BELLA ANDRE
martes, 1 de noviembre de 2016
CAPITULO 32 (PRIMERA HISTORIA)
Las manos calientes de Pedro estaban en su trasero. Ella bajó la boca para besarlo, había sido tan cariñoso y cuidadoso con ella. Descubrir que su padre era un fraude y su madre una borracha podría haber sido el detonante perfecto para utilizarlo contra ella, podría haber usado su vergüenza para obligarla a retroceder, a darle un poco de espacio durante la semana siguiente.
En cambio, escogió ese momento de fragilidad para ser amable con ella, para “protegerla”.
Se mordió los labios preguntándose por qué siempre había pensado que los deportistas no eran más que conchas vacías con músculos. Porque mientras Pedro tenía en verdad presencia y encanto de sobra, también tenía su parte de calor y comprensión.
Retirando los labios del hipnotizante beso, dijo:
—Estoy dispuesta a escuchar tus ideas ahora.
Sintió su erección crecer aun más contra la parte trasera de su muslo.
Él cogió una de sus manos, recorrió cada una de las puntas de sus dedos con el pulgar y seguidamente le giró la mano depositando un beso en la palma.
—Creo que todavía no te he dado las gracias por lo que me hiciste anoche bajo las gradas.
La excitación se arremolinó en su estómago.
—Sabes que no tienes que agradecérmelo —dijo con voz entrecortada y excitada. Algo maravilloso se avecinaba.
—Insisto en devolverte el favor.
La falta de sangre en su cerebro hizo que tardara en comprender.
—Oh —dijo finalmente— quieres…
—Atarte.
La sensual imagen golpeó su pecho haciéndola jadear.
—Vendarte los ojos.
Ella se humedeció los labios preguntándose cómo podía latir tan rápido su corazón.
—Saborearte.
No podía apartar los ojos de Pedro, no pensaba en nada más que en entregarse a él total y completamente.
¿Estaba preparada para confiar en él? ¿Al menos con su cuerpo? Quería entregarse sexualmente a Pedro por completo.
—No tenemos mucho tiempo —dijo ella desesperada por la liberación que le había prometido, le habría gustado que no hubiera nadie abajo en la fiesta, que se encontraran completamente solos.
Una vez había visto esas dos semanas como una eternidad, pero ahora sabía que todo pasaría en un instante.
Echaría mucho de menos a este increíble hombre.
La deslizó de su regazo depositándola en medio de su antigua cama, seguidamente se levanto, cerró la puerta, se quitó la chaqueta poniéndola en el respaldo de una silla.
Era un hombre con una misión, su único objetivo era hacerla sentir bien.
Cuando era una adolescente, fantaseó sobre cómo sería que él la besara y la estrechara entre sus brazos, pero nunca había sentido tanto nerviosismo y excitación.
Por otra parte, nunca se había imaginado a Pedro atándola, de manera que pudiera tenerla de cualquier forma que quisiera.
Él se acercó al armario y regresó sonriendo, balanceando un cinturón de cuero marrón y dijo:
—Esto servirá muy bien para tus muñecas.
Lo soltó a un lado de sus caderas y ella respiró profundamente cuando él deshizo el nudo de su corbata.
—Y esto —dijo— es perfecto como venda.
Ella tragó con la boca seca de repente, ¿Estaba loca?
¿Realmente le iba a dejar hacerle eso? ¿En casa de sus padres?
Desde el piso inferior llegaron risas borrachas, ¿sus padres no se daban cuenta, de que aquellas personas estaban allí solo para beber champan y comer caviar gratis y no porque les gustaran?
Quizás estar allí con Pedro era la manera perfecta de crear un nuevo y último recuerdo sobre esa casa.
Después de esa noche su último recuerdo sería de un magnífico hombre y las pecaminosas cosas que le había hecho.
Pedro se sentó en la cama y su peso inclinó el colchón obligándola a acercarse. Era caliente y sólido, ella no dudó un segundo cuando él deslizó su corbata de seda sobre sus ojos y la ató bajo su pelo.
Inmediatamente el resto de sus sentidos revivieron, amaba su olor fresco y amaderado. La orquesta tocando abajo “The Way We Were” sonaba como música de fondo a su propia historia de amor personal. Su beso sabía a menta en su boca.
