BELLA ANDRE

domingo, 13 de noviembre de 2016

CAPITULO 30 (SEGUNDA HISTORIA)





Sentada en el club más caliente de la ciudad, rodeada por bellas mujeres y hombres calientes, Paula se sintió totalmente fuera de su elemento.


JP tenía a una chica en cada pierna y ambas intentaban desesperadamente llamar su atención. Paula lo lamentaba por ellas. ¿No veían que cuanto más competían por su atención menos la conseguían?


—Ey, Pepe, —dijo JP— ¿No tienes sed?


Mientras todo el mundo estaba bebiendo como si fuese una botella de dólar en vez de una de cien, Pedro cogió una botella de agua con gas.


—Prefiero ganar a beber —fue la corta respuesta.


Paula escondió la sonrisa. No quería que JP pensase que ella estaba tomando partido, pero podría aprender una cosa o dos de Pedro.


Las groupies intentaron pegarse a Pedro como papel de envolver, pero él era un paquete prohibido, grande y siniestro cuando quería serlo. Y aquella noche estaba completamente enfadado. Cualquier broma había sido sustituida por la ferocidad.


Y maldito si eso no la estaba excitando como una loca.


—¿Te diviertes? —JP le sonrió a Paula.


—Esto está bien, muy divertido —asintió.


Tomó un trago de champagne. Se imaginó años acompañando a JP en el circuito de fiestas y se estremeció con disgusto. No era exactamente lo que tenía en mente cuando había conseguido su MBA. Tal vez pudiese contratar a una asistente joven y atrayente para asumir aquel aspecto del trabajo. Ella prefería estar en su sofá bajo un cobertor frente a la TV.


La música del club cambió de rápida y loca a lenta y sensual. 


Su corazón latía bajo la piel y los ojos de Pedro se volvieron hacia su garganta.


Ella miró fijamente el champagne efervescente, incapaz de luchar contra la fantasía de Pedro pidiéndole un baile. En ese momento alguien le tomó las manos, pero aunque las manos fuesen grandes y fuertes, eran del hombre equivocado.


—Muéstrame lo que puedes hacer —JP empujó su cadera.


—No, es una mala idea —dijo ella.


—Lo entiendo si estás asustada.


Había un desafío en las palabras de JP, y ella supo que él se estaba preguntando si era lo suficientemente fuerte para representarlo.


Lo era.


—Eres el único al que están observando ahí afuera —alzó una ceja—. Lo mejor es que consigas una A en tu juego.


Él echó la cabeza hacia atrás y se rio.


—Pareces un gatito —dijo— pero actúas como un tigre —JP le echó una mirada a Pedro—. Estate atento viejo, podrías aprender algo.


Cuando JP la acercó a su cuerpo, Paula estaba tan sorprendida que se quedó sin habla.


—No eres como las otras chicas —le susurró con lo que ella asumió era su voz sensual.


Paula forzó una sonrisa y puso unos centímetros de distancia entre ellos.


—Eres inteligente y sexy —siguió.


— Y también soy tu agente. Necesitamos hablar sobre los límites profesionales.


—No hables —la interrumpió— solo siente.


Ella no sentía nada, y creía que él tampoco. Aquello era parte de su actuación de niño malo.


—Tengo que hacer pis —le dijo en la oreja.


—Diablos, sabes cómo arruinar un buen momento —JP se alejó unos centímetros.


Ella se giró y fue en dirección a lo que pensaba eran los baños. Empujando hacia un lado la cortina de terciopelo rojo, encontró un escondrijo perfecto.


Pero antes de que pudiese estar cómoda, su piel empezó a erizarse. ¿Qué diablos? Solo reaccionaba de aquella manera alrededor de Pedro.


Un momento después vio que la había seguido detrás de la cortina roja.


Y cada centímetro de él parecía el de un guerrero.


Como un hombre que moriría en la batalla por su mujer en un latido de corazón.


Pedro —dijo Paula con una voz susurrada que le hablaba directamente a la polla.


Avanzó hacia ella apoyándola en la pared y poniendo una mano a cada lado de su cara.


—Nos vamos ahora —dijo—. Ahora.


