BELLA ANDRE

domingo, 13 de noviembre de 2016

CAPITULO 32 (SEGUNDA HISTORIA)






Durante el juego, cuando Pedro lo estropeó todo, no perdió el tiempo disculpándose con nadie; tan solo dejó bien claro a sus compañeros de equipo y al entrenador que haría los cambios necesarios para jugar bien el próximo partido.


Cometer un error era humano, pero hacerlo nuevamente era patético; e imperdonable.


Después de quince años, entendía todo lo que pasaba en el campo de fútbol. Pero era un idiota jodiéndolo todo cuando se trataba de Paula. Una imagen tras otra le asaltaron cuando entró en el coche.


Paula sentada en la silla del Barnum´s alegre y sensual.


Perdiendo el control en su sala de estar y tomando su increíble cuerpo desnudo contra la ventana.


La forma en que su rostro se había transformado la mañana siguiente cuando le había dicho que todo había sido un error.


En el restaurante de Mateo, donde nuevamente había hecho explotar su mente seguida de una mañana increíble.


El ruido del metal en el vestuario cuando se empujaba contra ella.


El policía golpeando en su ventanilla después de una de las experiencias sexuales más explosivas de su vida.


El odio en su rostro cuando la acusó de actuar como una prostituta con JP.


Nunca se había sentido tan cretino. Conduciendo como si llevase un piloto automático, hizo ciegamente el camino a su casa. Entró y la sintió fría. Y vacía. Bien, era un hombre rico, famoso y guapo, pero sin Paula su vida no sería nada salvo una serie de noches vacías con mujeres que no podrían hacerle olvidar a la única que amaba con todo su corazón.


De alguna manera, necesitaba descubrir una manera de hacer las paces con ella. Para convencerla de que real y verdaderamente la amaba y que nunca volvería a comportarse tan mal. Tenerla de vuelta en su mundo era todo lo que le importaba ahora.


E infelizmente, necesitaba de JP para reconquistar su corazón



*****


Cuando Paula finalmente se durmió aquella noche, soñó que estaba viviendo en un castillo bajo el ataque de bandas de saqueadores de los Outlaws y Pedro era un guerrero vengador dispuesto a salvar su vida. Cuando atravesó con la espalda al último de los Outlaws, la cogió en sus brazos con los labios tan cerca de los suyos que podía sentir su gusto. 


Entonces se despertó.


No tenía sentido. ¿Cómo podía dormir cuando finalmente le había dicho las palabras que había querido oír toda su vida? 


Te amo. Había usado aquellas palabras como un arma para conseguir que le perdonase las cosas horribles que le había dicho y que aceptase follar un poco más.


Aquel día, tenía que reunirse con los clientes de Chaves en el campo de entrenamiento para el partido de verano de los Outlaws. Era su trabajo echarles un ojo a los jugadores en el periodo de fuera de temporada, para notificar quien parecía cansado, quien necesitaba más descanso y quien debía pasar más horas en el gimnasio para renovar fuerzas.


Acostumbraba a esperar ansiosa durante todo el año, porque era su única ocasión de mirar abiertamente a Pedro, de fantasear sobre él. Ahora todo había cambiado.


¿Había sido fácil para él? ¿Había estado tan enamorada de su imagen que no quiso ver al verdadero hombre bajo ella?


Tipos como JP y Lisandro Calhoum no escondían su arrogancia y su gusto por muchas mujeres. Por el contrario, casi parecían orgullosos de sus fallos.


De repente pareció que Pedro había intentado duramente ser el hombre perfecto.


Tomó un taxi al campo de entrenamiento, temerosa en todo momento de ir. De alguna manera necesitaba mantenerse entera cuando él saliese al campo.


—¡Paula! —gritó JP cuando ella caminaba sobre la hierba—. Gracias por darme esta oportunidad. Va a ser bueno jugar un poco y mostrarle a todo el mundo lo que valgo.


¿Cómo estaba tan fresco y lleno de energía?


Intentó esbozar una sonrisa y falló.


Él se aproximó aún más. Su expresión era extrañamente seria.


—No pareces estar bien. ¿Pasó algo ayer noche después que me fuera? —miró sobre el hombro a los jugadores que se encontraban en el campo— ¿Puede ser que el pervertido de Pepe finalmente haya hecho algún movimiento?


—Claro que no, —negó— he dormido mal. Hacía mucho tiempo que no bailaba de esa manera. Estoy bastante dolorida.


