BELLA ANDRE

domingo, 27 de noviembre de 2016

CAPITULO 33 (TERCERA HISTORIA)





Paula no podía creer la forma en que su día había salido. Si hubiera sido inteligente, habría aceptado la sugerencia de Pedro de hacer que la escuela consiguiera un sustituto y quedarse en su cama todo el día.


En vez de ello, se había metido ingenuamente en una situación que estaba mucho más allá de su control, no tenía idea de cómo enmendarlo. Nunca había visto a tantos padres venir a recoger a sus hijos, especialmente los padres de las niñas y niños que por lo general tomaban el autobús. 


Para el momento en que el último de ellos se fue, se sentía como si hubiera estado sonriendo esa sonrisa falsa por horas.


Después de esconderse en su salón de clases en el almuerzo, sus colegas no fueron para nada mejores cuando llegó a su sesión de planificación semanal. Entre los chillidos sobre el tamaño de su anillo hasta las preguntas no tan disimuladas de lo que era estar casada con un enorme y fornido Outlaw, no les importaba la parte del matrimonio, solo la parte de las relaciones conyugales, el incipiente dolor de cabeza de Paula se convirtió en una palpitante migraña.


Sólo su amiga Virginia se comportó como un ser humano normal.


Sintiéndose mucho como se había sentido con su madre, tan pronto como estuvieron en el carro, Paula dijo:
—De verdad, siento mucho no haberte dicho lo de Pedro.


—No necesitas disculparte por nada, Paula. Puedo ver exactamente por qué sentiste que tenías que mantener su relación privada. —Virginia resopló—. Nunca he visto a las personas actuar tan locas. —Luego sonrió—. Hoy te ves diferente.


Paula tuvo que reírse ante una evaluación que era muy precisa.


—¿Lo dices porque mi cabello está parado de inicio a fin y mis ojos están inyectados de sangre?


—No. Te vez feliz. Más feliz de lo que nunca te he visto. —Paula le disparó una mirada de sorpresa mientras Virginia añadía—. Casi como si estuvieras brillando.


¿Brillando? ¿Realmente podía brillar después del día que había tenido?


La cosa era, que a pesar de su agotamiento, el sólo hecho de pensar en Pedro ponía una sonrisa en su rostro, y un calor recorría sus venas. Él valía la pena todo esto.


—Paula, ¿puedo preguntarte algo?


Las palabras vacilantes de Virginia la tuvieron siendo precavida de nuevo.


—Claro. —Se forzó a añadir—. Lo que sea.


—Recuerdo haber visto una foto de Pedro en una revista hace un par de semanas y… —Su amiga hizo una mueca y sacudió la cabeza—. No importa.


Pero Paula no era estúpida. Sabía sin que se lo dijeran, su nuevo esposo era un donjuán de enormes proporciones.


—Estaba con otra mujer, ¿verdad?


Por un momento pensó que Virginia iba a llorar.


—Estás casada ahora. Eres feliz. No debería haber dicho nada, pero eres una de mis amigas. Y no puedo soportar que él no haya sido honesto contigo.


Odiándose a sí misma por ser la deshonesta, Paula dijo:
—Gracias por ser mi amiga.


Quería tan desesperadamente sincerarse con alguien. Y odiaba mentirle a una amiga tan cercana, una que se preocupaba lo suficiente por ella para arriesgar su amistad advirtiéndole sobre posibles problemas con su esposo.


—Honestamente, Pedro y yo lo estamos haciendo muy bien. Y sé que esto va a sonar verdaderamente extraño, pero si ves cualquier otra foto —Estaba un ciento diez por ciento de que Virginia lo haría—… por favor, recuérdame que las apariencias pueden ser engañosas.


Por fin, Paula pensó que había dicho algo verdadero.







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