que cualquier cosa que él dijese solo significaría que sería más difícil que ella terminase con todo.


—Estuve pensando sobre la próxima vez que te posea en algún lugar en el que no esperes hacer el amor —la agarró fuertemente—. En el modo en que vas a tener que tragarte tus gemidos de placer para que nadie en la habitación de al lado oiga lo fuerte que estás gozando.


Ella tragó en seco cuando él se inclinó para besarla.


—Hoy he visto las grabaciones de los juegos de JP —dijo.


Pedro se puso rígido y la dejó ir. Ella odiaba sentirse fría, sin su calor.


—¿Qué te parece? Yo no soy…


Su bolso empezó a vibrar en la encimera. Lo abrió y cogió su móvil verificando el identificador de llamadas.


—Es JP —se puso contenta por la forma furiosa con la que empezó a cortar el apio mientras ella abría el teléfono.


—¿Sra. Chaves?


Ella giró los ojos, por lo menos no la estaba llamando de nuevo gata.


—No tiene una cita caliente esta noche, ¿no es cierto?


Paula miró al magnífico hombre de pie, a pocos centímetros de ella, ocupado en prepararle una suculenta cena. Ciertamente lo estaba.


—No, no la tengo.


—Bien —dijo JP sonando como un adolescente que acababa de tomar su postre favorito—. Necesito su ayuda para tomar una decisión muy importante.


—¿Cuál? —con un tipo como JP podía ser qué camisa ponerse.


—Se lo diré cuando llegue aquí —le dijo.


Colgó y ella alejó el teléfono de la oreja para mirarlo.


—¿Qué es lo que el pequeño punk necesita ahora? —preguntó Pedro


—No lo sé, pero evidentemente es urgente —ella movió la cabeza.


—No vayas —Pedro la miró a los ojos.


Más que nada quería quedarse allí con Pedro. Pero no podía hacerlo. Tenía que decirle que lo suyo estaba superado. 


Acabado. Terminado.


Sin embargo aún no podía decírselo; su corazón se rebelaba contra ello. Pronto se lo diría.


—Tengo que ir.


—Quédate —insistió moviéndose en su dirección.


Pero si le dejaba tocarla, nunca podría irse. Y una vez que estuviese desnuda en su cama nunca podría decirle que habían terminado. Después, alguien descubriría su relación y compartiría su secretito sucio con todo el mundo. JP exigiría un nuevo agente porque estaría enfadado con ella por no aparecer, y todo esto significaría solo una cosa: nada. Si la tocase no le quedaría nada. Ni sexo caliente ni ningún cliente.


—Es mi cliente y me necesita.


—Necesita una niñera —refunfuñó Pedro.


—Entonces es lo que tengo que ser —abrió la puerta y prácticamente corrió por el pasillo hasta el ascensor para apretar el botón rojo varias veces. Realmente necesitaba dejar de salir de casa de Pedro de aquella manera.


Cuando Paula salió del taxi en la casa de JP, se sorprendió al ver varios coches estacionados en su enorme garaje. De repente se preguntó si se trataba de una broma.


La puerta frontal de JP estaba parcialmente abierta por lo que entró sin llamar. Varias chicas muy delgadas con falsos pechos y ropas ajustadas y provocativas se estaban relajando en la sala de estar y la miraron con desdén.


Paula echó los hombros hacia atrás. Estaba orgullosa de sus curvas. Además de pura genética, le gustaba demasiado la comida para parecerse a estas mujeres.


—Mi mujer número uno está finalmente aquí —JP apareció en lo alto de la escalera.


Era por eso por lo que no le gustaban los chicos de su edad. 


Eran muy inmaduros.


—Ven aquí arriba —le dijo.


—¿Nos necesitas a nosotras también? —preguntó una de las mujeres con una sonrisa.


—¿Por qué no jugáis un poco al strip Twister mientras me esperais? —JP sonrió a su harén.


Paula casi se rio cuando las chicas realmente empezaron a buscar las cosas de JP para el juego.


Lo siguió por el pasillo hasta su habitación.


—He conseguido una cama hecha especialmente para mí —se jactó.


—Bien. —Estaba fatigada. Había sido una larga semana—. ¿Qué necesitas JP?


—Este año quiero un gran contrato —la llevó a un enorme armario.


—Te voy a conseguir uno —movió la cabeza— en cuanto te encontremos un equipo.


Un jugador como Pedro era fácil de vender para los anunciantes. Era un chico guapo que constantemente ganaba juegos y robaba los corazones de las mujeres. JP, con todo su talento, podía ser una estrella pasajera. Los anunciantes no estaban dispuestos a desembolsar grandes cantidades en un tipo que podría no estar jugando la próxima temporada.


—Ya que estoy aquí, tú y yo podríamos tener una pequeña conversación


JP miró una docena de camisas negras idénticas.


—Cualquier cosa que me digas es lo que quiero oír.


—JP, necesitas tomar en serio tu juego —le habló con firmeza— sobre la realidad de tus perspectivas.


—Pensé que ese era tu trabajo —la miró.


—Lo es, —asintió— pero necesitas ayudarme manteniendo la boca callada —le entregó el recorte del periódico—. No soy una “gata”. Soy tu agente.


—Pero lo dije como un elogio —levantó la cabeza.


—Te lo agradezco, JP —dijo en tono más suave— pero nos hace quedar mal a los dos.


—Me gusta que estés dispuesta a venir aquí una noche de sábado a golpearme el trasero —la miró con respeto— la verdad, me estaba preguntando sobre tu amiga.


—¿Alicia?


—Casi no me creo que exista —su rostro se iluminó— me gustan las mujeres a las que casi no puedo seguir el ritmo.


¿Oh? A juzgar por las mujeres del piso de abajo, lo que realmente le gustaban eran las mujeres sin cerebro.


—¿Crees que saldría conmigo esta noche?


—No.


—Llámala y pregúntaselo —la miró como un cachorrito al que acababan de golpear.


—Está ocupada. —Paula mentía para proteger a su amiga.


—Si tú lo dices —su rostro se oscureció. Entonces empezó a sacar ropa.


—¿Qué estás haciendo? —preguntó dando un paso atrás.


—Voy a salir. Te necesito para saber lo que tengo que ponerme.


—Creo que eso es algo que tendrás que descubrir por ti mismo. Te voy a dar un poco de intimidad —dijo furiosa por arrastrarla a su casa por una tontería.


—Quiero que vengas conmigo esta noche, —le dijo cuando salía— así podremos conocernos el uno al otro.


—Bien —él había aceptado su crítica por lo que tendría que ceder un poco. Aunque tuviese la corazonada de que nada bueno podía salir de esta cita.


Mientras esperaba en la sala de estar con las risueñas chicas, se preguntó lo que había pasado la noche anterior entre JP y Alicia. Incapaz de encontrar a Alicia en el Aquarium, había tomado un taxi para irse de la fiesta. Y su amiga no había contestado al móvil en todo el día. Paula esperaba que Alicia no tuviese sueños románticos con JP. Él era el típico jugador.


Alicia y JP nunca funcionarían. De la misma manera que tampoco funcionarían ella y Pedro.





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