BELLA ANDRE

lunes, 31 de octubre de 2016

CAPITULO 29 (PRIMERA HISTORIA)





Paula no podía creer el excepcional momento que estaba viviendo. Había dado por hecho que los amigos de Pedro serían unos estúpidos vanidosos. Después de todo, eran todos deportistas o ex deportistas, por el contrario se encontró con algunos de los hombres más agradables que había conocido; cálidos, tranquilos y sencillos.


Pero definitivamente nada arrogantes, eso saltaba a la vista, aunque fuesen muy buenos en lo que hacían, y ganaran mucho dinero.


Conversó con las esposas de los atletas, mientras ellos limpiaban todo ruidosamente y, de repente, se le ocurrió que la mayor parte de los hombres de los que se había enamorado en los últimos diez años, hombres trajeados, empresarios, vicepresidentes eran mucho más arrogantes que cualquiera de estos hombres que se ganaban la vida con sus cuerpos.


Después de tanta conversación sobre fútbol, más de lo que pensó escuchar en su vida, estaba empezando a entender lo mucho que ese juego tenía de estrategia e inteligencia.


Sus padres nunca la animaron a practicar deportes, aunque en verdad había entrenado en el gimnasio con la bicicleta elíptica, pensando que era una forma de mantener su cuerpo en forma.


Pedro trabajaba su cuerpo con intensa concentración y esfuerzo. Ya fuera levantando pesas, pedaleando o haciendo largos en la piscina, no desperdiciaba un segundo en quejarse o tomárselo con más calma. Estar en la mejor condición física era su trabajo, y se tomaba en serio sus responsabilidades.


Afortunadamente para ella.


La esposa de Tony fue a buscar otra cerveza sin alcohol, Paula se quedó mirando fijamente el fuego, sorprendida por cómo su vida había dado un giro tan completo. Estaba sentada fuera, cerca del fuego, vestía una sudadera de algodón enorme de los Outlaws para protegerse del leve frio, estaba excitada, sentía un hormigueo por el cuerpo al pensar en los grandes músculos de la estrella del fútbol.


— Déjame adivinar en lo que estás pensando —susurró Pedro en su oído y sus pezones inmediatamente se endurecieron.


— Te gustan los niños ¿verdad?


Se sentó cerca de ella y dio un trago a su Coca-Cola.


— No es exactamente lo que esperaba que dijeras.


Ella sonrió y bajó la voz


— Las mujeres encuentran más sexys a los hombres que son buenos con los niños.


Él le devolvió la sonrisa


— Era más o menos eso.


Los nietos de Tony se perseguían el uno al otro por el césped con las pistolas de agua gritando y riendo.


— Pedro sálvame —gritó la niña pequeña y dejando el refresco él corrió hacia ella.


Incluso las criaturas de cinco años adoraban a Pedro era absolutamente irresistible para todos los miembros del sexo femenino y, mientras estuviera con ella, aprovecharía cada momento de placer que le ofreciera.


— ¿Quieres ver una de las cosas más bellas del mundo? —Preguntó al salir al porche delantero de Tony.


— Me encantaría —dijo ella.


Pedro cogió su mano y la condujo hacia abajo a lo largo de la fila de secuoyas hacia la entrada, en el camino a la barbacoa, se dio cuenta que Tony había construido su casa en el terreno colindante al campo.


— Bastardo con suerte, vivir en el camino de un campo de fútbol.


Paula presionó sus labios.


No iba a dar una opinión no solicitada. Todo iba tan bien entre ellos, y no era su cometido decirle como tenía que vivir su vida. Tenía una mansión fantástica en uno de los barrios más exclusivos de San Francisco. Y era feliz.


Sin ella.


Pedro giró la cabeza y la miró, con su rostro iluminado por la luz de la luna.


— Si quieres decir algo, deberías hacerlo.


— Tu casa es hermosa.


Ella comenzó y él levantó la mano.


— Alto ahí, no necesitas inflar mi ego. Infiernos, eres una de las pocas personas que en años no me ha dicho exactamente lo que yo quería escuchar. Si tienes una opinión, me gustaría oírla.


