BELLA ANDRE

miércoles, 26 de octubre de 2016

CAPITULO 13 (PRIMERA HISTORIA)




Pararon en su garaje.


—Coge tus bolsas y sé rápido. Pensándolo bien — dijo ella estudiando su ropa como si fuera un insecto aplastado bajo un microscopio — no creo que deba confiarte esa tarea. Yo buscaré tu equipaje.


¿Qué diablos? Ella debía ser la única persona en la tierra que creaba un problema por la forma en que se vestía. 


Sabía que estaba muy bien con su camisa Cavalli y sus vaqueros Diesel.


Ella fue hacia la puerta delantera abierta y preguntó a uno de sus amigos que acababa de salir de la bañera de agua caliente.


—¿Dónde está su habitación? — apuntó el dedo pulgar en dirección a Pedro.


Jack miró a Pedro y después a Paula, pronto comprendió quien era el jefe.


—La última puerta al final del corredor, a la izquierda.


—Gracias — Paula entró en la casa como si fuese suya.


—Chico, tienes mucha suerte — dijo su amigo.


—Lo sé — dijo Pedro sonriendo. Y tendría aún más suerte.


—Realmente debieras cobrar un impuesto — dijo ella cuando la alcanzó en el corredor, entonces se detuvo justo frente a su dormitorio, tan de repente que casi chocaron.


La decoración era un poco inaceptable, ¿pero, por qué tendría que importarle? La gran habitación era para ojos cerrados y sexo. Además de eso, las mujeres que traía parecían creer que tenía todo lo necesario; sábanas de ochocientos hilos, una chimenea, mesas, una cubierta, una bañera lo suficientemente grande para la mitad de su equipo, una ducha con diez chorros…


Lo mejor de todo era que había comprado la casa.


Lo que significaba que nadie podía echarlo.


Paula cogía el marco de la puerta con tanta fuerza que los nudillos se le estaban volviendo blancos. De alguna manera tenía la sensación de que no estaba estupefacta por la opulencia. Ella había crecido en una casa de fantasía.


Debía de estar asustada por la cama, probablemente teniendo pensamientos sucios sobre lo que le gustaría hacer con el bajo esas sábanas.


Si quería cambiar para caerle bien y llevársela a la cama necesitaba parar de complicarse con ella. Pero había actuado como un tipo listo demasiado tiempo para tener que parar ahora.


Colocando las manos en la parte de atrás de sus costillas, la empujó suavemente a la habitación. Entonces anduvo hacia la cama, que su criada aún no había hecho y, doblando una almohada en la cabecera antigua, la miró.


—Podría tener algo de ayuda aquí.


Ella pestañeó y sus ojos se volvieron salvajes.


—¿Cómo qué?


—La cama


Dio un paso atrás y él le dirigió una mirada comprensiva.


—¿Alguien te ha dicho que tienes una mente sucia?


En un momento ella volvió a ser la puritana chica perfecta que recordaba de segundo grado.


—Claro que no.


—Todo lo que te estoy pidiendo es que me ayudes a hacer la cama.


Observó la guerra que libraba consigo misma y percibió que ella no podía rehusar su ruego. Solo la haría parecer como si realmente tuviese una mente sucia.


Ella se fue al otro lado de la cama y empujó las sábanas a su lugar con mala voluntad. Después puso el edredón sobre la mitad de la cama, entonces se giró y fue directa a su armario.


—No, no y definitivamente no. — dijo mientras empujaba las perchas, expresando su rabia en su ropa. —¿no tienes nada más apropiado?


—Si quieres decir algo aburrido, no.


Entonces miró con desdén su vestuario.


—No puedes ponerte nada de eso. No si esperas que te tomen en serio.


Se sorprendió porque le estaba torciendo la nariz a sus ropas de élite; ella conocía la calidad cuando la veía. 


Entonces, ¿Cuál era su problema?


