BELLA ANDRE
sábado, 26 de noviembre de 2016
CAPITULO 31 (TERCERA HISTORIA)
—Esa es una bonita vista para un lunes por la mañana.
Pedro se metió en la ducha justo cuando Paula estaba enjuagando el champú de su cabello. Incluso con los ojos cerrados, su cuerpo inmediatamente respondió a su cercanía.
—Déjame ayudarte. —Se movió detrás de ella y sus manos se posaron en su cabello, ligeramente masajeando su cuero cabelludo mientras el agua caliente bajaba la espuma por su espalda.
Él no había estado en la cama cuando se despertó y al instante le había echado de menos. Pero los números en el despertador la hicieron correr al baño para alistarse para el trabajo.
Cuando él le dio la vuelta en sus brazos y la besó hasta despertar, tarde o no, no pudo mantener sus manos fuera de sus músculos duros.
Ella se detuvo en sus bíceps.
—Estás más grande que antes.
—Siempre es así después de que levanto pesas.
—Oh. —Ella no pudo evitar el murmullo de apreciación para sí misma, por su increíble y, ridículamente perfecto cuerpo.
Sus manos bajaron por los lados de su columna vertebral antes de ahuecar su trasero.
—Otras cosas son más grandes ahora también. ¿Quieres ver?
Oh, sí, realmente quería.
—Necesito darme prisa y vestirme o voy a llegar tarde a la escuela.
Sin embargo, aun sabiendo que no tenía tiempo para hacer nada más que ponerse su ropa en ese momento, la secadora y el maquillaje no estaban en las cartas de hoy, ella no podía dejar de presionar sus labios contra su gran, ancho pecho y lamer sobre un pezón.
—¿Qué pasará si llegas tarde?
Sus manos recorrieron desde sus caderas hasta sus pechos, y hasta la piel resbaladiza entre sus muslos.
—Mis alumnos de primer grado se preocuparán de que algo me pasara.
Sus manos se detuvieron en su viaje a través de sus zonas erógenas.
—Esos chicos me deben la vida por esto. —Cuando ella no se alejó de inmediato, él dijo—: Es mejor que te vayas antes de que cambie de idea, cariño.
Su cuerpo palpitaba de deseo insatisfecho, tuvo que obligarse a salir de la ducha y tomar una toalla.
Se sorprendió cuando él salió sesenta segundos después, se puso algo de ropa, y recogió sus llaves.
—Listo, siempre y cuando tú lo estés.
—Espera un minuto. Si trabajas los domingos, ¿no deberías tener el día libre?
—La mayoría de los chicos sí, pero como capitán defensivo necesito ver las cintas del juego mientras aún esté reciente. —Se apoyó en la puerta, haciendo girar las llaves alrededor de un dedo, mientras la veía ponerse sus zapatos.
—Así que, ¿adónde te llevo?
Ella lo miró con sorpresa.
—No tienes que llevarme a la escuela. Normalmente tomo el autobús.
Su sonrisa hizo que su corazón latiera más rápido.
—No hay muchas paradas de autobús en este barrio.
Ella frunció el ceño.
—No había pensado en ello.
Claramente. Por supuesto, no tenía un plan para llegar a su trabajo el lunes por la mañana, era sólo una de las cientos de cosas que no había pensado en cuanto aceptó casarse con Pedro en Las Vegas el viernes por la noche.
—Viste mi oficina, Paula. Ahora me gustaría ver la tuya.
Él llamó a su abuela por los altavoces incorporados del coche para saber cómo estaba, y esta vez Paula hizo un saludo rápido, también. Ella sonrió todo el camino por la ciudad, justo hasta que doblaron la esquina de su escuela.
—Lo siento, abuela. Tendré que llamarte más tarde. —Al hacer clic en el teléfono, él dijo—: ¡Maldita sea! No deberían estar aquí.
Paula estiró su cuello.
—¿Quién está aquí?
—La prensa.
Ella se puso sus manos en su cabello todavía húmedo.
—Me veo horrible.
—De ninguna manera. Eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida.
Un marido falso no tenía que decir cosas como esas a su esposa falsa. Del mismo modo que no tenía que tocarla como lo hacía, o darle tanto placer que sólo pensar en todas las cosas que había hecho podría haberla calentado en una tormenta de nieve.
Sabiendo que estaba sonrojándose por su elogio, aclaró.
—Aunque sé que quieren fotos de ti, no de mí, estoy realmente asustada de llegar tarde si tenemos que encontrarnos con ellos ahora. Hay una entrada trasera, a la vuelta de esa esquina.
Él frunció el ceño, pero hizo un giro rápido justo antes de que los vieran.
—No me gusta dejarte en una esquina de la calle.
Su clara preocupación era muy dulce, y definitivamente merecía un beso.
—Eres un hombre muy dulce, Pedro.
—Lo bueno es que mi jefe no está de acuerdo contigo —murmuró contra su boca, pero ella sabía que apreciaba sus palabras por la forma suave que le devolvió el beso.
Trabajando para recuperar su aliento, ella estaba agarrando su bolso y abriendo la puerta cuando sintió su mano sobre la de ella.
—¿A qué hora te recojo?
Sintió calor por el hecho de que él quería salir de su camino para venir a buscarla; su escuela estaba en el lado opuesto de la ciudad tanto desde su casa como del estadio.
—Una vez más, muy dulce. Pero los lunes, después de reunirme con otra maestra junto a 2 profesores, mi amiga Virginia por lo general me da un aventón. Debería estar en casa no más tarde de las seis.
Al ver la manera en que los ojos de él se dulcificaron, por la forma en que ella, naturalmente, había llamado a su casa hogar, la esperanza creció dentro del pecho de ella de nuevo. Tal vez, su matrimonio falso podría convertirse en uno de verdad en un futuro no muy lejano. Ella se arriesgó dándole otro beso.
—Tuve un gran fin de semana contigo, Pedro.
—¿Sólo gran? —Él mordisqueó sus labios, burlándose de ella tanto con su boca como lo hizo con la pregunta.
—No —dijo ella en voz baja—. Fue fenomenal.
Y mientras se alejaba del coche hacia el campus de la escuela primaria, llegando justo a tiempo para la campana, se dio cuenta de que aún no podía dejar de sonreír.
Debido a Pedro.
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