BELLA ANDRE
domingo, 27 de noviembre de 2016
CAPITULO 35 (TERCERA HISTORIA)
Pedro no quería interrumpir la conversación de Paula con su amiga, pero ya la echaba de menos como el infierno. Un día entero lejos de ella era demasiado tiempo. Y sentado con ella en la cena, apenas tocándola porque sabía que si
empezaba no sería capaz de detenerse, sólo había alimentado las llamas en el interior.
A punto de salir afuera para reclamarla, por fin oyó arrancar el auto de Virginia. Treinta y cuatro años, y él había estado tan tranquilo como una mierda cuando lo necesitaba. Ahora, ni siquiera podía comenzar a actuar como si no estuviera esperando a su esposa.
Ella dio un paso dentro y él estuvo cerca de ir como todo un hombre de las cavernas sobre ella de nuevo cuando vio algo que lo sacudió: Parecía que había estado llorando.
—¿Qué está mal?
Ella lo miró, sus ojos anchos con sorpresa tanto por su pregunta como por el hecho de que había saltado prácticamente sobre el sofá para tomarla dentro de sus brazos. Estudiándola cuidadosamente, no vio ningún rastro de lágrimas, pero sus ojos estaban vidriosos.
—Algo sucedió para que te molestaras. Dime qué es.
La última cosa que esperaba era que ella le sonriera.
—Siempre me dices cómo de dulce soy, pero realmente tú eres el único dulce. —Se levantó de puntillas y lo besó suavemente.
Ese beso tuvo a su polla creciendo dura siempre que estaba a su alrededor por completo incómoda detrás de su cremallera. Necesitaba tenerla desnuda y saborearla, tomarla, follarla hasta que ambos estuvieran sudorosos y jadeantes.
Pero incluso eso, estaba empezando a entender que no podía aliviar su necesidad de ella, o aliviar el extraño dolor en su pecho.
Además, sabía que tenía un mal hábito de lanzarla sobre su hombro y rasgar sus ropas a los treinta segundos de entrar en una habitación.
—Cuéntame acerca de tu día, querida.
—Fue una locura.
Se acurrucó contra su pecho y, dulce Señor, no estaba seguro cuánto tiempo más podría resistir el impulso de llevarla escaleras arriba y desnudarla abajo.
Quería tomarla, Jesús, nunca había querido esto tanto, pero quería abrazarla con la misma urgencia.
Peor, tal vez. Estaba a punto de levantarla dentro de sus brazos cuando su cerebro demasiado denso finalmente chasqueó dentro del engranaje.
—¿Locura? —¿A eso se debía que había estado al borde de las lágrimas?—. ¿Qué sucedió?
—No hicimos sopas de letras hoy.
Le encantaba la sensación de sus suaves curvas contra él, la esencia de vainilla de su champú en el cabello de ella, el dulce aroma de su calor femenino.
Nada de eso, sin embargo, le dio la más mínima pista acerca de qué demonios estaba hablando.
—¿Llorabas por sopas de letras?
Se retiró justo lo suficiente para mirarlo, su confusión reflejando la de él.
—No. ¿Por qué iba a llorar por sopas de letras?
—Infiernos, si lo sé. Ni siquiera sé que son sopas de letras.
Su sonrisa fue linda y sexy a la vez como si el entendimiento se aclarara.
—Mis niños no podían parar de hacerme preguntas sobre ti. Es por eso que tuvimos que omitir algunas cosas hoy. —Mordió su labio mirando hacia otro lado—. Espero que no te importe, pero todos estaban esperando que les firmes
algunas cosas. Normalmente no lo pediría, pero son tan grandes fans y…
Acalló sus excusas y disculpas con un dedo sobre sus suaves labios.
—Me encantan los niños.
El aliviado traspasó su hermosa cara, junto con otra emoción que tuvo a su estómago encogiéndose.
—¿Te gustan?
—Sí. Me gustan. Mañana cuando te deje, ¿por qué no entro y firmo en persona?
Sus ojos se iluminaron.
—Mis niños van a estar fuera de sí. Aunque estoy bastante segura de que vamos a terminar saltando las sopas de letras de nuevo.
—¿Qué tal si hacemos las sopas de letras primero, y los autógrafos segundo?
—Oh Pedro, solamente estás haciéndome sentir peor acerca de la otra cosa que tengo que preguntarte. —Ella frunció el ceño. »Odio colocarte en esta posición, tanto que ni siquiera puedo decírtelo. Pero hay una recaudación de fondos que va a ser pronto y el distrito ha estado corto de fondos últimamente y…
—Claro que lo haré.
Cuando alzó la mirada hacia él con sorpresa, tuvo que preguntarse, ¿alguna vez alguien ha sido así de lindo?
—Ni siquiera sabes lo que mi directora quiere que hagas.
—¿Vas a estar ahí conmigo haciendo lo que sea que se trate?
—Sí, por supuesto. No te tiraría a los lobos así. No para cualquiera o por cualquier otra razón.
—¿Alguna vez pensaste por un segundo que no te ayudaría?
—Por supuesto que no. Es sólo que me sentí tan mal por la manera en que mi escuela está usando tu fama
—No tienes nada de lo que sentirte mal al respecto, cariño. Nada en absoluto.
—No lo entiendo. —Otro ceño llegó, este más profundo—. Eres tan especial. No deberías haber tenido que salir buscándome… buscando una esposa para llevar a tu abuela. Ya deberías estar casado y con niños.
Lo estaba mirando tan atentamente, casi como si estuviera tratando de ver directamente dentro de su alma por las respuestas.
—Otra gente no me ve como lo haces tú.
Todo lo que veían era futbol y dinero, y lo que pudieran obtener de él.
—Entonces todos están equivocados. —Levanto la mano, pasó los dedos a través de su cabello—. Y estúpidos.