—No te preocupes por lo que dice Bobby — jugó — tú aún parecerás mejor que yo, no importa lo que me ponga.


Ella miró al techo como si estuviese rezando por tener paciencia.


—Es mi trabajo asegurarme que no aparezcas como si estuvieras con una estrella pop colgada del brazo y que fue a comprar su ropa en una pasarela.


No era el retrato más halagador, pero iba directo a la cuestión.


—¿Has estado en un funeral recientemente? — preguntó.


Él curvó la comisura de su boca.


—¿Eso es una sugestión?


Ella frunció la frente delante de la idea que florecía en sus ojos azules.


—Tal vez — dijo — pero solo si me das algún problema.


Le gustaba cuando ella le devolvía las bromas. Movió el dedo para que lo siguiera.


—Por aquí.


La llevó a un pequeño armario en una habitación al otro lado del pasillo, donde malamente cabían los dos. Le gustó la vibración, los dos tan cerca uno del otro. Ella tenía un olor a flores, caliente, y quería empujarla más cerca, oler su cabello, echarlo al lado y saborear su cuello, descubrir de nuevo donde estaban sus lugares más sensibles. Quería empujarla contra aquellos trajes aburridos para enloquecerla y tomarla fuerte y rápido contra la pared. Ya podía imaginar las piernas envolviéndole la cintura, su cabeza echada hacia atrás y lo bien que se iba a sentir cuando se deslizara dentro.


—Gracias a Dios — dijo ella cuando cogió un traje de listas — estaba preocupada porque no tuvieses un traje que no gritase “pimp”


Aquello lo llevó a una fantasía extremadamente agradable. 


Sin embargo, tal vez ella tuviese razón, nunca se sintió muy confortable con aquellas ropas que su estilista escogía para él. Ni siquiera había querido un estilista en primer lugar, pero su agente había insistido.


Y claro, tener a Paula a su lado no era tan malo, especialmente si ella podía hacer un trabajo sucio para él.


—Mi estilista no va a estar muy contenta contigo


Le entregó varios trajes conservadores.


—Ella está despedida.


Contuvo una sonrisa. ¿De quién más necesitaba librarse? El tipo que le cortaba el pelo era irritante también.


—Coge estos y después, cualquier otra cosa que necesites — dijo — esperaré en la sala.


Él no había percibido hasta ese momento lo difícil que era para todo el mundo obedecerle sin cuestionarlo. Esto también puso su motor en funcionamiento al recibir la orden. Incluso así, mantenerla en la punta de los pies era una parte importante del baile que ella, probablemente, no sabía que estaban bailando.


—Tengo algunos bañadores que podrías usar si quieres ir a la piscina.


La mirada de disgusto fue tan hermosa que casi la cogió y la besó.


—En primer lugar, no usaría uno de los bikinis tipo hilo dental de una de tus amiguitas —enfatizó la palabra — ni aunque todo lo que poseo se quemase con fuego.


El movió la cabeza.


—Eso está bien, lo he entendido. Las chicas con la mente sucia como la tuya siempre quieren nadar desnudas.


Ella ignoró la ironía.


—Tienes quince minutos para recoger tus cosas, después nos iremos de aquí.


—Solo hay un problema con eso — dijo él.


Ella suspiró profundamente y su pecho se hinchó, lo que hizo cosas magníficas con sus pechos.


—¿Por qué no estoy sorprendida que hubiese algún problema? ¿Qué pasa ahora?


—La reunión improvisada de Bobby perjudicó mi entrenamiento, y eso es parte de mi trabajo.


—¿Cuánto vas a tardar?


—Cien vueltas normalmente llevan cuarenta y cinco minutos. Podría acortar algunas si tienes prisa por llegar a algún lugar.


—No — dijo — tenemos todo el tiempo del mundo.


Mal; dos semanas no era lo suficiente para convencerla de ceder a lo que realmente quería.


A él.


En su cama.






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