BELLA ANDRE
viernes, 18 de noviembre de 2016
CAPITULO 4 (TERCERA HISTORIA)
Paula estaba varada en el club nocturno como un gran dolor de trasero.
Y sólo se podía culpar a ella misma.
Luego de que Jazmin y David se fueran de luna de miel, el resto de sus hermanas junto con sus maridos decidieron que al final no estaban listos para darle fin a la fiesta.
—Has estado tan ocupada que probablemente quieres volver al hotel y sumergirte en la tina, ¿verdad? —dijo Juana cuando le dijeron los planes de ir a bailar esa noche en el Wynn Las Vegas.
Su hermana tenía razón. Moría por sacarse los tacones y emborracharse de televisión trascendental. Pero, otra vez, Paula fue golpeada por el subtexto inadvertido en la oración de su hermana: todos saben que eres demasiado aburrida.
—Meterte en la tina será lo mejor de tu día.
Por segunda vez en el día, Paula estaba enojada por lo que su familia pensaba de ella.
Aparentemente no era sólo cobarde, sino que ahora también era aburrida.
Y durante todo este tiempo, ella pensó que era perfectamente normal.
Lindo.
Pero mientras observaba a todas sus hermanas y sus maridos tan contentos en pareja mientras ella permanecía sola, Paula tomó una decisión apresurada.
—De hecho, quiero ir a bailar.
Seis pares de cejas se dispararon hacia arriba.
—Pero si ni siquiera bailaste en el casamiento de Yanina —dijo Julia, la mayor de todas.
Por supuesto que no. Ella no bailaba. Nunca. Pero la lástima en los ojos de sus hermanas rompió algo en Paula que le abrió el pecho.
Estaba harta de permanecer al margen mirando como todos se divertían.
Especialmente cuando la única perspectiva que ella tenía de ello era estar tranquila en la habitación de un hotel.
Sola.
—Sabes que queremos pasar más tiempo contigo —dijo Juana con genuina comprensión en sus ojos—, pero entendemos si quieres quedarte descansando.
—He estado reservando energías para esta noche —le comentó a sus estupefactas hermanas antes de pararse e irse de la recepción, cabeza en alto y hombros rectos, caminando en lo que esperaba fuera una manera confiada y lista para divertirse.
Le mostraría a su familia. No iría simplemente a bailar, sino que encontraría al chico más peligrosamente sexy y lo convertiría en su compañero.
Oh, sí. Ella utilizaría maniobras de seducción (o como sea que le dijeran) con un buen mozo caliente.
El hecho era éste: una cosa era hacer un voto silencioso en el calor del momento… y otra completamente era realmente cumplirla, pensó mientras tragaba otro vaso de Chardonay que el lindo barman en el club nocturno Tryst en el Wynn Las Vegas le había servido.
Treinta minutos después de la rebelde declaración en la recepción a Juana, Paula tuvo que admitir que estaba fuera de su zona de confort. No estaba acostumbrada a la música alta, ni a la gente medio desnuda que chocaba entre sí como si fueran sudorosas sardinas borrachas.
¿Qué fue lo que le hizo pensar que entraría al club nocturno de un casino y no sólo encajaría, sino que también pertenecería allí?
Las únicas cosas que realmente le pertenecían eran unas pantuflas de conejito rosadas y la tarjeta de la biblioteca que estaba tan usada que casi no se diferenciaban los números.
Contenta de que sus hermanas y sus maridos estuvieran tan enfiestados, o borrachos, como para notarla escabulléndose del club con el rabo entre las patas, Paula estaba a punto de bajar su vaso cuando una voz baja y ronca le habló.
—Noté que tu copa está vacía. Espero que te guste el champán.
Paula observó los ojos más negros que alguna vez había visto y una oleada de calor que no tenía nada que ver con la multitud la inundó de pies a cabeza.
Ella buscaba lo pecaminosamente peligroso.
Parecía que lo había encontrado.
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