Presionó su palma libre contra su pecho.
—Y ciegos. Locura ciega.
Jesús, nunca había querido nada, a nadie, tanto como quería a la mujer en sus brazos, sus ojos oceánicos tan amplios y amorosos.
Amorosos.
Una aguda punzada hizo mella en el centro de su pecho, soltando un recuerdo de su infancia. Una de las cientos de tardes que había visto a los padres de sus amigos llegar y recogerlos de la escuela mientras él caminaba solo al
autobús. Había amado a su abuela más que a nadie en el mundo pero había querido una mamá y un papá con tantas fuerzas que algunas veces casi la odiaba.
Casi como si ella les hubiera quitado su lugar, que si ella se fuera tal vez ellos volverían y el estaría completo.
Y ahora, aquí estaba, queriendo una verdadera esposa con tantas ganas como había querido una familia de verdad en ese entonces. Puto anhelo que casi estaba desgarrándolo otra vez, casi destrozándolo, de la forma en que había tratado de romperlo cuando era un niño.
¿No sabía ella que él no había estado buscando amor? ¿O un para siempre?
Paula se suponía que fuera temporal. No para siempre. No se suponía que deseara que se quedara para siempre.
Bueno él sabía exactamente qué hacer, exactamente cómo hacer parecer como si no le importara.
—No, nena —se obligó a decir—. Tienen razón. No soy el tipo de esposa e hijos.
Esperó que se empujara de sus brazos, que se alejara, que llorara.
En lugar, simplemente parpadeó hacia él.
—¿Por qué no?
Fue golpeado con otra imagen de sí mismo cuando era niño, flacucho y más pequeño que los otros chicos en su clase, un niño quien tuvo que aprender temprano cómo protegerse él mismo. Cada día en la cancha, practicaba las jugadas defensivas que había aprendido cuando niño. Proteger su espalda había ayudado a llevarlo a lo que era hoy. No iba a cometer el error de dejar caer su guardia. Por nadie.
Ni siquiera por Paula.
—Algunas personas quieren esas cosas. Algunas no.
Sus ojos se ensombrecieron, una tormenta alzándose sobre el océano.
—Bien. —Su voz era mesurada. Demasiado mesurada—. Tengo otra pregunta para ti.
Se tensó, esperando que lo presionara, esperando que lo obligara a admitir lo que estaba sintiendo por ella. Mujeres habían hecho muchas cosas desesperadas a lo largo de los años para tratar de obligarlo de unirse a ellas.
Falsos embarazos. Llantos. Ruegos. Nada de esto había funcionado lo más mínimo. De hecho, sólo terminó perdiendo el poco respeto que había tenido por ellas.
—¿Ya terminaste de volverme loca?
Jesús, ¿qué había dicho? ¿Estaba hablando de sexo cuando todas las demás mujeres habrían estado tratando de dar un tirón a su corazón?
—No quieres ir arriba conmigo ahora mismo. —Su polla se crispó detrás de su cremallera a pesar de que él la había advertido, las palabras duro, lento, brusco.
No podía confiar en sí mismo con ella. No cuando también él lo quería malditamente demasiado. No cuando quería cosas que un hombre como él no tenía derecho a querer de una mujer como ella.
—Tal vez tengas razón. No deberíamos ir arriba.
Dolor lo atravesó ante su rápida conformidad, hasta que se dio cuenta que ella estaba mirando a la sala, luego a él.
—Aquí funcionó bastante bien ayer.
Mierda. No. No podía estar diciendo lo que sonaba que estaba diciendo.
Pero la mirada en sus ojos, la nueva sensualidad que había disfrutado tanto poniendo allí, estaba definitivamente en el centro de atención ahora.
—Paula.
Sólo podía advertirla una vez más antes de que ella lo empujara demasiado.
Especialmente cuando sólo estar con ella, sólo respirándola y escuchando sus dulces palabras ya lo tenía empujándolo hasta el borde.
Ella le devolvió la mirada.
—Pedro.
Oyó un gruñido rasgar su garganta, y luego sus manos estaban sobre ella, girándola, inclinándola sobre la mesa del comedor, empujando su falda hasta su cintura. Sabía que su mano bajaba sobre su culo, pero no podía detener nada de
esto.
El sonido de su palma abierta contra su culo cubierto con medias se disparó por la silenciosa habitación.
Pero entonces llegó otro sonido. El quejido de Paula.
No de dolor. Sino de deseo.
Le había jurado locura, pero rasgar constantemente de sus bragas no era realmente lo que él había querido decir. Había planeado introducirla lentamente al placer, había pensado que la provocaría hasta que le estuviera rogando que le
hiciera el amor. En cambio, tiró de sus bragas hasta sus rodillas y no pudo dejar de mirar la huella de su mano en su carne.
Y mientras levantaba su mano y la dejaba caer en su dulce, suave carne una y otra vez, supo que no estaba jugando un juego sensual, no estaba tratando de llevarla más alto mientras su excitación goteaba de los lindos labios de su coño a la parte interna de sus muslos con cada conexión de piel sobre piel.
La estaba nalgueando para hacerlo sentir jodidamente demasiado.
La estaba castigando por hacerlo enamorarse de ella.
Estaba a punto de realmente herirla porque estaba desesperado por demostrarle que estaba equivocada.
Furioso consigo mismo, con ella, con todo el maldito mundo, se abrió bruscamente los pantalones y colocó la cabeza de su palpitante polla en su entrada. En lugar de tratar de escapar de él, ella se retorció contra él, tratando de llevarlo dentro de su cuerpo.
¡No! La voz que le gritó no fue de su cabeza, sino de su corazón. No podía hacerlo.
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Espectaculares los 3 caps, cada vez más intensa esta historia.
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