A la mañana siguiente la primera parada de Paula fue en casa de JP. Le mantuvo al tanto de las negociaciones durante todo el día anterior, a partir de las siete de la mañana era oficialmente un San Francisco Outlaws.
Portando una botella de champagne en el hueco de su brazo, tocó el timbre. Una mujer gritó “ya voy” tras la puerta cerrada.
La voz de la mujer le era extrañamente familiar, pero cuando su amiga Alicia abrió la puerta vistiendo únicamente una de las camisetas de JP, Paula no pudo contener su expresión de sorpresa.
—¿Qué? ¿Cómo?
Alicia la arrastró hacia adentro y seguidamente inspeccionó la etiqueta de la botella de champagne.
—Tienes un gusto excelente —dijo—. Estará muy bueno.
—¿Tú? ¿JP? —Paula tartamudeó—. No lo entiendo.
Alicia movió la cabeza.
—Yo tampoco. Lo único que sé es que es divertido. Nunca antes había salido con un tipo con sentido del humor.
La cara y los ojos de su amiga parecían más suaves de lo que Paula recordaba, estaba radiante. Sorprendente.
Alicia se inclinó y dijo en un susurro.
—Realmente es muy talentoso en la cama.
Paula levantó la mano.
—No creo que pueda manejar los detalles.
—Nunca, ni en un millón de años pensé que estaría teniendo tanto sexo caliente como los monos, con un jugador profesional de fútbol. Y que me gustaría. Pensé que tú tal vez no lo aprobarías.
Las palabras de Alicia golpearon su corazón.
—Quiero que seas muy feliz. Y si JP te hace feliz, yo también lo soy. Estoy sorprendida, eso es todo —dijo abrazando a su amiga—. Podías haberme llamado avisándome —bromeó
—Me siento muy mal por no devolver las llamadas. Me daba vergüenza al principio.
JP entró en la cocina vistiendo unos bóxers.
—Escuché eso —le dijo a Alicia, agarrándola y besándola.
A juzgar por el beso, no estaba ni un poco molesto por lo que Alicia había dicho de él. Tal vez no fuera arrogancia, tal vez sorprendentemente fuera que estaba seguro, mientras que el resto de ellos eran casos emocionales perdidos.
—Ey jefa —dijo finalmente—. Gracias por el fantástico contrato nuevo.
Todavía recuperándose, Paula dijo:
—Enhorabuena. Ahora no lo jodas todo.
—Yo no le dejaré —dijo Alicia con un brillo perverso en los ojos.
JP la abrazó, y Paula les sonrió, sabiendo que no lo haría.
Tal vez, pensó de repente, el amor no tiene que tener sentido
*****
Quince minutos más tarde, Paula salió de un taxi frente al edificio de la Agencia Chaves. Los rayos de sol asomaban entre los altos edificios mientras ella estaba en la acera mirando la familiar escena. Personas apresurándose al trabajo con trajes y zapatos de tacón; algunas mujeres hablando en la cafetería de la esquina con bebés en brazos.
Todo estaba igual que siempre.
Y era completamente diferente.
Cuando entró en el hall de la agencia Chaves, inmediatamente la rodearon personas dándole las manos, hablando todas a la vez. Estaba claro que no conocían la escena con su padre de ayer. Nadie parecía saber que había dimitido.
—¡Felicidades!
—Has hecho el negocio del año.
—¿Cómo transformaste a JP tan deprisa?
—Aprendí todo lo que sé de vosotros —dijo con una amplia sonrisa.
Unos minutos después, se enfrentó a la caminata hacia el despacho de su padre. Debía de haber escuchado el alboroto, pero no salió a saludarla. Después del modo en que ella había abandonado su oficina, lanzándole las palabras de renuncia, era ella quien debía dar el primer paso.
Así como necesitaba dar el primer paso con Pedro.
Angie estaba en su puesto habitual al frente de la oficina de Tomas, con una sonrisa rara en su rostro.
—Estamos todos muy orgullosos de ti —dijo en voz baja.
En todos los años que hacía que se conocían, aquello fue la cosa más agradable y personal que Angie le había dicho.
—Entra —dijo Angie—. Tu padre te está esperando. Y, querida —hizo una pausa, que le dio a Paula la oportunidad de digerir el inesperado cariño—, ve tranquila.
Paula abrió la puerta y su padre se levantó inmediatamente. Extrañamente, parecía nervioso.
—Felicidades —dijo antes de que cerrara la puerta—. Estoy muy impresionado con el contrato que conseguiste para JP.
Ella tragó las repentinas lágrimas.
—Toda mi vida —admitió— quise que estuvieras orgulloso de mí.
—Lo estaba —dijo él, con una sacudida de cabeza—. Pero nunca supe como decírtelo con palabras —carraspeó—. No quise decir lo que dije sobre Pedro… la forma en que lo dije.
—Sé que no querías, papá. Nuestra relación no debió de ser un secreto.
—No podías haber escogido un hombre mejor.
—Lo sé.
Lo próximo que supo, fue que la estaba abrazando, como acostumbraba a hacer cuando era pequeña y se había raspado la rodilla. Siempre la quiso. Ahora era bueno saber, que también la respetaba.
Varios minutos después, ella se mordió el labio.
—Hablando de Pedro, estaba pensando si podría pedirle un consejo al mejor agente del negocio.
Los ojos de su padre se iluminaron complacidos.
—Si te refieres a mí, por supuesto.
Se sentaron en el sofá.
—No puedo representar a Pedro y tener también una relación con él.
—Pero pensé que dijiste que ya no estabais juntos —Su padre realmente parecía esperanzado con la idea de que las cosas funcionaran entre ella y Pedro.
Ella asintió.
—No lo estamos. Pero he pensado mucho y quiero intentar resolver las cosas.
Su padre le apretó las manos.
—Tu madre y yo estaremos aquí para ti. A cualquier hora. Por cualquier motivo.
Algo caliente floreció en su pecho y ella asintió con la cabeza, incapaz de hablar. Finalmente, volvió de nuevo al tema de la carrera de Pedro.
—Entonces… ¿Puedes recomendarme algunos grandes agentes para mi jugador estrella? ¿Alguien que tenga experiencia con grandes jugadores? ¿Qué conozca este negocio mejor que nadie?
—¿Me estás diciendo que te gustaría que trabajase con él nuevamente? —preguntó su padre.
Ella asintió y su padre rió con placer.
—Solo puedo aceptar si tú consideras volver a la agencia.
Ella lo abrazó otra vez.
—Gracias. Por todo.
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