Se volvió hacia el JP que esperaba y él la miró de arriba abajo admirado.


—Si necesitas un masaje me avisas —levantó las manos—. Estas nenas son mágicas.


Ella consiguió una verdadera sonrisa. ¿Quién hubiese pensado que realmente le iba a gustar? Era un patán, pero en el fondo era un chico agradable. Para una mujer como ella, que no se sentía atraída por él, era alguien inofensivo.


—Te voy a tomar la palabra —dijo ella sabiendo que era su trabajo alimentar su ego—. Voy a quedarme tomando notas de tu presentación de hoy y después nos vamos a sentar y a discutir todo mañana lunes. El cómo juegues hoy va a significar mucho. No lo estropees.


—De repente me has recordado a mi maestra de matemáticas de noveno —JP cogió la pelota de fútbol y silbó—. Era dura. Y sexy.


Ella tuvo que reír cuando él corrió hacia el campo. Si pudiese descubrir una forma de canalizar el humor erótico de JP en algo popular, tendrían contratos a montones.


Su padre gritó su nombre y se dirigió al área de los asientos cubiertos en la línea lateral.


—Buenos días —dijo fríamente cuando llegó a su lado, aún enfadada por la manera en que le había hablado el día anterior.


—Pensé que había sido claro ayer —dijo con voz dura.


Su corazón se sumergió en sus zapatos. Mierda. Sabía lo de la noche anterior. Con las nuevas noticias no se extrañaba que estuviese enfadado.


—Los rumores se esparcen rápidamente en este negocio. Tendré cuidado sobre la conveniencia de aceptar invitaciones a bailar en el futuro.


—Paula, no necesitas disculparte por su comportamiento —dijo la voz profunda y sexy de Pedro tras ella.


¿Cuándo había llegado hasta ellos? Echándole una mirada a su padre, notó las manchas rojas en su cara.


—Debías estar elogiándola por su excelente trabajo al entretener a dos de sus clientes ayer noche.


—¿Estabas allí también? —las cejas de Tomas se juntaron—. Pensé que Paula y JP habían tenido…


¿Cómo podía pensar su padre que podría enamorarse de un pervertido como JP? Era más inteligente que eso.


Y si Pedro no hubiese entrado en la conversación “salvándola” habría tenido la satisfacción de decirle algunas verdades a su padre. Por el contrario, él estaba pasando por encima de ella.


Eso era lo que pasaba: Pedro y su padre eran de la misma especie. Ninguno confiaba en que ella tomase decisiones acertadas. Ninguno pensaba que era capaz de valerse por sí misma.


—Basta ya —levantó la mano— he oído suficiente. Estoy aquí esta mañana para tomar notas sobre cómo están jugando mis clientes —le dirigió a Pedro una mirada dura—. Te están esperando en el campo.


Sus ojos oscuros estaban ilegibles y, con un gesto se dirigió al campo, con el casco sujeto firmemente en su mano. 


Entonces encontró la mirada de su padre.


—Este es el trato. Durante una semana no vas a decirme nada, no me vas a dar sermones y no vas a sacar conclusiones precipitadas. Voy a trabajar con mis clientes de la manera que crea mejor. Si JP no consigue equipo al final de la semana y juzgas que mi trabajo es indigno de la Agencia Chaves, puedes despedirme. Sin pena. Sin recriminaciones.


—Estoy intentando descubrir el porqué no debo despedirte ahora mismo —un músculo en la mandíbula de su padre saltó de rabia—. Si cualquier otro agente me hablase así, sería historia.


—Ciertamente podrías hacerlo —Paula se encogió de hombros. No le tenía miedo a su padre y se preguntó porque siempre se lo había tenido— mientras, podrías perder a tu mejor agente.


Él parpadeó una vez. Dos veces.


—Una semana —dijo, y en seguida anduvo hacia el grupo de agentes en torno a las rosquillas y al café.


La boca de ella se curvó en una sonrisa. Finalmente lo había sorprendido. Por primera vez en su vida, parecía que él no reconocía a la mujer frente a él. Tal vez nunca la había conocido realmente.


Y tal vez ella no se conociese a sí misma.


Se sentó e intentó concentrarse en los bloqueos y los pases de JP, pero se encontraba constantemente distraída por Pedro.


Sin embargo no por las razones habituales.


Pedro siempre había sido un jugador excelente y constante en el fútbol. Dónde la mayoría de los tipos tenían su cuota de juegos bajos, incluso una estación baja dónde las cosas se ponían verdaderamente difíciles, él recibía un salario bien merecido. Sus juegos eran inspirados y raramente driblados por la línea defensiva.