Sabía bien que no podía mandar en una mujer, especialmente en una de temperamentalmente fuerte como Paula. Pero no podía controlar su boca más de lo que podía controlar su cuerpo.


—No —lo miró sin pestañear.


Su boca se apretó y su mirada se dirigió a los labios llenos y rojos.


—Tienes dos opciones —le dijo en voz baja, sin quitar los ojos de aquella boca.


La lengua de ella se disparó al borde de sus labios.


—Haré lo que quiera —susurró.


Oh señor, sus palabras sonaban como un ¿Qué? Sabía que no podían quedarse, no cuando estaba siendo un imbécil tarado y arrogante, pero a su polla no le importaba y crecía hasta un tamaño increíble bajo su cremallera.


—Opción uno: nos vamos a casa en este mismo instante. Opción dos: te poseo aquí y ahora. Contra la pared de detrás del club.


La respiración de ella se agitó. Lo que Pedro leyó en su rostro era que lo quería tanto como él la quería a ella.


—No te atreverías —lo desafió, sus palabras sonaron crueles por necesidad.


Él se inclinó poniendo la boca a un centímetro de su oreja.


—Entonces es la opción dos —su boca estaba sobre la de ella, levantándole con las manos el vestido.


Pero incluso dentro de la locura de su deseo, no importaba lo que su cuerpo quisiese, necesitaba que ella aceptase antes de llevar adelante las cosas


Se apartó apenas lo suficiente para mirar hacia abajo a su rostro sonrosado. Dios, ¡era hermosa! la mujer más bonita que había visto. Las palabras Te amo se pusieron en la punta de su lengua pero no podía decirlas allí. No hasta que estuviesen a solas.


—Di la palabra y te dejaré en paz —su corazón latió fuerte mientras esperaba su decisión. No usaría el te amo para que aceptase follar con él en público.


—No puedo —dijo ella con un susurro áspero—. No puedo dejarte ir.


No necesitaba oír nada más. Su boca tenía el sabor a azúcar y uvas cuando las lenguas se enmarañaron juntas. Los actos de amor anteriores habían sido extraordinarios, pero ahora el éxtasis luchaba con violencia cuando sus manos empujaron y arañaron las ropas de él, rasgando las costuras de su chaqueta.


Sus uñas le arañaron la piel cuando ella lo empujó más duro contra su cuerpo.


Pedro sabía de su propia fuerza y la agarraba firmemente siempre —tanto con el enfado como con la pasión, pero cuando los dientes de Paula mordisquearon su boca, su mandíbula y su cuello, perdió el control.


En una milésima de segundo, el trasero de ella estaba en las manos de él y la falda estaba enrollada en torno a sus caderas. Sus pelvis se rozaban duramente una contra la otra y él sintió el orgasmo aproximándose un momento antes de que Paula lo consiguiese, trabajando con un dedo entre sus cuerpos, acariciando su clítoris y los pliegues de su vagina, y entonces todo se rompió dentro de ella mientras sus músculos internos se apretaban y se empujaban contra él.


Tenía que entrar en ella, ahora. Segundos más tarde sus pantalones estaban desabrochados y un preservativo estaba en su polla presionando por el calor. Paula gemía su nombre y aquello sonaba casi como una maldición mientras se impulsaba fuertemente en ella. Olía y sabía a sexo, no le habría importado si alguien entrase, no habría sido capaz de parar.


Ella estaba cogida de su cuello, con las piernas envolviendo su cintura, Pedro movió las manos de su culo dulce y redondo al rostro. Paula lo montaba fuerte, usando los muslos para sumergirse en su miembro. La piel de ella se volvió húmeda por el esfuerzo y él rugió de placer en su boca, su polla latiendo y entrando en su calor.


Con una fuerza sorprendente, ella se apartó de su cuerpo y rápidamente se ajustó la ropa cabizbaja. Lo estaba excluyendo.


—¿Te he lastimado? —le preguntó, odiando el pensamiento de perjudicarla de alguna manera.


—No, todo está bien. Necesito volver. JP se va a preguntar lo que ha pasado con nosotros.


A pesar de que Pedro era famoso por sus reacciones rápidas en el campo, se quedó parado como una piedra mientras la veía caminar de vuelta por la cortina roja.





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