Paula se humedeció los labios, agarrando su mano más fuerte. Respiró profundamente. Nunca había hablado sin tomarse su tiempo, nunca había dicho nada que el cliente no quisiera escuchar, no a menos que encontrara una forma totalmente aceptable de decirlo.


— ¿Jamás has pensado en mudarte?, quiero decir, ¿No has encontrado un lugar que te guste más que éste?


Él guardó silencio durante un largo momento, su corazón latía a más velocidad. Hacía menos de una semana que se había cruzado en su camino para insultarlo públicamente y ahora no quería herir sus sentimientos.


— Cuando era niño solía soñar con la casa que poseería, paseaba con mi asquerosa bicicleta por el puente Golden Gate, alrededor de Seacliff inspeccionando las casas para ver cuál de ellas me compraría.


Ella sonrió.


— Estoy verdaderamente impresionada, conseguiste lo que querías.


— El primer año que viví allí fue una gran fiesta. Es una casa grande.


— Impresionante —repitió ella.


— Pero estoy pensando que es el momento de hacer algunos cambios.


Ella giró para mirarlo sorprendida porque estuviera de acuerdo con ella.


¿Qué quería decir él con cambios en plural? ¿Era ella uno de esos cambios?


Estaban al borde del campo de fútbol, que ella todavía no había visto con las luces del estadio y las gradas. Pedro se acercó a una caja de metal y activó unos interruptores, la hierba se tornó verde brillante bajo las poderosas luces.


Paula pensó que se encontraba en su paraíso particular.


— ¿Ves lo que quiero decir? —dijo Pedro, ella le lanzó una mirada.


Él estaba frente a un campo vacio y su mirada lo decía todo.


Por lo general mantenía sus verdaderas emociones bien escondidas tras las burlas y las bromas, solo en los momentos en que hicieron el amor, ella vislumbró al otro Pedro. Él siempre sabía controlarse, pero ahora más allá de su habitual postura relajada vio también alegría.


— Nunca pensé que diría esto sobre un campo de fútbol —dijo ella— Pero es increíble.


— Ven aquí —dijo llevándola a la parte delantera.


— Solo he visto un partido de fútbol en mi vida —admitió ella— En enero, cuando ganaste la Super Bowl.


La sorpresa invadió su cara junto con una dosis de alegría y ella se sintió satisfecha por haberlo hecho feliz contándole que había visto sus sorprendentes movimientos.


— ¿En serio? ¿La única vez?


Ella se rió ante su expresión incrédula.


— Aunque no lo creas, algunas personas no van al fútbol.


Él levantó una ceja.


— ¿Nunca has ido a los partidos de la universidad con los amigos?


Ella siempre había buscado una excusa para no ir, no quería nada que le recordara a Pedro.


— Ni siquiera entre bastidores.


Él negó con la cabeza.


— Incluso me sorprende que sepas las palabras que se utilizan antes del partido en el aparcamiento durante los calentamientos.


La frustración se apoderó de ella. ¿Por qué había sacado a colación ese tema? ¿No sabía lo difícil que era para ella pensar en lo que pasaría después de que su trabajo terminara?


— Lo que estoy intentando decirte es que me gustaría ver un partido —bufó ella — En un estadio. Me gustaría ver tu talento en acción.


— Es lo que hago —dijo restando importancia nuevamente a su habilidad natural. Tenía numerosas oportunidades para alardear de su talento ante los fans, sin embargo seguía siendo increíblemente modesto.


Se acercaron a las tribunas, se subieron hasta la mitad antes de sentarse. La falda de ella se arremolinó alrededor de sus rodillas con la suave brisa nocturna.


— ¿Alguna vez has dudado de ti mismo? —Preguntó ella, pensando que ambos sabían que estaban hablando de los últimos segundos de la Super Bowl.


Las oscuras y largas pestañas de Pedro se levantaron y ella contuvo la respiración examinando sus hermosos ojos.


— Si quieres lo suficientemente algo, creo que debes ir a por ello.


Cuando lo dijo así parecía tan sencillo, no había dudas, ni miedos, solo indicaba exactamente lo que quería e iba tras ello, sabiendo que lo conseguiría.


Durante todo el día el deseo se había ido construyendo dentro de ella junto con el anhelo de pasar el tiempo que le quedaba con Pedro, hacer que todas sus fantasías se hicieran realidad antes de despedirse.






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