BELLA ANDRE

miércoles, 30 de noviembre de 2016

CAPITULO 45 (TERCERA HISTORIA)





—Señora Alfonso, robé su deseo para su nieto y lo convertí en una mentira horrible. Lo siento mucho, tanto por lo que he hecho.


Paula estaba junto a la cama de Eugenia y esperó la ira, el llanto o la decepción, o todo lo anterior de la mujer a la que había traicionado con una mentira. Pedro había querido entrar en la habitación con ella, pero le había dicho que esta disculpa era algo que tenía que hacer sola.


Sorprendentemente, él había respetado esa decisión.


La otra cosa sorprendente fue que su abuela no parecía especialmente molesta por su confesión. Paula no podía entenderlo. De acuerdo a los mensajes que sus hermanas habían estado dejándole a través de mensajes de voz, texto y correo electrónico, miles de desconocidos estaban enloqueciendo a través del Internet y la televisión debido a su matrimonio falso con Pedro.


¿No debería estar su abuela más molesta que nadie?


—La verdad es que, cariño —dijo Eugenia mientras tomaba las manos de Paula y las palmeaba suavemente—, el amor nunca fue sencillo para mí, tampoco. —Hizo una pausa, sostuvo la mirada de Paula—. Y realmente amas a Pedro, ¿no?


—Sí —admitió Paula, sin poder hacer nada más que decir la verdad ahora— Quiero a su nieto. Pero no importa. No cuando no puedo confiar en él.


—Lo sé.


Ella no podía creer que su abuela no lo estaba defendiendo.


—¿Qué quiere decir con que lo sabe?


Eugenia suspiró, sacudiendo la cabeza.


—Sólo porque amo a mi nieto no quiere decir que no veo sus defectos. Es obstinado. A veces es una buena cosa, como cuando estaba persiguiendo su sueño de hacer una carrera en el fútbol. Pero otras veces, se mete una idea en la cabeza y la sigue en línea recta hasta un callejón sin salida. —Para sorpresa de Paula, la mujer sonrió—. ¿Alguna vez te dijo acerca de la primera vez que fui a pagar su fianza en la correccional? Él empezó a responderme de nuevo antes de
incluso meternos en el auto, así que me di la vuelta y lo llevé de vuelta al interior. No creía que lo dejaría ahí, pero lo hice.


Paula negó con la cabeza.


—¿Él fue a la Correccional de Menores?


—Oh, sí. También pasó una noche en la cárcel una vez.


Paula sintió que sus ojos se ampliaron.


—¿Estuvo en la cárcel? —Trató de decirse a sí misma que no le importaba, que no importaba ahora ya que ellos no iban a ser marido y mujer, pero ya se había dicho bastantes mentiras—. ¿Por qué?


—No mucho. Beber de recipientes abiertos. Responder a los agentes de policía. Su padre era igual que él cuando era joven. Demasiada energía y ningún lugar para ponerla. Fue entonces cuando su padre comenzó a volar, aviones
rápidos reales que podían soportar todo lo que él podía dar.


Paula sintió suavizarse hacia Pedro. ¡No! El hecho de que su abuela no podía dejar de ver lo bueno en él, no significaba que Paula tenía que seguir viéndolo también. Había venido aquí para pedir disculpas a Eugenia por sus mentiras, no
para dejar que la mujer la convenciera para el verdadero matrimonio.


Tenía que conseguir poner su atención de nuevo en la disculpa.


—Realmente lamento por el hecho de hacerle creer que mi relación con Pedro era algo que no es. Espero que pueda encontrar en su corazón perdonarme algún día.


—Oh, cariño. —Eugenia palmeó sus manos de nuevo—. Aprecio que hayas venido hasta aquí por mí, pero no creo que realmente quieras que te perdone por enamorarte de mi nieto. Creo que deberías perdonarte a ti misma en primer lugar.


—¿Cómo puedo hacerlo? —susurró Paula—. Le he mentido a todo el mundo. No sólo a usted, sino a mi familia, mis amigos, mis colegas.


Pedro cometió sus errores. Y ahora tú has cometido los tuyos.


Paula negó con la cabeza, indispuesta, incapaz de creer que todo podía ser tan fácil.


—Sé que estás sufriendo, cariño, y sé que mi nieto es la razón de eso. Pero nunca lo he visto mirar a nadie de la forma en que te mira. Como si por fin hubiera visto el sol, como si finalmente creyera que puede brillar sobre él.


El corazón de Paula casi dejó de latir.


—Tenía que actuar de esa manera para que así creyera que me amaba.


—Oh no. Mi muchacho nunca ha sido capaz de mentirme. Él te ama, cariño. Lo curioso sobre nosotros los Alfonso es: somos intratables sobre las relaciones. Hacemos nuestro mejor esfuerzo para actuar como si no necesitáramos a nadie. Pero cuando nos enamoramos, eso es todo para nosotros. Sólo una vez. Pero con cada último pedazo de nuestro corazón.


Paula no sabía qué decir, no cuando lo último que esperaba era que la abuela de Pedro se sentara aquí y hablara con ella sobre el amor. Culparla, gritarle, odiarla… era todo más fácil que amar


—Si pudieras, ¿desharía todo de nuevo? Si pudiera aplaudir mis manos y enviarte de nuevo a la noche del viernes y asegurarme que nunca conocieras a mi nieto, ¿ese es el camino que tomarías?


Paula abrió la boca para decir que sí, por supuesto que desharía todo lo que había hecho. Pero las palabras no quisieron venir.


