BELLA ANDRE

viernes, 11 de noviembre de 2016

CAPITULO 24 (SEGUNDA HISTORIA)




Cuando Paula despertó en la cama de Pedro, supo inmediatamente que sería muy fácil acostumbrarse a dormir allí. ¿Cómo mantendría la guardia alta cuando él era todo con lo que había soñado y más?


Él estaba en el suelo de la sala de estar haciendo flexiones en camiseta y pantalones cortos y su boca se llenó de agua. 


Llevaba auriculares y no pudo oírla llegando por el pasillo, lo que le dio la oportunidad de mirarlo fijamente. ¿Se acostumbraría alguna vez a mirarlo? Sus muslos y pantorrillas eran musculosos y firmes mientras hacía sus ejercicios.


Él abrió los ojos y le sonrió retirando los auriculares.
—Buenos días.


Su estómago dio vueltas como si fuese una adolescente.


—Oye —dijo dándole una mirada al reloj de la pared—. ¿Diez y media de la mañana? ¿Ese reloj está bien?


—Estabas cansada.


Ella se ruborizó. Cualquiera estaría cansado después de tantos orgasmos alucinantes.


—Me voy a retrasar en el trabajo. Y tú tienes entrenamiento.


—Bésame —él se levantó y se dirigió hacia ella.


Aceptó inmediatamente poniéndose de puntillas. Su boca era caliente, embriagante; al terminar el beso estaba jadeante.


—Voy a dejarte en tu apartamento camino del gimnasio. ¿Vas a ir al evento benéfico esta noche?


Ella movió la cabeza y el sonrió.


—Bien.


Estaba empezando a entender lo que quería decir aquel brillo malicioso en sus ojos. En algún lugar y de alguna manera, en el evento de esta noche, él estaría alzando su falda hasta la cintura y poseyéndola. La anticipación la estaba matando.


Diez minutos más tarde la besó largo y duro frente a su apartamento.


—Si no tuviese entrenamiento te follaría en la mesa de tu cocina ahora mismo.


Se forzó a apartarse de él. A los jugadores les ponían fuertes multas si ignoraban el entrenamiento, Pedro no podía quedarse, no importaba cuanto le apeteciese a ella.


—No te molestes en usar bragas esta noche —le dijo, y después se fue.


Bien. Ya estaba mojada y ardiendo por él, con un día entero por delante antes de obtener algún alivio.


Después de tomar un baño y vestirse aún tuvo tiempo de encontrarse con su mejor amiga para comer. Alicia tenía su propia firma de contratación y Paula la admiraba mucho por el modo en que en cinco años había construido la empresa para una de las principales firmas de San Francisco. Se concentraba en el reciclaje de mujeres altamente cualificadas que se habían quedado atrás en el mercado de trabajo cuando sus hijos estaban en edad escolar y le había dado a Alicia rápidamente una oportunidad única. Alicia decía que esas madres, ex amas de casa, podían trabajar más duro y más rápido que cualquier hombre.


De repente Paula se imaginó con un bebé de ojos azules con el cabello y la piel oscura de Pedro.


Oh Dios, ¿Cuándo iba a aceptar la verdad? No solo no iba a tener bebés con él, sino que probablemente no compartiría su cama mucho más tiempo. A todos les gustaba la novedad y ella no era diferente. Estaba atraído por ella solo porque era diferente del patrón de las fans del fútbol, pero eso no significaba que su atracción duraría.


Llegó cinco minutos antes al restaurante Pier 39, pidió una copa de vino y observó a los turistas mientras se la bebía. 


Había matrimonios felices en abundancia, jóvenes madres corriendo detrás de sus hijos; padres con cámaras de vídeo. 


Todo era muy normal.


Y fuera de su alcance.


Alicia entró, delgada, calzando unos tacones imposiblemente altos, un jersey rojo, un pantalón apretado negro y un vibrante par de gafas negras con manchas rojas. No era una belleza típica, pero había algo intrigante y sensual en ella. 


Había visto a docenas de hombres tentados a conseguir a Alicia y fallar miserablemente; Alicia no era del tipo de enamoramientos.


—¡Querida! —dijo Alicia después de que se abrazaran—. No necesito preguntar cómo estás. Estás radiante. Quien quiera que sea él, debe de ser increíble en la cama.


—Es bueno saber que soy tan transparente —Paula casi se atragantó con el vino.


—¿Lo conozco? —preguntó Alicia.


—No, por lo menos no lo creo —Paula movió la cabeza. Se aclaró la garganta y siguió con voz más suave—. Sin embargo podrías haberlo visto en la televisión o en algunas revistas.


—Vamos a necesitar una botella llena —dijo Alicia girándose al camarero más próximo. Después volvió a concentrar su atención en Paula—. No te has acostado con uno de los Outlaws, ¿no es cierto?


Alicia no tenía una opinión muy alta sobre los jugadores de fútbol aunque Paula estaba segura que nunca había ido a un partido. Su rostro culpable desvió la mirada.


—¿Su nombre?


—No vas a saber quién es —Paula miró a su amiga— así que, ¿qué importa?


—Importa porque así puedo cazarlo y matarlo por tratarte mal


Pedro es un buen hombre —Paula lo defendió inmediatamente.


Alicia golpeó con una uña sus gafas.


Pedro. Humm, han sonado las campanas. ¿Es alto, moreno y guapo?


—Acabas de describir a la mitad del equipo —Paula se rio.


—¿Te has enamorado de él?


—No lo sé —mintió mientras cerraba los ojos—. No creo que lo esté —abrió los ojos—. De cualquier manera, no creo que eso importe. No es de los que se casan.


—¿Cuándo voy a poder conocerlo? —Alicia sirvió vino en sus copas.


Una de las cosas que Paula siempre había admirado en Alicia había sido su habilidad para tomar decisiones rápidas.


A Paula le gustaba reflexionar sobre la muerte, desmenuzar sus preocupaciones en su mente hasta que las hacía desaparecer. Presentarle a Pedro a Alicia era muy arriesgado. Iba a seguir con su plan de enterrar la cabeza en la arena y disfrutar del sexo salvaje hasta que él encontrase otra persona y la decisión le fuese presentada. Por otro lado, ¿Y si Alicia vise algo que ella se había perdido? Tal vez un ojo imparcial fuese exactamente lo que Paula necesitaba.


—Hay una fiesta de beneficencia esta noche en el nuevo acuario —dijo—, supongo que podrías venir conmigo. Tengo que llevar a un cliente, otro jugador de fútbol. Pero tienes que prometerme que vas a hacer gala de tu mejor comportamiento.


Alicia sonrió, un brillo perverso apareció en sus ojos.


—Diablos, si acostarme con un jugador de fútbol me hará parecer tan bien como tu ahora mismo, seré muy agradable.







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