BELLA ANDRE

sábado, 19 de noviembre de 2016

CAPITULO 7 (TERCERA HISTORIA)




Pedro nunca quería dejar de besar a Paula.


Era adictiva, su sabor, la sensación de sus suaves curvas, los sonidos entrecortados de placer que hacía mientras movía su lengua contra la de ella y mordisqueaba su labio inferior. Por desgracia, liarse con su nueva esposa ante el
sonido de un carraspeo, en voz alta y en repetidas ocasiones, no era exactamente lo que tenía en mente para su noche de bodas.


No es que hubiera alguna vez pensado en su noche de bodas. O alguna vez se imaginó a sí mismo con una nueva esposa.


Su ritmo cardíaco se aceleró de golpe, el anillo que Paula le puso en su dedo, se sentía extraño cuando el oficiante dijo:
—Felicidades, señor y señora Alfonso.


Paula se acercó más a él, como si estuviera tratando de evitar caer. Joder, se sentía de la misma manera a pesar de que el dar el sí fue su idea, la manera perfecta de asegurarse de que Paula se quedaba con él, por lo menos el tiempo suficiente para conocer a su abuela. Y hacer realidad su deseo final.


La culpa golpeaba alrededor del interior de su pecho. Al mismo tiempo, su pene se encontraba tan duro que podía sacarlo y clavar clavos con él.


—Gracias —le respondió Paula al oficiante y testigos, quienes, supuso Pedroprobablemente eran una pareja de recién casados.


—No hay de qué, cariño. —Bajó su tono de voz—. No debería estar diciendo esto, pero después de ser dueña de Cupido por treinta años, hemos visto nuestra parte justa de las parejas atravesar puertas. Lo suficiente para saber cuáles van a superarlo, y cuáles no.


Podía sentir a Paula tomando un aliento contra su pecho.


—¿Puedes decirlo con solo mirar a la pareja?


Mierda. ¿Por qué no la había arrastrado fuera de la capilla, tan pronto como se pusieron los anillos? Si esta mujer le decía a Paula que su matrimonio estaba destinado al fracaso, a menos de treinta segundos después de cerrar el trato…


Pedro iba a estar enojado. Por ahí había un montón de jugadores de fútbol medio paralíticos que podría responder por el hecho de que nunca era una buena idea hacer enojar a Pedro Alfonso.


—Oh, sí. Ciertamente podemos —afirmó la mujer—. Les puedo decir que ustedes dos van a estar entre los afortunados.


—¿Lo estamos?


Él se habría reído de la sorpresa en la voz de Paula si no hubiera sido más que un poco insultado por ella. ¿Por qué demonios se había casado con él si ella no pensaba que iba a funcionar? Él era el único es esta "relación" con un motivo
oculto, ¿no?


No podía ser tan buena actriz, ¿podía? Demonios, ella solamente goteaba inocencia, y no había habido mucha reacción cuando aprendió su nombre completo. Por otra parte, para una chica tan inocente, no había tenido
exactamente un montón de trabajo para convencerla de que se casara con él.


Sospecha comenzó a montarlo cuando la mujer dijo:
—Tantas parejas vienen aquí con una decisión estímulo-del-momento y sólo no tienen lo que se necesita para hacerlo. Pero ustedes. —Ella sonrió—. Casi puedo ver su vínculo. Fuerte y verdadero. Amor verdadero. Pero ustedes no
quieren pasar su noche de bodas charlando con una mujer mayor. No cuando puedo ver cuánto ambos esperan celebrar su matrimonio.


Paula se sonrojó ante el comentario de la mujer, pero para Pedro era un toque de bienvenida a la verdad. Las cosas del verdadero amor era toda una basura.


Pero la mujer tenía razón en una cosa.


Si su pene se pusiera más duro, iba a reventar una cremallera. Él quería a Paula, y la quería ahora.


Tomó su mano entre las suyas. Nunca había sido una gran tomador de manos hasta ahora, ni siquiera con sus novias de hace mucho tiempo, pero sostener su mano en la suya se sentía tan bien, tan natural. La condujo fuera de la capilla y por las calles traseras que había aprendido cuando niño, de regreso al hotel.


El aire cálido de la noche fue un shock después del aire acondicionado de la capilla, especialmente considerando que Pedro ya se sentía acalorado. No sólo porque se hubiera complicado. Sino porque sosteniendo a Paula justo así hizo algo extraño en sus entrañas.


Tomando la puerta trasera que usaba cuando quería pasar desapercibido, subieron al elevador especial que llevaba al penthouse de Wynn. Las puertas se estaban cerrando cuando ella dijo:
—Espera un minuto. El botón para mi piso no está aquí. —
Frunció el ceño ante la pared del elevador—. ¿Por qué hay sólo un botón en este?


Él introdujo sus llaves y la giró antes de pulsar el botón.


—Este elevador sólo llega a mi suite. Y alguien puede conseguir tus cosas más tarde.


Aún claramente confundida, dijo:
—Solo me llevará unos minutos para conseguirlas yo misma.


Pero Pedro estaba perdiendo la paciencia. La había deseado desde el primer segundo que puso sus ojos en ella. Había estado ardiendo por ella desde el primer sabor, el primer toque. Su boda le había empujado camino al infierno más allá del punto de razón.


Cinco minutos más para que consiga sus cosas no era una opción.


Rodeando su cintura con sus manos, la arrastró hacia él.


—No quiero esperar unos minutos, Paula. Quiero tener sexo con mi esposa. —Casi gruñó la palabra final—. Ahora.








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