La esperanza y la confusión luchaban en el interior de Paula.
—Estás confundiendo el deseo con el amor —protestó.
Estaban encerradas en un cuarto de baño grande y privado, donde Alicia cogió un montón de toallitas de papel y se las pasó por la espalda.
—No. Él te ama.
—¿En serio? Entonces. ¿Por qué a la mañana siguiente de estar juntos por primera vez, me dijo que lo sentía, y que nunca volvería a cometer ese error otra vez?
—Pero te acostaste con él nuevamente. Y varias veces ¿No es cierto?
El rostro de Paula se ruborizó.
—Eso no cambia nada. Puedo decirte que todavía se siente culpable, que dejaría de acostarse conmigo si pudiese.
—Pobre bastardo estúpido —intentando luchar contra lo evidente.
Paula movió la cabeza.
—No lo entiendes. Él no está interesado.
Alicia resopló y Paula aclaró:
—No es nada a largo plazo. Pero, cada vez que me digo a mi misma que tengo que alejarme de él, lo siguiente que sé es que mis piernas están alrededor de su cintura.
—No es broma. Estamos teniendo una relación tórrida ahí fuera.
Paula se sentó en el sanitario cerrado apoyando la cabeza en las manos.
—No sé qué hacer.
Alicia se aplicó lápiz labial ante el espejo.
—¿Has intentado hablar con él? Ya sabes, atándolo a una silla al otro lado de la habitación para que no pueda saltar sobre ti, ¿Y hacerle algunas preguntas difíciles?
Paula levantó la cabeza.
—No. Ya me puse a tiro una vez y conseguí un golpe bajo emocional. No estoy interesada en otra gran caída.
Su amiga la miró duramente.
—Si fuese yo, preferiría romper mi propio corazón a dejar que un tío lo hiciera por mí. Incluso cuando fuera increíblemente sexy.
—Solo es una aventura —repitió Paula—. No tenemos ningún compromiso. Cuando termine, seguiremos nuestros caminos, sin recriminaciones.
Alicia la miró incrédula.
—Continua diciéndotelo a ti misma y tal vez algún día te lo creas.
Un fuerte golpe sonó en la puerta.
—Si no estás muerta ahí ¿Podrías abrirme antes de que me mee en el suelo?
—¿Quieres que me encargue de ella? —dijo Alicia con voz aterradora.
—No. Vámonos de aquí. Me espera una foto importante.
****
Pedro mantuvo una respetable y profesional distancia ante ella mientras el fotógrafo tiraba docenas de instantáneas.
Pero sus ojos la siguieron alrededor del acuario durante toda la noche mientras Paula se relacionaba con jugadores, agentes, periodistas deportivos y cuerpos técnicos.
¿Cómo podía dejarla tan húmeda con solo una mirada? Ni siquiera la había tocado, pero estaba tan excitada con él como nunca. Tal vez incluso más, dadas las horas de anticipación. ¿Cuándo iba a hacer su movimiento? La espera la estaba matando.
Entonces pensó, ¿Y si fuera ella la que tomara la iniciativa esta noche? ¿Y si fuese ella la que lo arrastrara a un rincón oscuro, en vez de ser arrastrada?
Una pequeña sonrisa asomó a su boca. Aquello era exactamente lo que haría, la única pregunta era ¿cómo?
Pedro parecía enfrascado en una conversación con el manager general de los Outlaws al otro lado de la sala, pero ella sabía muy bien, que la tenía vigilada y notaría que abandonaba la sala.
Más allá de la entrada terminada, el acuario todavía tenía una zona en construcción.
Paula cogió una copa de champagne de un camarero que pasaba y se dirigió a un pasillo junto a una puerta que decía: SOLO PERSONAL DE CONSTRUCCION. Sin mirar atrás empujó la puerta. Ah, era exactamente lo que esperaba: un lugar totalmente desierto. Las paredes y el techo estaban terminados, pero en su mayoría la madera todavía estaba al aire.
Tomó un trago de la copa con el corazón acelerado. No tardaría mucho. Entonces escuchó el chirrido débil de las bisagras de la puerta. Esperó un segundo, dejándole que se acercara antes de girarse.
—¿Has decidido hacer una excursión? —preguntó Pedro con su voz profunda y sensual derramándose sobre ella.
Ella dejó la copa en una pila de placas de yeso.
—No podía esperar más.
—Me sentía exactamente igual.
Se acercó a sus brazos y cuando deslizó una mano por su trasero, ella se estremeció de excitación.
— No notó ninguna braga, pero no estoy seguro de poder confiar en mis manos.
Sus dedos encontraron la cremallera y cuando comenzó a deslizar el vestido sin tirantes, sus piernas empezaron a temblar. Un momento después, Paula estaba casi desnuda frente a él, solo con las medias, los zapatos de tacón y el precioso collar que le había regalado.
Un gruñido surgió de la garganta de Pedro.
—Dulce Señor, eres preciosa.
Nunca nadie la había mirado como él, como si fuese el hombre más afortunado del mundo. Se sentía increíblemente hermosa ante sus ojos.
Pedro ya estaba arrodillado ante ella, el caliente aliento sobre su clítoris. Sus manos fueron a las caderas, sujetándola en posición vertical para la sensual invasión. Su lengua encontró primero, caliente y tan conocedora el camino perfecto para hacerla gozar. No se molestó en provocarla, ya que la noche entera habían sido los preliminares, pero la lamió con toques largos y suaves, desde los labios hasta el clítoris. El orgasmo llegó antes de que fuera consciente de ello.
Lo siguiente que supo, es que estaba entre sus brazos y la llevaba al otro lado de la habitación. Se quitó la chaqueta, sin dejarla en el suelo y la puso sobre una mesa acolchada con la tela de color negro. Paula descendió su mano hasta la cremallera, pero con dos movimientos estuvo ante ella con el pene ya enfundado y listo, esperando a que lo tomase.
—Llevo toda la noche deseándote —dijo— cada maldito segundo. Eres tan dulce, Paula. Tan perfecta.
Se impulsó dentro de ella, sus besos eran ásperos y posesivos, mientras la reclamaba, y Paula lo tomó más profundo, deseando que aquel momento no terminase nunca.
Era suya. Para siempre.
Wowwwwwwwwww, qué buena está esta historia.
ResponderEliminarGenial!!
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