Pero aquella mañana, era un auténtico desastre, con malas caídas. No conseguía coger nada que le fuese lanzado. Se estremeció cuando cayó bajo un linebacker y habría quedado horrorizada por lo que le pasase si no estuviese tan preocupada por el dolor de debía de estar sintiendo.


Las palabras de su padre volvieron: está próximo al retiro.


Después de un mal juego, Pedro cojeó hacia las líneas laterales y JP se movió para sustituirlo. El lunes por la mañana, no importaba el dolor que estuviese sintiendo, como su agente tendría que decirle duras verdades. Si continuaba presentando un nivel tan bajo, especialmente si tenía aquella porquería de juego al inicio de la nueva temporada, los patrocinios futuros, sin mencionar los nuevos y lucrativos contratos, serían muy difíciles de conseguir.


Pero bajo ninguna circunstancia correría a su lado para tener la certeza de que estaba bien. Porque eso era lo que haría una novia, o una esposa. No una amante de tres días de follada como ella.


El terapeuta físico de los Outlaws empujó y flexionó los brazos, las piernas y el pecho de Pedro.


—¿Te duele algo? —Pedro refunfuñó. Le dolía todo, como siempre. Pero aunque hoy su cuerpo hubiese sufrido una verdadera paliza en el campo, era su orgullo el que dolía como el infierno. Había estado dormido allí, totalmente pasivo.


Ver a Paula tan pálida y tan triste lo entristeció profundamente. Nunca había querido causarle tanto dolor. Cuando había entrado en el estadio aquella mañana, había sido nuevamente alcanzado por el hecho de que ella era la mujer más hermosa que había conocido, pero su reacción había sido más que sexual. Su belleza era más profunda que su cara, su piel y su cuerpo.


Irradiaba bondad en su interior.


Y no confiaba en él. No creía que la amaba.


¿Y por qué debería? Se preguntó cuando el fisioterapeuta le colocó el pie en dirección a los glúteos para estirar sus muslos. La había rechazado, seducido y después había discutido con ella en el hall de entrada y había actuado como un perfecto idiota.


Gruñó por el estiramiento doloroso. Los juegos de post-temporada siempre habían sido un tiempo para la reflexión, pero sus pensamientos se centraban normalmente en el juego.


Hoy, la única cosa en la que podía concentrarse era en Paula.


—Nunca te he visto tan tenso —dijo el terapeuta—. ¿Has estado haciendo algo fuera de lo común últimamente?


Oh, solamente sexo ininterrumpido e insomnio producido por la culpa.


—Las dos últimas noches —dijo finalmente.


Matt empezó a torturar la otra pierna de Pedro.


—Ciertamente tienes suerte —dijo con envidia— los tipos normales como yo tenemos que movernos mucho para conseguir la atención de una chica bonita. Tú tienes que apartarlas como un loco.


Matt estaba en lo cierto, la parte fácil era conseguir a una chica en la cama. Lo difícil era saber cuando era la chica adecuada.


Y tener la certeza de no estropearlo todo.


Haberlo estropeado todo en segundo grado había hecho que encerrase su interior salvaje, permitiendo que se soltase solo en el campo. ¿Se habría transformado en un miserable sin emociones? ¿Un hombre que no podía reconocer el amor cuando le estallaba en la cara?


A Paula le había llevado apenas tres días descubrir una parte suya que había mantenido escondida toda su vida. Vio que toda su infancia había sentido responsabilidad. Sin que le dijese nada sobre su padrastro de mierda y la culpa con la que había convivido durante dos décadas, de alguna manera, Paula había golpeado directamente en el núcleo más profundo y oscuro.


Siempre había pensado que la pasión era una flaqueza y nunca se había permitido sentirse de esa manera con nadie. 


Pero con Paula no había tenido elección.


La amaba. Apasionadamente.


Necesitaba de alguna forma compensar la manera cruel con que la había tratado. Necesitaba decirle nuevamente que la amaba, de verdad, sin celos y sin estar cavilándolo todo; por una vez se sentaría de nuevo y escucharía todo lo que Paula quería en vez de pensar lo que él creía que era lo mejor para los dos.


Se sentó en la mesa de masajes y cogió el móvil para, en seguida, telefonear después del Ave María, que era la única posibilidad de ganarse a Paula de nuevo.







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