BELLA ANDRE
domingo, 13 de noviembre de 2016
CAPITULO 31 (SEGUNDA HISTORIA)
Paula parpadeó ante las luces de neón alrededor de la pista de baile cuando salió de la oscuridad. No sabía cuánto tiempo había pasado, cuánto tiempo había estado montando el enorme pene de Pedro, pero en esos minutos algo había cambiado. Ella había cambiado.
Nunca se había visto a sí misma como una mujer con agallas, pero al menos asumía que conocía su propia mente.
Pensaba que era lo suficientemente fuerte como para arriesgarse ante un deseo peligroso, pero estaba equivocada. Era incapaz de resistirse a Pedro.
¡Estaba malditamente enfadada! Consigo misma por ser débil y con él por hacerle desear mucho más de lo que podía tener, por mostrarle posibilidades con las que ningún otro hombre estaría a la altura.
JP movió un dedo hacia ella desde la pista de baile al tiempo que movía sus caderas seductoramente. Sintió que Pedro surgía a su espalda, se permitió balancear las caderas de un lado a otro al ritmo de la música. Quería perderse en la música, en la oscuridad, en los extraños a su alrededor.
Se movió para unirse a JP en la pista de baile y lo dejó acercarla a él. Estaba segura con él, mientras estuviese a su lado, Pedro no traspasaría su alma con su sensualidad.
Claro que él exigía, pero ella se entregaba y no podía negarse.
Su piel se humedecía a medida que bailaba. Estaba agotada por tan poco sueño y tanto sexo, pero había menos peligro en la pista de baile.
Finalmente JP susurró en su oreja.
—Es hora de irse a casa.
—No —dijo moviendo la cabeza.
Irse a casa significaba tiempo para pensar en Pedro. Tiempo para admitir lo débil que era.
—Están cerrando y nos echan —dijo JP mientras la empujaba en dirección a la puerta—. El guerrero de allí nos lleva fusilando las cuatro últimas horas.
Pedro estaba de pie en la puerta de entrada con los musculosos brazos cruzados sobre el pecho.
Cuando se redujo la distancia entre ellos, Paula se aproximó más a JP para librarse de la tentación.
La cara de Pedro era una máscara oscura, sus ojos oscurecidos por la furia.
Ella deliberadamente sonrió a JP.
—Gracias por una noche increíble.
Pedro siempre había sido una presencia tranquila y sólida en un equipo lleno de hombres imprevisibles, pero ahora parecía cualquier cosa menos eso: tenía los puños apretados, la mandíbula rígida y los ojos entrecerrados.
A ella no le importaba. Ahora te toca a ti, espero que estés celoso. Era el único poder que tenía sobre él.
Cuando atravesaron las calles acercándose a su casa, su respiración se hizo más profunda.
Tenía que encontrar una manera sutil de convencer a JP para que la protegiera hasta que Pedro bajase de la limusina y se fuese en su Viper. El coche paró y ella dijo:
—JP, acabo de recordar que tenemos que discutir algunos asuntos importantes esta noche. ¿Tienes unos minutos?
Pedro permaneció en su asiento en la limusina, obviamente con la intención de esperar a que terminase sus “negocios” con JP. No importaba cuanto tiempo llevara o lo mucho que le molestaba.
JP soltó un bostezo, con los brazos alrededor de las chicas.
—Estoy muy cansado. Hablaremos mañana.
Mierda, estaba claro que no iba a seguir el juego. Aunque su trabajo no era protegerla de Pedro, que había salido de la limusina y sujetaba la puerta abierta para que ella saliera pasando ante las chicas de JP. Cuando salió, él cerró la puerta de la limusina con un clic siniestro y ésta se alejó.
—Tenemos que hablar —dijo él con voz dura.
—Está bien —dijo ella con una respuesta afilada y cortante mientras buscaba las llaves en el bolso.
Pedro la siguió en silencio por las escaleras hasta su puerta. Cuando colgó las llaves en el vestíbulo, cerró la puerta tras él.
—¿Acaso no piensas con claridad? ¿Qué diablos estabas haciendo esta noche por ahí fuera?
Ella pasó a la ofensiva.
—Si te refieres a acostarme contigo en todos los sitios posibles de la ciudad esta semana, no… definitivamente no pienso con claridad.
—No estoy hablando de nosotros —dijo él en voz baja y peligrosa—. Estoy hablando de JP. ¿No te das cuenta que estás arruinando tu carrera antes incluso de que empiece? Todos os hemos visto fuera esta noche. El modo en que le dejabas tocarte.
Ella no podía creer lo que estaba oyendo.
—Solo estábamos bailando juntos, él se fue con su harén para divertirse.
—No, él te desea. Todos lo hacen. Alguien tiene que advertirte, antes de que sea muy tarde y pierdas todo por lo que has trabajado.
Paula empujó un dedo en su torso duro
—¡No puedo creer que realmente tengas el descaro de advertirme de los motivos de JP! Tú eres el único que ha roto todas las reglas, no JP.
—No significas nada —dijo Pedro—. Solo eres otro polvo.
Se sintió tan fría, como si su sangre la hubiera abandonado dejando hielo a su paso.
—Entiendo —dijo ella—. No puedo creer que necesitara tanto tiempo para conseguirlo —se le escapó una risa áspera—. No te preocupes porque no quiero nada contigo, Pedro. En verdad, esta noche iba a decirte que hemos terminado. Se acabó.
—Mierda, todo ha salido mal. No estoy hablando de nosotros. Estar contigo es mucho más que sexo.
Ella se rió con amargura.
—No te creo.
Él negó con la cabeza, pero estaba enferma y cansada de su infinito poder sobre ella. Puso la mano en el pomo de la puerta y la abrió.
—Vete.
Pedro continuó de pie en el vestíbulo.
—Te amo.
En ese momento le odió, lo hizo por usar la única carta de la baraja que podía romperla.
—No, no lo haces. Si me amaras, no entrarías en mi casa ni dirías esas cosas horribles.
El remordimiento llenó su cara.
—Te amo, Paula.
—¡Déjame en paz!
Pasó una eternidad hasta que lo vio salir de su apartamento, y de su vida.
Antes de seguir por el pasillo, Pedro se paró y dijo:
—Eres mi verdadera alma gemela, Paula.
Sus lágrimas cayeron al suelo, quería taparse los oídos y aislarse. ¿No se daba cuenta que no estaba siendo justo?
—Un día lo verás, y cuando lo hagas, te estaré esperando.
Cerró la puerta y se fue.
Ella se dejó caer al suelo. Se abrazó las rodillas balanceándose adelante y atrás mientras los sollozos la ahogaban.
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