De repente, lo vio todo claro.
Todo el sexo, la diversión, la risa —habían sido algo más que diversión. Le había pedido a Pedro que mantuvieran su relación en secreto no solo para mantener su reputación profesional intacta, sino porque había tenido miedo de que se volviera contra ella, como ya había pasado antes. Pero él ya no era un adolescente sino que era un hombre maravilloso.
Y tal vez, solo tal vez, pensó cuando se inclinó y puso la mano en su corazón, sintiendo los latidos fuertes y constantes, él estuviera enamorado de ella, como ella lo estaba de él.
Puso los dedos alrededor de su muñeca, y supo lo que iba a decir.
—Solo si estás segura —dijo y sonrió.
—Estoy segura —dijo ella, momentos después se encontraba con los brazos sujetos a la cabecera de la cama, no tan apretados como para hacerle daño pero lo suficiente como para que no pudiese escapar.
El calor y la humedad entre sus piernas y sus pezones aumentaron haciéndolos endurecerse.
—Ahora vamos a ver lo que me está esperando aquí abajo —dijo Pedro, arrancándole con su voz y sus dedos un gemido suave, mientras le bajaba la cremallera del corpiño de su vestido sin tirantes y lo abría.
—Llevas mi prenda favorita —susurró mientras bajaba el encaje por sus pechos exponiendo la piel desnuda hasta las costillas— Nada.
Instintivamente ella arqueó la espalda, esperando a que la tocara, que la besara recorriendo con la lengua sus pezones.
El cogió los pechos con las manos y los juntó de modo que cuando empezó a lamerlos pudo prestar atención a los dos a la vez.
Ella pensó que entregar su cuerpo a Pedro de esa manera sería un regalo para él, pero también lo estaba siendo para ella. Había buscado en el cajón de su mesilla su braguita más sensual y esa noche llevaba solo un trozo de seda blanca y encaje bajo su vestido blanco.
Empujó el vestido sobre su estómago y soltó un largo suspiro.
—Cada vez que te quito la ropa, creo que voy a estar preparado, y siempre me equivoco.
Él cubrió su montículo, con seda y todo, con la boca, su lengua caliente giraba con largas caricias contra sus labios, empujando en su sexo y volviendo una y otra vez a su clítoris. Ella tiró con fuerza de las ataduras pero no pudo liberarse ni aproximarse lo suficiente a la perfecta boca.
Entonces, gracias a Dios, él apartó la cara seda deslizando un grueso dedo en su interior. La lengua encontró su carne desnuda golpeando el clítoris nuevamente, primero de manera suave, después dura, luego suave.
Ella estaba desesperada por su liberación, desesperada por correrse en su boca, solo hizo falta el más mínimo toque con los dedos en sus pezones para que el orgasmo la recorriera de los pies a la cabeza.
Antes de que pudiera regresar a la tierra, él le puso las manos en la espalda.
—Confía en mí —dijo moviéndole las muñecas para juntarlas girándola hasta ponerla de rodillas con los pechos apretados contra el cabecero de la cama.
¿Realmente estaba en la cama con Pedro? ¿Vendada, atada a una cama, de rodillas esperando a que la poseyera?
¿Desesperada por él?
Sus manos estaban sobre ella nuevamente, los dedos recorriendo los labios de su coño, su clítoris, recorriendo lentamente el camino por su estómago, sus costillas, sus senos. Cuando pensó que no podría aguantar un segundo más, sintió en calor de la cabeza de su pene empujando en ella, estirándola, marcándola con su grosor.
Una estocada fuerte fue suficiente para alcanzar el orgasmo nuevamente, ella se balanceó contra su pelvis, queriendo que la poseyera más profundamente, tan profundo como pudiese.
Sus manos eran ásperas ahora, ya no era el amante tierno.
Le estaba dando lo que necesitaba desesperadamente y ahora estaba tomando el placer de su cuerpo.
En ese momento, con el cinturón en sus muñecas y la seda cubriendo sus ojos, Paula se sintió totalmente completa.
Nunca recordaría la casa de sus padres del mismo modo. Y tenía que agradecérselo a Pedro.
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Ayyyyyyyyyy, están re enamorados los 2.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Están a full los 2!
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