—O —dijo su abuela con tal bondad, tal entendimiento—, ¿lo amarías de todos modos?



* * *


—Nunca me perdonaré por lo que te hice, abuela. —Un destello de dolor lo atravesó—. Y a Paula. —La abuela de Pedro le tendió la mano, tan suavemente, como si él fuera el que estuviera en la cama del hospital—. Tomé su inocencia y la rompí en dos.


—Estoy enojado contigo, Pedro. Paula está enojada contigo. —Su abuela hizo un gesto hacia la pila de papeles sobre su mesa auxiliar—. El mundo entero está enojado contigo. Seguramente tienes mucho que explicar y humillación por hacer. Pero la ira se desvanece.


—No me importa lo que piense el resto del mundo. —Y era verdad, nunca lo hizo. Era lo que le había hecho impenetrable—. Sólo me preocupo por ti… — Su garganta se tornó casi demasiado apretada al decir—, y Paula.


—Todavía te quiero, cariño. Y la última vez que vi a alguien tan lleno de amor como Paula, estaba viendo a los ojos de tu abuelo. Tu padre amaba a tu madre de esa manera, también. Todo el tiempo. Sin retener nada. Sin importar lo que pase.


—La hice mentir por mí.


Pedro. —Su nombre era una advertencia en los labios de su abuela—. No sigas con la mentira. No sigas metiéndote en problemas. Sí, te has beneficiado de las mentiras. Pero ella también lo hizo, de lo contrario no habría seguido
adelante con ello.


Pero el hecho de que Paula había hecho sus propias decisiones no cambiaba el hecho de que él estaba arruinando su vida, que había seguido y hecho todo en
el lapso de una corta semana.


—Tengo que dejarla ir para que ella pueda tener una vida normal, casarse con un tipo que sea lo suficientemente bueno para ella.


Un tipo al que soñaría matar con sus propias manos cada noche.


—Sé que piensas que has roto su corazón. Pero son algunas grietas, eso es todo lo que hay en ella en este momento. Si realmente quieres verlo roto, entonces sigue adelante y deja que un hombre mejor la tenga. Pensé que eras más inteligente que esto, Pedro. —Su abuela no había hablado con él de esta manera desde que lo rescató de la cárcel en su primer año en la universidad—. ¿De verdad no ves que todo tu futuro está en Paula? ¿De verdad vas a solo parar y tirar todo por la borda? Has luchado antes, cariño. Lucha de nuevo. Lucha como el infierno para arreglar lo que has hecho mal. Y cuando vuelvas al camino correcto, ni se te ocurra mirar hacia atrás. Sólo hacia adelante.


Palabra por palabra, era lo que le había dicho cuando tenía diecinueve años.


¿Cómo podía haberlo olvidado?


Jugar al fútbol había sido importante, le había dado un propósito, una razón para sentirse bien consigo mismo en la mañana. El fútbol había sido algo más que su medio de vida, había sido su todo.


Pero podría jugar mil partidos más, podría seguir levantándose por la mañana, seguir depositando esos grandes cheques en su cuenta bancaria, y no importaría. No sin Paula. Porque ella era su todo.


Y él iba a recuperarla. De cualquier manera, de alguna forma, él iba a convencerla que tenía que estar con él.


Cuando alguien llamó a la puerta, Pedro miró esperando ver a Paula, y se sorprendió al ver al médico con ella.


Por favor, Dios, no. No esto también.


Cuando su abuela lo había estado sermoneando, tratando de meter algo de sentido en su cabezota, casi había olvidado que estaba enferma. Ella se veía y sonaba igual que la mujer de hace quince años que le había retorcido la oreja y le dijo:
—No la jodas otra vez.


—Señor Alfonso, pensé en traer a su esposa de vuelta para así poder dar a toda la familia la noticia al mismo tiempo. —Pedro apenas pudo procesar la sombra de una sonrisa en los ojos del doctor—. Eugenia, eres una mujer extraordinaria.


Su abuela le lanzó una mirada de triunfo.


—Siempre le he dicho eso a mi nieto.


—Y siempre lo he sabido. —El interior de Pedro estaba tan jodido ahora que sus palabras sonaban como gravilla raspando la parte inferior del zapato.


—Lo siento, no es justo de mi parte sacarlo así. Es sólo que es tan divertido, uno de los mejores momentos de mi trabajo en realidad, el entregar una buena noticia.


Pedro casi disparó fuera de su asiento para agarrar al médico y sacarle el resto, pero un pequeño sonido de Paula lo distrajo, y lo tuvo mirándola a ella en su lugar. Sostuvo una mano sobre su corazón, la otra envuelta con fuerza alrededor de la mano de su abuela.


—Tendremos que hacer más análisis de sangre, pero con base en los análisis que hicimos anoche, creo que nos dirigimos fuera del peligro. Esperemos que para siempre.


Pedro podría haber jurado que las nubes se abrieron fuera de la ventana, que la luz del sol entraba a la sala justo cuando su abuela gritaba como solía hacerlo en los casinos cuando conseguían un gran ganador en las máquinas
tragamonedas, tan feliz por un extraño como si ella se hubiera llevado el premio mayor.


El rayo de luz iluminó a Paula y fue golpeado por su belleza por centésima vez. Su inocencia. La bondad pura que irradiaba de su núcleo. Y mientras se encontraba con sus ojos y sonreía para celebrar la victoria de su abuela, ahí fue
cuando su esposa finalmente se permitió llorar. No porque recién le había roto el corazón.


Sino porque la mujer que había conocido tan solo una semana atrás podría no morir después de todo.



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